XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
La gratitud en la vida
La Palabra: Jesús se compadece de diez leprosos que piden curación; los manda
que se presenten a los sacerdotes, y en el camino se curan. Nueve eran judíos y
uno samaritano, pero solo este “volvió a Jesús y se echó a sus pies dándole
gracias” (evangelio).
En la Palestina de aquel tiempo la lepra era una enfermedad bastante corriente, y
en la tradición bíblica significaba una especial marca de maldición. Por eso los
leprosos eran expulsados de las ciudades, no se permitía trato alguno con ellos y, si
se curaban, debían presentarse a los sacerdotes para que certificaran la curación y
les declarasen legalmente puros. Era la práctica legislada en la religión judía que no
reconocían los samaritanos.
2. Observemos primero cómo Jesús lamenta la falta de sentimientos humanos:
“han sido curados diez, ¿los otros nueve dónde están?”. En la historia del pueblo
cubano, los sentimientos de ayuda mutua y agradecimiento han tenido especial
relevancia, pero, cada vez más, estamos entrando en una cultura donde solo vale lo
que se gana y se paga, con el peligro de que se diluyan la gratuidad solidaria y la
gratitud, sentimientos y actitudes que realmente garantizan un sano humanismo.
3. Curiosamente, según la parábola, el curado de la lepra que regresa para dar
gracias es “un extranjero”, un samaritano, que ni es religioso judío ni cree para
nada en la legislación excluyente de los leprosos. En ese suceso vemos algo similar
a la parábola del samaritano: mientras los que van al templo dan un rodeo para no
atender al hombre caído, el samaritano que no practica la religión ni va al templo,
atiende con total gratuidad al expoliado. La práctica religiosa, especialmente la
celebración eucarística, tiene que ser expresión y fuente de una vida solidaria que
respire sentimientos de gratitud al sentirnos gratuitamente amados, y suscite
prácticas de solidaridad.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net