Ciclo C: XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos y amigas
Estamos a dos semanas del final del Año Litúrgico (el 1º.12 será el 1º domingo de
Adviento) y la Palabra de Dios (Lc 21, 5-19), nos hace ver ese final como el término
de todo, cuando habrá destrucción, guerra y muerte. Un final apocalíptico. Aunque
yendo a la intención de Jesús y leyendo entrelíneas no lo parezca tanto, pues nos
abre a la esperanza, a Jesucristo Juez de vivos y muertos, y a un mundo nuevo,
inédito y maravilloso, regalo de Dios para los suyos. Lo que en definitiva cuenta no
es lo que está pasando sino lo que se nos viene. Como en el final del año civil en el
que lo que cuenta no es el año viejo que termina sino el año nuevo que llega, lleno
de expectativas.
La destrucción del templo de Jerusalem, que Jesús profetiza, les cayó a los
apóstoles como un rayo. Era la más increíble noticia que podían imaginar y
escuchar. No sólo porque el templo era considerado como una de las 7 maravillas
del mundo antiguo sino también y sobre todo, porque era el alma de su historia y la
sede de su Dios. Destruir el templo era dejarlos sin piso, era destruirlo todo,
incluido el mundo, pues los judíos no concebían el mundo sin su templo. Por eso, a
la destrucción del templo, anunciada por Jesús, ellos añadieron por su cuenta que
era inminente el final del mundo. La profecía de Jesús sobre la destrucción del
templo se cumplió 40 años después, el 9 de agosto del 70 dC., cuando los soldados
romanos lo incendiaron y destruyeron la ciudad. Recuerden que una de las
acusaciones contra Jesús en su juicio fue la de que había dicho que iba a destruir el
templo (Mc 14,58).
El final del mundo y las señales que lo precederán, la vuelta de Jesús y el juicio
final, etc. son, en lo humano, como un psicosocial que inquieta a todos, en especial
cuando se dan situaciones críticas. Fue así en tiempos de la primera comunidad
cristiana. Y lo es en cualquier momento, cuando a algún falso profeta se le ocurre
anunciarlo. Recuerden cuánto se habló del fin del mundo en el año 2012, no
obstante lo dicho por Jesús (Mt 24,36). Todo esto pertenece al género literario
apocalíptico-escatológico -a la futurología, decimos hoy-, y hay que entenderlo
desde su cabalística. Lo que a nosotros nos interesa es ver todo eso como señal y
aviso, por ejemplo, de que aún lo más bello y consistente es pasajero. De que no
hay que dejarse engañar por las apariencias ni por las personas. De que una
especial providencia cuida de los que son de Jesús. De que hay que vivir siempre en
vigilante espera, seguros de que con nuestra constancia salvaremos nuestras vidas.
A mi entender hay unos versos de Sta. Teresa de Jesús que de modo maravilloso
resumen y refuerzan todo lo dicho. Sobre todo que brotan de la experiencia de una
mujer, andariega y mística, que supo vivir en el mundo sin ser del mundo, como
pide el Señor (Jn 17, 11. 16). Vale la pena memorizar estos versos y rezarlos.
Dicen así: Nada te turbe, / nada te espante, / todo se pasa, / Dios no se muda;/ la
paciencia todo lo alcanza;/ quien a Dios tiene / nada le falta / Sólo Dios basta”
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)