XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO C
Ml 3, 19-20; Sal 97; 2Ts 3, 7-12; Lc 21, 5-19
Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y
ofrendas votivas, él dijo: "Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra
sobre piedra que no sea derruida." Le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo sucederá
eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?" Él dijo:
"Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y
diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis. Cuando oigáis hablar de
guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero
estas cosas, pero el fin no es inmediato." Entonces les dijo: "Se levantará nación
contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en
diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo. "Pero, antes
de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y
cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá
para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la
defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán
resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres,
hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados
de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra
cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
Nos acercamos al término del año litúrgico, y el presente domingo la palabra de
Dios nos invita a ver la vida, nuestra historia desde Dios, que con su providencia
pastorea la vida de la humanidad, como dice el Papa Francisco. ᆱ…Con vuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas…ᄏ, son palabras que resuenan y nos
desvelan que llegará el final de los tiempos, pero no en un sentido apocalíptico o
tenebroso, sino en el contexto escatológico y de expectativa, de esperanza, que es
la característica de la vida cristiana. La Iglesia, los creyentes, vivimos en la espera
del Señor, sabemos que somos un Pueblo peregrino en este mundo, que estamos
encaminados al encuentro definitivo con el Padre. El Papa Francisco nos ha dicho:
ᆱ… Jesús invierte nuestra perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la
muerte hacia la vida: la vida plena; nosotros estamos en camino, en peregrinación
hacia la vida plena y esa vida plena nos ilumina en nuestro camino. Por lo tanto la
muerte se queda detrás de nuestras espaldas, no delante de nosotros…ᄏ
(Francisco, Ángelus, 10 de noviembre de 2013).
El profeta Malaquías, en la primera lectura, describe el día del Señor como una
intervención decisiva de Dios, destinada a combatir el mal y restablecer la justicia,
desterrar a los malvados y velar por los justos. El profeta en primer lugar, habla de
la irrupción de la cólera de Dios contra los impíos y perversos, luego dice que
aparecerá el Sol de justicia (profecía de Cristo), que con su esplendor trae la
curación, manifestando así la poderosa intervención del Señor para defender a los
pobres y a los oprimidos.
San Pablo, en la segunda lectura dice: «...cómo debéis imitaros...», nos está
haciendo presente una llamada a vivir radicalmente la vida cristiana. El apóstol
subraya que el verdadero creyente vive preparando la llegada del reino de Dios,
viviendo de manera plena la fe. Así el apóstol está llamando la atención a sus
oyentes sobre la pérdida del sentido del «temor de Dios», el cual no significa
miedo, sino que significa vivir fuera del plan de Dios, sin ser signo de lo que como
cristianos estamos llamados a ser: ᆱ…luz, sal y fermento…ᄏ en este mundo, según
cada cual en el modo y condición.
En el presente Evangelio, aunque se habla de desastres, y del cuidado que se debe
tener sobre los falsos profetas; hay una palabra en la que invito a poner atención:
el templo.
Como sabemos la Sagrada Escritura, y Dios por medio de los hagiógrafos a través
del Libro Sagrado (la Biblia), Dios se ha desvelado y revelado, y se ha dejado
conocer a través de Cristo Nuestro Señor en quien ha dado cumplimiento a todas
las profecías y signos que se expresan en el Antiguo Testamento. Si para Israel el
Templo era la presencia sagrada de Dios (Shekinak), donde estaba la gloria de
Dios, Cristo es la Teofanía del Padre (la manifestación de Dios entre los hombres);
y San Pablo nos dice: “… ya no soy yo es Cristo que habita en mí…” (Gal 2, 20).
En nuestros días porque el hombre moderno está dejando de creer en Dios, como
dice San Pedro en sus cartas: “…estamos llamados a ser piedras vivas del
templo…”. Los santos, porque han llevado detrás de sí a tantas personas al
encuentro con Dios, porque sus seguidores han visto en ellos la acción y la
presencia de Dios. Por eso con mucha precisión e inspiración nuestro actual Papa
ha dicho “…hay que oler a oveja…”.
En el diálogo de Cristo con la samaritana, Cristo le responde a esta mujer: “…ni en
Garazin ni en Samaria sino que los verdaderos adoradores de mi Padre serán los
que adoren en Espíritu y en verdad…” (Jn 4). Con esto Cristo está desvelándonos
que el nuevo templo de Dios es Él, el mismo Cristo porque Él es la víctima, el altar
y el sacerdote. Por eso al recibir el Santo Bautismo se nos unge, y en este rito se
nos exorciza porque somos llamados y elegidos a ser templo de Dios como
sacerdote, profeta y rey; por eso las palabras de Cristo en el evangelio de San Juan
cuando dice: “…yo destruiré el templo (hablando del templo de Jerusalén), y
construiré otro en tres días (el nuevo templo la nueva creación)…”.
Llegando al umbral del término del año litúrgico, y del Año de la Fe, el Señor nos
renueve y nos conceda la Gracia como Nicodemo cuando le dice: “…solo se nace del
agua y del espíritu…”. Acojámonos a los medios que la Santa Madre Iglesia nos da
para vivir nuestro bautismo como una bendición y regalo de Dios para nosotros,
pues estamos llamados a ser en este mundo sal y luz de la tierra y amar a Dios y al
prójimo como a uno mismo: este es el templo vivo de Dios.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar