XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Solemnidad. Jesucristo, Rey del universo
Pautas para la homilía
“Hoy estarás conmigo en el paraíso”
Este año la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, no sólo nos sirve para concluir el
Año litúrgico del ciclo C, que hemos seguido de la mano del evangelista Lucas, sino
que nos sirve también para clausurar el Año de la Fe. Sería conveniente
peguntarnos ¿en qué Dios creemos? ¿El Dios revelado por Jesús de Nazaret, es en
verdad, el objeto de nuestra fe?
Lucas nos ha ido dando las claves durante este año del ciclo C para descubrir a un
Jesús, como el Salvador de la humanidad, que a través del Pueblo de Israel, nos ha
ido dando un mensaje de salvación universal. Alguien ha comentado que los
Evangelios, y sobre todo el de Lucas, es una lectura creyente del Antiguo
Testamento. Sabemos que este evangelista trata de poner en primer plano la
misericordia de Dios con signos visibles del actuar de Jesús de Nazaret. El se
preocupó de un modo especial de los pobres y marginados. Presenta todas estas
actitudes en ese largo viaje que hace Jesús y sus discípulos hacia la ciudad santa de
Jerusalén. Allí fue entregado a la muerte, pero Dios actuó y le resucitó glorioso
como lo anunciaban las Escrituras. El sigue estando presente en su Iglesia, que es
enviada a realizar la tarea que le había encomendado el Padre.
La fuerza del Espíritu Santo será su nueva presencia en el mundo en medio de sus
discípulos, los bautizados. Les enseñará toda la verdad, les congregará en la unidad
y les hará sus testigos ante los hombres de toda raza y condición.
A la luz del Evangelio ¿podemos seguir hablando de “Jesús rey del universo”?
Las lecturas que se proclaman este día nos dan la clave para su correcta
interpretación. Ya en la primera lectura se nos habla de la unción de David como
rey de Israel. Queda clara que su misión como tal, más que regir y gobernar,
consiste sobre todo, en “apacentar” al pueblo. Jesús hereda, por su condici￳n de
Mesías, el ser el Hijo de David proclamado por el pueblo que lo aclama como tal.
Es, por tanto, heredero de un reino que “apacienta” con cari￱o y lleno de
misericordia. El nos ha trasladado (2ª lectura), por su función salvifico-pascual, a
ese reino que se proclama en este himno cristológico, el reino del Hijo querido de
Dios.
En el Evangelio (Lc 23, 35-43) se nos presentan las actitudes de los que rodean la
escena. El pueblo, las autoridades, los soldados romanos y los dos crucificados con
él. Unos plantean a Jesús su “última tentaci￳n”: <Si eres el rey de los judíos
sálvate a ti mismo>. Entre esta tentación y aquellas primeras, tenidas en el
desierto, Jesús se ha mantenido fiel a los planes de Dios. No es rey para dominar.
Rechaza el prestigio, el poder, el dominico sobre los demás, y sólo busca, la
humildad, la sencillez, el servicio hasta dar la vida. Se cumple lo que El había
manifestado: que su reino no es como los de este mundo, pero está para este
mundo.
Jesús, con esta actitud suya, ha dado origen a una nueva forma de amar y servir,
creando una fraternidad universal que da una gran dignidad a la persona humana.
Por eso podemos proclamar en el prefacio que este “nuevo reino” es: de verdad y
de vida, de santidad y de gracia, de justicia de amor y de paz. Y llegar a este Reino
es posible porque Dios Padre “nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha
trasladado al reino de su Hijo querido…” (2ª lec.)
Cada vez que rezamos el padrenuestro, decimos “Venga a nosotros tu Reino”.
Podría decirse que estamos poniendo en nuestros labios el deseo del “buen ladr￳n”:
“acuérdate de mí cuando estés en tu reino” El anteriormente había reconocido que
Jesús era “inocente”. De alguna manera había hecho un acto de fe en Jesús como
Mesías y luego le pide que le lleve a su reino. ¿Profesamos así nosotros la fe?
Con frecuencia no entramos en lo que es la verdadera dinámica del Reino de Jesús.
Por mucha palabras que digamos, por muchas doctrinas que dominemos con
nuestra inteligencia, por muchos ritos que practiquemos, si no expresamos el deseo
de que en nuestra vida este metida en los planes de Dios, que es lo que hizo Jesús,
no estaremos deseando de verdad que venga a nosotros “su reino. El actu￳ siempre
desde el amor, la comprensión, la tolerancia y el servicio y a eso nos invita para
que el reino sea una realidad en nuestras propias vidas.
En el Bautismo al ungirnos con el crisma la iglesia nos hacía “profetas, sacerdote y
reyes” Que este final del a￱o de la Fe nos ayude a comprometernos como cristianos
que tratan de vivir su fe bautismal desde la profecía, el ofrecer oraciones y
sacrificios, y, sobre todo, tratando de “servir” a nuestros hermanos desde la
comprensión, la tolerancia y el amor. Así el Reino de Cristo, que no es de este
mundo, lo haremos presente para este mundo.
Fr. Manuel Gutiérrez Bandera
Virgen del Camino (León)
Con permiso de: dominicos.org