EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
miércoles 20 Noviembre 2013
Miércoles de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario
Segundo Libro de Macabeos 7,1.20-31.
También fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey,
flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de
cerdo, prohibida por la Ley.
Incomparablemente admirable y digna del más glorioso recuerdo fue aquella madre
que, viendo morir a sus siete hijos en un solo día, soportó todo valerosamente,
gracias a la esperanza que tenía puesta en el Señor.
Llena de nobles sentimientos, exhortaba a cada uno de ellos, hablándoles en su
lengua materna. Y animando con un ardor varonil sus reflexiones de mujer, les
decía:
"Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis entrañas; no fui yo la que les dio el
espíritu y la vida ni la que ordenó armoniosamente los miembros de su cuerpo.
Pero sé que el Creador del universo, el que plasmó al hombre en su nacimiento y
determinó el origen de todas las cosas, les devolverá misericordiosamente el
espíritu y la vida, ya que ustedes se olvidan ahora de sí mismos por amor de sus
leyes".
Antíoco pensó que se estaba burlando de él y sospechó que esas palabras eran un
insulto. Como aún vivía el más joven, no sólo trataba de convencerlo con palabras,
sino que le prometía con juramentos que lo haría rico y feliz, si abandonaba las
tradiciones de sus antepasados. Le aseguraba asimismo que lo haría su Amigo y le
confiaría altos cargos.
Pero como el joven no le hacía ningún caso, el rey hizo llamar a la madre y le pidió
que aconsejara a su hijo, a fin de salvarle la vida.
Después de mucho insistir, ella accedió a persuadir a su hijo.
Entonces, acercándose a él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua
materna: "Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé nueve meses en mis
entrañas, te amamanté durante tres años y te crié y eduqué, dándote el alimento,
hasta la edad que ahora tienes.
Yo te suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en
ellos, reconozcas que Dios lo hizo todo de la nada, y que también el género humano
fue hecho de la misma manera.
No temas a este verdugo: muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la
muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la
misericordia".
Apenas ella terminó de hablar, el joven dijo: "¿Qué esperan? Yo no obedezco el
decreto del rey, sino las prescripciones de la Ley que fue dada a nuestros padres
por medio de Moisés.
Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de
las manos de Dios.
Salmo 17(16),1.5-6.8b.15.
Escucha mi grito, Señor,
atiende a mis clamores,
presta atención a mi plegaria,
pues no hay engaño en mis labios.
Afirma mis pasos en tus caminos
para que no tropiecen mis pies.
A ti te llamo, oh Dios,
esperando tu respuesta;
inclina a mí tu oído
y escucha mi ruego.
Guárdame como a la niña de tus ojos,
escóndeme a la sombra de tus alas,
Y yo, como justo,
contemplaré tu rostro,
y al despertar,
me saciaré de tu semblante.
Evangelio según San Lucas 19,11-28.
Como la gente seguía escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de
Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a
otro.
El les dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la
investidura real y regresar en seguida.
Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno,
diciéndoles: 'Háganlas producir hasta que yo vuelva'.
Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada
encargada de decir: 'No queremos que este sea nuestro rey'.
Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes
había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido
diez veces más'.
'Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe
el gobierno de diez ciudades'.
Llegó el segundo y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco
veces más'.
A él también le dijo: 'Tú estarás al frente de cinco ciudades'.
Llegó el otro y le dijo: 'Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé
envueltas en un pañuelo.
Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que
no has depositado y cosechar lo que no has sembrado'.
El le respondió: 'Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que
soy un hombre exigentes, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que
no sembré,
¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera
recuperado con intereses'.
Y dijo a los que estaban allí: 'Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez
veces más'.
'¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!'.
Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo
que tiene.
En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y
mátenlos en mi presencia".
Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
Comentario del Evangelio por :
Papa Francisco
Audiencia general del 05/06/2013 (trad. © copyright Librería Editrice
Vaticana)
“Hacedlos fructificar”
“Hoy desearía detenerme en la cuestión del medio ambiente, como ya he tenido
oportunidad de hacer en varias ocasiones. Me lo sugiere además la Jornada mundial
del medio ambiente, de hoy, promovida por las Naciones Unidas, que lanza un
fuerte llamamiento a la necesidad de eliminar el desperdicio y la destrucción de
alimentos.
Cuando hablamos de medio ambiente, de la creación, mi pensamiento se dirige a
las primeras páginas de la Biblia, al libro del Génesis, donde se afirma que Dios
puso al hombre y a la mujer en la tierra para que la cultivaran y la custodiaran (cf.
2, 15). Y me surgen las preguntas: ¿qué quiere decir cultivar y custodiar la tierra?
¿Estamos verdaderamente cultivando y custodiando la creación? ¿O bien la estamos
explotando y descuidando? El verbo «cultivar» me recuerda el cuidado que tiene el
agricultor de su tierra para que dé fruto y éste se comparta: ¡cuánta atención,
pasión y dedicación!
Cultivar y custodiar la creación es una indicación de Dios dada no sólo al inicio de
la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte de su proyecto; quiere decir hacer
crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un jardín, un
lugar habitable para todos. Benedicto XVI recordó varias veces que esta tarea que
nos ha encomendado Dios Creador requiere percibir el ritmo y la lógica de la
creación. Nosotros en cambio nos guiamos a menudo por la soberbia de dominar,
de poseer, de manipular, de explotar; no la «custodiamos», no la respetamos, no la
consideramos como un don gratuito que hay que cuidar. Estamos perdiendo la
actitud del estupor, de la contemplación, de la escucha de la creación; y así ya no
logramos leer en ella lo que Benedicto XVI llama «el ritmo de la historia de amor de
Dios con el hombre». ¿Por qué sucede esto? Porque pensamos y vivimos de manera
horizontal, nos hemos alejado de Dios, ya no leemos sus signos.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”