Ciclo C: XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario
Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos y amigas
Jesucristo es Rey -(y sacerdote y profeta, roles que desde el bautismo también
compartimos nosotros)- y su fiesta la celebramos hoy, último domingo del año
litúrgico 2013. Puesta intencionalmente por la iglesia entre un año que termina y
otro que comienza, la Fiesta de Cristo Rey quiere significar que es el centro de la
historia: todo va a Él y todo viene de Él. Él purifica y valida el año 2013, que se va,
y bendice y hará fructificar el 2014, que se viene. Cristo Rey se presenta así como
el Señor del Tiempo, el Alfa y la Omega. Le acompaña, por voluntad suya, su
querida madre María, a quien Jesús coronó como Reina y Señora del Universo. Es lo
que celebramos en nuestra parroquia, que en su fiesta aniversario, festeja a Cristo
Rey y a María Reina, bajo su advocación de Virgen de la Medalla Milagrosa.
La imagen y figura de Cristo Rey ha originado en la historia diferentes reacciones, y
las seguirá originando. Está, ante todo, la que nos presenta el evangelio de hoy (Lc
23, 35-43), de indiferencia, burla, provocación e insulto. Jesús guarda silencio,
porque no saben lo que hacen. Significativamente hablará sólo cuando el buen
ladrón Dimas le pida que se acuerde de él en su reino: hoy estarás conmigo en el
paraíso, le responde. Otra reacción extrema, aunque contraria, es la que convierte
a Cristo Rey en grito de guerra, cuando la falta de libertad religiosa y la violencia se
hacen persecución contra los cristianos. “¡Viva Cristo Rey!” fue, no hace mucho, el
santo y seña y el grito de guerra de los cristeros (Guerra Cristera o Cristiada,
México,1926-1929). Digamos que la reacción correcta es la que celebra a Cristo
Rey por la clase de Rey que fue y es y por la clase de Reino y de Reinado que llevó
y lleva a cabo.
Él se sabía Rey -por derecho, conquista y descendencia davídica- y así lo dijo (Jn
18,37) y así fue escrito en el INRI de la cruz pese a todo y a todos (Jn 19, 19-22).
Le costó la vida ir a contracorriente y hacer entender que un rey y aún más el Rey
esperado y ungido (el Mesías), había venido a este mundo a servir y no a ser
servido, y que tenía que ser humilde, afable y amigo de los pobres. De un rey tan
humano (Hijo del Hombre, ser humano, se llamaba Él), ¿qué clase de reino y de
reinado podía esperarse? La iglesia es quien mejor lo ha entendido y descrito: un
reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, el amor y la
paz. Más no se puede decir en tan poco. Pero sí completar con lo que dice en otro
Prefacio de la Misa: un pueblo nuevo, cuya forma de estado es la libertad y cuya ley
es el precepto del amor
Lo grande y maravilloso para nosotros es que, desde el bautismo, somos reyes con
el Rey y reyes en su Reino, no sólo servidores y ciudadanos. Y tenemos una misión
concreta y envidiable: la de hacerle reinar en este mundo instaurando en Cristo
todas las cosas (leyes, estructuras, trabajos, hombres y mujeres, gozos y
esperanzas…), para que Él reine efectivamente en todo. El Reino de Dios ya es,
pero todavía no. Por eso pedimos que venga a nosotros Su Reino y trabajamos por
hacer realidad aquí abajo lo que allí ya es: comunión en el amor, paz y libertad,
dicha y gloria para siempre. La tarea es de todos, pero especialmente de los laicos
a quienes corresponde vivir, trabajar y santificarse en el mundo.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)