XXXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes
Lecturas bíblicas
a.- Dn.1,1-6.8-20: Los tres jóvenes.
b.- Lc. 21, 1-4: El óbolo de la viuda.
Este evangelio, nos narra la actitud de la viuda pobre, que dio todo cuanto tenía
para vivir como ofrenda en el templo de Jerusalén (cfr. Mc. 12,41-44; 1Re.17,8-
16). La acción se sitúa en el atrio e las mujeres, frente al tesoro del templo, donde
se recogían en cepillos las ofrendas mandadas por la Ley y las donaciones
voluntarias. También está ahí Jesús, sentado que observa a las gentes cómo
depositan sus ofrendas, las presentan al sacerdote que pregunta el monto y su
destino, es decir, si era para madera, incienso o para comprar los pájaros para los
holocaustos. Jesús sigue con su enseñanza en el templo de Jerusalén y una pobre
viuda, se acerca al cepillo y deposita dos moneditas de cobre, la centésima parte
de un denario, acuñadas en tiempo de Herodes el Grande (cfr. Lc. 12, 59). Jesús lo
vio y escuchó a la mujer, pues se acostumbraba a cantar la suma entregada. La
observación que hace Jesucristo, nos habla de su poder de captación de las
actitudes interiores que posee y estima, como revelación de un verdadero culto
interior de los más humildes. Esta actitud se contrapone con la de aquellos, que no
son solidarios aun cuando poseen muchas riquezas. Acumulan riquezas, pero son
pobres ante Dios, como el rico insensato (cfr. Lc. 12, 13-21), no así esta viuda,
que sí es rica a los ojos de Dios, por su actitud de fe y confianza en la Providencia
divina (cfr. Lc.12, 22-30). Ella lo dio todo para el culto de Yahvé, dio lo que tenía
para vivir. La revelación bíblica, más que presentarnos la riqueza y la pobreza
desde su aspecto cuantitativo, acentúa la disposición interior de apego o
desprendimiento que uno posee respecto al dinero como a las riquezas. Este es el
criterio que nos hace ricos o pobres a los ojos de Dios. Forma parte de los que son
llamados Bienaventurados, porque vienen de la palabra de Jesús (cfr. Lc. 6, 10;
12,31). El texto resalta la imagen de la viuda generosa como modelo contra la
actuación de los líderes de Israel. Jesús, lo que hace es alabar la generosidad de la
mujer, aunque la cantidad fue pequeña, era enorme en comparación de sus bienes.
Pero lo admirables es que Jesús compara su donativo con el de los ricos y
poderosos que donaron de lo que les sobraba, sin ningún sacrificio personal. Jesús
alaba la generosidad del corazón que no mira tanto el monto, como la generosidad
ya que Dios no mira cuanto daba cada uno sino la actitud, dándole a la ofrenda su
verdadero valor. Si bien Jesús no hace nada por la mujer, ni siquiera le habla, la
pone como modelo de caridad para quienes le escuchan ahí en el templo. En ella
está representado el pueblo de Dios, partícipe del reino de Dios (cfr. 12,32). El
pueblo de Dios es pobre, se arrima a Dios Padre, más que a sus bienes (cfr. Hch. 2,
44-47). La Iglesia, vive de la verdad de la Resurrección de Jesucristo, es la
comunidad de los pobres, pero que son grandes a los ojos de Dios, porque con
humildad lo dan todo y confían en el Señor. Los pobres son bien considerados y
será la Iglesia la que asuma, a lo largo de los siglos la tarea de atenderles.
Teresa de Jesús, como la viuda del evangelio, aprendió a confiar en Dios, le entregó
la vida para cantar sus misericordias: “Nunca falta Dios a quien en ÉL solo confía”
(R 1,14).