XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario/C
Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo
Jesús es el Señor
Con esta Fiesta de hoy cerramos el Ciclo Litúrgico. El próximo Domingo ya
comenzamos un nuevo Año Litúrgico con el Primer Domingo de Adviento, en
preparación para la Navidad. Hoy tenemos la clausura del Año de la Fe en la
celebración de la Solemnidad de Cristo como Rey del Universo.
La palabra de Dios menciona el Reino de Dios, el Reino de Jesucristo. En el
Evangelio (Lc. 23, 35-43), vemos el bellísimo y conmovedor relato del “buen
ladr￳n”, crucificado al lado del Se￱or. En la Segunda Lectura (Col. 1, 12-20), San
Pablo nos brinda un himno bellísimo de alabanza al poder de Cristo Rey.
El pasaje evangélico es el de la muerte de Cristo, porque es en ese momento
cuando Cristo empieza a reinar en el mundo. La cruz es el trono de este rey.
«Había encima de él una inscripci￳n: “Este es el Rey de los judíos”». Aquello que en
las intenciones de los enemigos debía ser la justificación de su condena, era, a los
ojos del Padre celestial, la proclamación de su soberanía universal.
La solemnidad de Cristo Rey la estableció el Papa Pío XI en 1925 en respuesta a los
regímenes políticos ateos y totalitarios que negaban los derechos de Dios y de la
Iglesia. El clima del que nació la solemnidad es, por ejemplo, el de la guerra
cristera en México, cuando muchos cristianos afrontaron la muerte gritando hasta el
último aliento: “ Viva Cristo Rey ”. Pero si la instituci￳n de la fiesta es reciente, no
así su contenido y su idea central, que es antiquísima y nace, se puede decir, con el
cristianismo. La frase “ Cristo reina ” tiene su equivalente en la profesión de fe:
Jesús es el Señor ”, que ocupa un puesto central en la predicaci￳n y en la vida de
los apóstoles.
Cristo crucificado verdaderamente “vive y reina por los siglos de los siglos”. Sí, él
es “el Viviente”, “el Se￱or”, y reina en la vida de los hombres y las mujeres de
todos los lugares y de todos los tiempos que lo acogen libremente y lo siguen con
fidelidad. Pero su reino, “reino de justicia, de amor y de paz” ( Prefacio ), sólo se
manifestará plenamente al final de los tiempos.
La fe cristiana está centrada en Cristo, la fe es confesar que Jesús es el Señor, y
que Dios lo ha resucitado de entre los muertos (cf. Rm 10,9) (LF 15). El triunfo de
la Iglesia es la resurrección de Jesús. Porque para la fe, Cristo no es sólo aquel en
quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel con
quien nos unimos para poder creer (LF 18).
La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus
ojos: es una participación en su modo de ver. En muchos ámbitos de la vida
confiamos en otras personas que conocen las cosas mejor que nosotros. Tenemos
confianza en el arquitecto que nos construye la casa, en el farmacéutico que nos da
la medicina para curarnos, en el abogado que nos defiende en el tribunal. Tenemos
necesidad también de alguien que sea fiable y experto en las cosas de Dios. Jesús,
su Hijo, se presenta como aquel que nos explica a Dios (cf. Jn 1,18) (Ibidem).
La vida de Cristo -su modo de conocer al Padre, de vivir totalmente en relación con
él- abre un espacio nuevo a la experiencia humana, en el que podemos entrar. La
importancia de la relación personal con Jesús mediante la fe queda reflejada en los
diversos usos que hace san Juan del verbo credere : “Creemos a” Jesús cuando
aceptamos su Palabra, su testimonio, porque él es veraz (cf. Jn 6,30). “Creemos
en” Jesús cuando lo acogemos personalmente en nuestra vida y nos confiamos a él,
uniéndonos a él mediante el amor y siguiéndolo a lo largo del camino (cf. Jn 2,11;
6,47; 12,44) (Ibidem).
Cada uno de nosotros debemos esforzarnos personalmente por ser súbditos de
Cristo Rey con la mayor perfección posible de mente, voluntad y corazón, porque
fuimos comprados al precio de su preciosísima Sangre. Cristo es Rey del hogar y de
la sociedad. Jesús nos pide creer en Él, poner en Él nuestra esperanza y amarle de
todo coraz￳n. Él nos ha dicho “El Padre ama al Hijo y pone todas las cosas en sus
manos. El que cree al Hijo tiene la vida eterna” (Jn 3, 35-36).
Por tanto, el interrogante importante que hay que hacernos en la solemnidad de
Cristo Rey no es si reina o no en el mundo, sino si reina o no dentro de mí con más
intensidad en el fin de este Año de la Fe; no si su realeza está reconocida por los
Estados y por los gobiernos, sino si es reconocida y vivida por mí. ¿Cristo es Rey y
Señor de mi vida? ¿Quién reina dentro de mi, quién fija los objetivos y establece las
prioridades: Cristo o algún otro? Según san Pablo, existen dos modos posibles de
vivir: o para uno mismo o para el Señor (Rm 14, 7-9). Vivir “para uno mismo”
significa vivir como quien tiene en sí mismo el propio principio y el propio fin; indica
una existencia cerrada en sí misma, orientada sólo a la propia satisfacción y a la
propia gloria, sin perspectiva alguna de eternidad. Vivir ‘para el Se￱or’, al contrario,
significa vivir por Él, esto es, en vista de Él, por y para su gloria, por y para su
reino.
O dicho de otro modo, ¿se cumplió en mida personal y familiar el objetivo del Año
de la Fe, que era establecer un período de reflexión en torno a las enseñanzas de la
Iglesia para ayudar a los católicos a comprender mejor su doctrina para después,
evangelizar, de modo que Cristo sea realmente el Señor, el Rey?
Pero Dios siempre nos da nuevas oportunidades, su proyecto es haya continuidad,
crecimiento de su Vida en nuestra vida de su amor en nuestro amor: Ya está el
nuevo documento, que recoge las conclusiones del Sínodo de Obispos sobre la
Nueva Evangelización y algunas reflexiones del Papa. En él Francisco explica cómo
se puede evangelizar hoy en día, especialmente en países secularizados y habla
sobre la responsabilidad que tenemos los cristianos de difundir las enseñanzas de
Jesús., de modo que en todo y en todos Reine “el Viviente”, “el Se￱or”.
Conviene, pues que Él reine, porque su reinado es eterno y universal, es un reinado
de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Que
Nuestra Señora de la Soledad nos enseñe a acoger al Testigo fiel, al Rey de la
Gloria, en nuestra inteligencia , en la voluntad y en el corazón .
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)