SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (C)
CLAUSURA DEL AÑO DE LA FE
Homilía del P. Abad Josep M. Soler
24 de noviembre de 2013
2Sam 5, 1-3; Col 1, 12-20; Lc 23, 35-43
¿No creéis, hermanos y hermanas, que hasta cierto punto es lógica la reacción de la
gente en este evangelio que acabamos de escuchar? Las autoridades y la gente
contemplaban el letrero que decía: " Éste es el rey de los judíos " y, en cambio, veían a
un crucificado sin fuerzas casi ni para respirar. Por eso se reían de Jesús. Sí, esta es
la lógica humana. ¿Cómo puede ser rey aquel condenado a muerte después de una
vida de predicador itinerante y seguido por un grupo que no contaba para nada?
¿Cómo puede ser este un rey sin poder ni antes de ser condenado ni ahora? Hasta
cierto punto es lógica su reacción. Ellos concebían al Mesías Rey de los judíos con la
dignidad y el poder de un señor terrenal. Era la idea general. Por eso muchos no
descubrieron el misterio divino de aquel hombre que estaba en la cruz y se burlaban.
Pero hubo otros que descubrieron el misterio. Entre ellos, también uno de los
malhechores crucificados . Los que se movían por lógicas humanas sin abrirse a lo
inédito de Dios, no descubrieron la realeza escondida detrás aquel crucificado del
medio. Pero, uno de los dos malhechores que compartían el suplicio con Jesús, si
descubrió el misterio; comprendió, en medio del dolor, que aquel hombre era el Rey
salvador, el Mesías . Y con palabras llenas de fe se reconoce humildemente pecador y
le pide que se acuerde de él. Intuye que en el amor sin límites de Jesús, está la
salvación, la fruición gozosa del Reino de Dios.
Jesús había evitado siempre el título de Rey que iba ligado inseparablemente al de
Mesías ; lo rehuía porque se prestaba a ser interpretado políticamente por parte de
muchos. En cambio, en la cruz se acaban los equívocos. Él es Mesías y Rey de otra
manera. Es un Rey crucificado, desarmado, sólo tiene las armas del amor que lo lleva
a dar la vida. Jesús ejerce de Rey verdadero desde la cruz. Así queda claro que es un
Rey sin ninguna ambición de dominar por la fuerza. Por eso ahora, acepta que aquel
otro crucificado le trate de Rey para pedirle que se acuerde de él en su Reino . Y Jesús
le promete que será acogido, que estará en el paraíso . Esta expresión no significa
tanto un lugar material como una relación vital de Dios con el ser humano después de
la muerte. Jesús sabe que, dando la vida en la cruz, abrirá para todos las puertas de
esta relación eterna. Unas puertas, sin embargo, que la libertad humana puede
rehusar cruzar. Porque Dios quiere que sea una relación libre y llena de amor, no
forzada por ninguna imposición. La sencillez de corazón delante de Jesús y la
conciencia de que uno mismo no tiene la llave para superar la muerte, hacen, como en
el caso del ladrón arrepentido, que por medio de la fe, los creyentes nos podamos
abrir a la realeza del Mesías crucificado.
Jesucristo clavado en cruz es el centro de la fe Cristiana. Y, tal como lo representa
bien la cruz de este altar, es desde la cruz que es Rey . Y ¿qué significa ser Rey en el
caso de Jesús? Significa que es el centro de todo, la medida de vivir en plenitud, el
pastor de la humanidad por medio de la Palabra y del amor sin límites, el término hacia
el cual se encamina la humanidad y toda la creación. Significa, a la luz de la fe bíblica,
que en él está la plenitud de la divinidad. Esta realeza, sin embargo, sólo aparece
resplandeciente en su resurrección y aún, según el designio divino, sólo para la mirada
de la fe.
Hoy concluye la celebración del Año de la fe. Ha tenido como objeto dar más vitalidad
a la fe de los creyentes, hacernos reencontrar el gusto de la fe y, por tanto, poner el
acento sobre nuestra identidad cristiana, de discípulos de Jesús, el Rey crucificado,
que con su resurrección se ha convertido en esperanza de una vida nueva. La
renovación de la vivencia de la fe, no obstante, no termina con la conclusión de hoy.
Es un proceso que dura toda la vida. Debemos continuar, pues, este proceso de
profundización. Y eso, en una doble dimensión, la de la vivencia espiritual de la fe por
medio de la relación personal con Jesucristo, y el conocimiento razonado, intelectual,
de los contenidos de la fe. Este proceso de profundización de la fe, sin embargo, sólo
será auténtico si se traduce en amor a los demás, en solidaridad, en ayuda, en servicio
a los pobres y marginados tanto si lo son en el cuerpo como en el espíritu.
La profundización de la fe es inseparable del hacer participar a los demás de la alegría
del encuentro con Jesucristo. Por eso los bautizados debemos ser evangelizadores
con la vida y con la palabra dicha oportunamente para ayudar a los demás a descubrir
el tesoro que hemos descubierto nosotros. El tesoro que es Jesucristo y la riqueza de
gracia que él da en su Iglesia, a pesar de la debilidad humana y el pecado de sus
miembros que peregrinan en la tierra. Porque la acogida verdadera de Jesucristo es
inseparable de la acogida de la Iglesia.
El Año de la fe ha sido marcado por la canonización y la beatificación de mártires de
varios países, entre los cuales hay un buen número de monjes de nuestra comunidad.
Es que los mártires son los testigos cualificados de una fe vivida radicalmente y nos
invitan y ayudan a dar más y más a Jesucristo, el primero de los mártires, que en la
cruz se ha convertido en Rey mediante la ofrenda de su sangre.
Desde el bautismo, hemos entrado en el ámbito de la realeza de Jesucristo y se ha
establecido una relación vital de Dios con cada uno de nosotros. A nosotros nos toca
profundizar cada día más para que todos los ámbitos de nuestra vida estén siempre
bajo la realeza humilde y amorosa de Jesucristo. Lo hemos de vivir con la fe y la
humildad del buen ladrón del Evangelio, que tras la experiencia de haber obrado el
mal, en el dolor y ante la proximidad de la muerte, invoca a aquel que comparte con él
su suerte, Jesús, como Salvador y como Señor del Reino eterno.
En la celebración de la Eucaristía Jesucristo, el Rey , viene a nosotros para insertarnos
más y más en su "Reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el
reino de la justicia, el amor y la paz" (cf. prefacio de la solemnidad).