UNA LUZ NOS ESPERA
Padre Javier Leoz
Si algo necesitamos en este tiempo histórico es un poco de esperanza. Es lo que, la
Iglesia, podemos y debemos ofrecer. Y, esa esperanza, no de bajo precio. Mucho
menos se consigue o se alcanza en los escaparates que nos rodean. Nuestra
esperanza tiene un nombre y un centro: Jesús. El ADVIENTO nos incita a la espera.
A levantar el ánimo y la cabeza. En definitiva, el Adviento, nos recuerda que –aun
teniendo los pies en la tierra- hemos de prepararnos a la venida del Señor que
viene del cielo.
1. ¿Qué nos puede ocurrir a la hora de situarnos ante al Adviento?
Primero: que lo vivamos rutinariamente. Sin más trascendencia que el esperar a
unas fiestas que pueden resultar agobiantes, machaconas, banales y hasta
estériles. Ello nos llevará, no solamente a tener unas almas a la intemperie sino,
además, a la cruda realidad de unos bolsillos vacíos. ¿Queremos esta falsa
esperanza? Me imagino que no. ¿Queremos una cesta de la compra llena o un
corazón colmado de Dios? Bonita frase la de Papa Francisco en la clausura del Año
de la Fe: “hay que colocar en el centro, de nuevo, a Cristo”. Y, para ello, habrá que
barrer todo aquello que nos produce desasosiego.
Segundo: podemos entender estas semanas de adviento, como el pregón de unos
días en los que, las tradiciones o el folklore, juegan un papel importante en muchos
lugares de nuestro orbe cristiano, pero sin más consecuencia u objetivo que el
mantener algo que, hace tiempo, dejó de tener vigencia. El adviento, y no lo
olvidemos, tiene un gran calado: prepararnos al acontecimiento del amor de Dios
en Belén.
Y tercero: adentrarnos en el Adviento es desear a voz en grito, que Dios descienda
a la tierra. Es querer una realidad distinta a la que nos toca vivir. Es añorar para
nuestro mundo una mano que enderece lo torcido. Es mirar hacia el cielo pidiendo a
Dios que se manifieste en medio de nosotros. ¡Este es el momento que tenemos
que vivir! El Año de la Fe nos ha tenido que dejar una cosa muy clara: los cristianos
cimentados en Cristo hemos de ser esperanza allá donde nos encontremos.
2. Hoy, como en los tiempos de Jesús, la fe, estos tiempos “mesiánicos” en los que
vivimos, necesitan gente audaz y despierta. Hay una muchedumbre atontada por el
cloroformo de lo inmediato; por la anestesia de la apariencia, del “san comercio”,
del “san consumo” o del “san bebercio”. ﾿D￳nde estamos nosotros? ﾿C￳mo nos
vamos a preparar a la llegada del Señor?
Pronto, los Obispos y algunos medios de comunicación social (estos últimos muy
interesados por cierto) nos recordarán que las Navidades están secularizadas; que
la gente vive esos días con puro afán consumista; que hemos perdido el sentido
más profundo y genuino de la Navidad.
3.-No seamos tan pesimistas. Hay muchísima gente; miles de familias, millones de
hombres y de mujeres –en España y en el mundo entero- que son (somos)
personas con esperanza. Que apetecen encontrarse a Jesús en el camino de sus
vidas. Mejor dicho: el encontrarse con Cristo ha sido la mejor noticia y el mejor
regalo de toda su existencia.
Por ello, aunque no nos falten preocupaciones; aunque asome el maligno en forma
de tentación y de abandono; aunque la fe –en algunos hermanos nuestros haya
perdido vigor- nosotros estamos llamados a vivir este momento de fe y de gracia,
de espera y de oración, de vigilancia y de despertar.
4.- Estamos en Adviento, amigos, y hay que recobrar el ánimo perdido. Un cristiano
sin esperanza es como una habitación sin luz; como un paisaje sin horizonte; como
un cielo sin estrellas. Como una Navidad, con muchas luces, pero artificial. Y, esto,
no es poesía. ᄀEs que es verdad! Tal vez es necesario menos luces fuera…y más luz
divina dentro.
El presente que vivimos necesita de rostros iluminados por la alegría de creer. ¡Más
vale un cristiano contento que mil indicaciones para que la gente se acerque al
Señor! ¡Más vale un cristiano aventurero, entusiasta y buscador de Dios que un
cúmulo de preceptos que, de entrada, serán más obstáculo que trampolín para
zambullirse en el corazón de Cristo!
¡Dios viene! Y, eso, es lo sustancial. Pongamos en la mesilla de nuestra casa el
“despertador”. Que cuando venga, nos encuentre preparados.
¡Dios viene! Que nos encuentre, por lo menos, esperándole, evocándole y –sobre
todo- dando testimonio de su presencia.
Hagamos ambiente cristiano allá donde estemos. ¡Qué momento! ¡Pero qué
momento nos espera por vivir! ᄀDios viene…y además peque￱o! ﾿Queremos vivirlo
así?
5.- QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR
Preparado para que, cuando Tú llames, yo te abra
Despierto para que, cuando Tú te acerques, te deje entrar
Alegre para que, cuando Tú te presentes, veas mi alegría
QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR
Que, el tiempo en el que vivo, no me impida ver el futuro
Que, mis sueños humanos, no eclipsen los divinos
Que, las cosas efímeras, no se antepongan sobre las definitivas
QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR
Y que, cuando nazcas, yo pueda velarte
Para que, cuando vengas, salga a recibirte
Y que, cuando llores, yo te pueda arrullar
QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR
Para que, la violencia, de lugar a la paz
Para que los enemigos se den la mano
Para que la oscuridad sea vencida por la luz
Para que el cielo se abra sobre la tierra
QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR
Porque el mundo necesita ánimo y levantar su cabeza
Porque el mundo, sin Ti, está cada vez más frío
Porque el mundo, sin Ti, es un caos sin esperanza
Porque el mundo, sin Ti, vive y camina desorientado
QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR
Prepara mi vida personal: que sea la tierra donde crezcas
Trabaja mi corazón: que sea la cuna donde nazcas
Ilumina mis caminos: para que pueda ir por ellos y encontrarte
Dame fuerza: para que pueda ofrecer al mundo lo que tú me das
QUIERO ESTAR, EN VELA, SEÑOR
Entre otras cosas porque, tu Nacimiento,
será la mejor noticia de la Noche Santa
que se hará madrugada de amor inmenso en Belén.
¡VEN, SEÑOR!