I Semana de Adviento
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- Is. 30, 18-21. 23-26: Dichosos los que esperan en Yahvé.
El profeta anuncia un tiempo de perdón y prosperidad, mientras el pueblo vive en
crisis, en medio de sufrimientos. Aunque el tono del oráculo sea de amenaza la
intención del autor es provocar la conversión del pueblo. De ahí que tras la
amenaza, viene el anuncio del perdón de Dios (vv.28-26), y la destrucción de sus
enemigos de Sión, Asiria en este caso concreto (Is.30,27-33). Dios aguarda para
perdonar (v.18), sería como la síntesis del obrar divino, Dios espera para apiadarse
porque es un Dios justo. Israel no fue capaz de levantarse de su postración,
experimentó el peso del pecado, de ahí que Yahvé espera el momento oportuno en
que el hombre, el pueblo se disponga para acoger su perdón (v. 18; cfr. Jc. 10,10-
15; Os.1-3; Is.54,7-8). Dios es paciente con su pueblo y anuncia ya la victoria de
los que esperan en ÉL. Se trata de la disposición salvadora de Dios y la garantía del
creyente acerca de la intervención redentora de Dios en la historia. Es el consuelo
de Dios para su pueblo que quiere bien dispuesto para ser purificado, perdonado
(cfr. Is. 40,2; 64,3; Sal.2,12). Dios se compadece, alude a esas entrañas maternas,
se quiere decir, que la relación de Yahvé con Israel no es algo frío o distante, sino
más bien, personal, Dios ama a y consuela a su pueblo como una madre bondadosa
(cfr. Is. 49,15; 66,13). Confianza, consuelo y compasión que Dios hace descender
sobre Israel, hablan de la naturaleza divina de Yahvé, puesto que es un Dios justo.
Ser justo, viene a designar la capacidad que tiene Dios de restablecer en la
comunidad el orden social, cimentado en la justicia y el personal arraigado en la
voluntad de Dios. Dios derrama su justicia, porque en ÉL reside la justicia, para que
en Sión de reúnan los redimidos (cfr. Is.1,27; 33,22). Las consecuencias de la obra
salvífica consistirá en que el pueblo tendrá la certeza de ser escuchado y de recibir
la enseñanza divina; porque le escuchará (v.19); el pueblo deberá rechazar la
idolatría, dispersa por los montes (v.25), con lo cual el pueblo pasará de las
tinieblas a la luz esplendente (v. 26). Las referencias a la fecundidad del campo,
abundancia de rebaños y de agua, es la imagen de una nación transformada por el
perdón y el consuelo de Yahvé (vv.25-26; cfr. Is.43,19-21; Jl.4,18). Siete días
brillará la luz en Sión, es la nación transformada, el pueblo irradiará una luz
deslumbrante, símbolo de una nueva creación, pero además de la sanación y el
perdón concedido por Dios. Es Dios quien convierte a Israel en testigo singular de
su actuar en la historia de la humanidad.
b.- Mt. 9, 35; 10, 1. 6-8: Jesús recorre las ciudades y misión de los Doce.
El evangelio nos presenta un compendio de la actividad de Jesús, donde el
evangelista establece que Jesús va a las ciudades y aldeas enseñando en las
sinagogas, predicando el reino de Dios y sanando las dolencias de las gentes (Mt.9,
35), y en un segundo momento, Jesús les a los Doce la misión y comparte sus
poderes para llevarla a cabo (Mt.10,1.6-8). Mateo quiere dejar en claro, cómo Jesús
usa los medios normales de enseñar, exponer en la asamblea reunida para el culto
divino en la sinagoga, aunque también lo haga al aire libre. El Mesías ha sido
enviado a las ovejas perdidas de Israel, y lo hace en forma clara y oficial. Mateo,
deja que en claro que Jesús enseña y sana, proclama el reino y sana toda
enfermedad, lo que se relaciona con el Sermón de la Montaña y los milagros que
realiza (cfr. Mt.10,6; 4,23; 5-7; 8,1-9,34). En un segundo momento, los Doce
aparecen como un colegio apostólico ya constituidos, pertenecientes totalmente a
Jesús y su tarea salvífica. Le da poder sobre los espíritus y las enfermedades, o que
los asemeja a Jesús, serán sus enviados, actuarán como ÉL y confirmarán su
palabra con milagros (cfr. Mt.9,35). Al confiarles la misión, les señala los
destinatarios, y el contenido de la misión, es decir, la misión está destinada a
Israel (vv. 6-7). De destacar el límite que pone Jesús: sólo a las ovejas perdidas
de Israel, es decir, sólo a los judíos. Ellos son los herederos de la elección y las
promesas de Dios, fueran los primeros en recibir la propuesta de la misión
evangelizadora, realizada por Cristo Jesús. Con esta determinación, no quedan
fuera ni los samaritanos, ni los gentiles, todos tendrán parte en el Reino de Dios y
los bienes mesiánicos en su oportunidad. Se trata de ir de los judíos a los gentiles,
porque Jesús obedece lo establecido por Dios (cfr. Mt. 15, 24). Esta determinación
puedo resultar dura para Jesús, pero también ÉL está sujeto a la obediencia del
Padre, es la abnegación del Hijo, con lo que redime a todos los hombres. No es el
número ni las actividades a realizar lo que importa, sino que es la voluntad de
Dios, fuente y origen de toda misión, en el nuevo pueblo de Dios. Una vez que
ingresaron a la Iglesia los gentiles, estas palabras de Jesús, son un clarísimo
testimonio para el judío, que la salvación se ofreció a ellos en primer lugar. El
Mesías y sus apóstoles, consagraron sus vidas y trabajos, para serviles a ellos en
forma casi exclusiva. Si los gentiles han encontrado la fe en Cristo Jesús, la que
Israel rechazó, los judíos, se puede afirmar, que no tienen excusa (cfr. Mt. 8,10-
12). Los discípulos han de predicar lo mismo que Jesús: “Proclamad que el Reino
de los cielos está cerca.” (v. 7). El poder que se les ha otorgado deberán ponerlo al
servicio de los enfermos, sanándolos, resucitando a los muertos, expulsando a los
demonios, así serán semejantes a Jesús (cfr. Mt.4,23s; 8,17; 9,18s.23-26; 8,1-4;
4,24; 8,16.28-34; 9,2). Será en los Hechos, donde encontraremos que los
apóstoles realizaron estos milagros a favor de los hombres y mujeres necesitados,
los que acreditan su predicación evangélica (cfr. Hch. 3,1-10; 5,12-16; 9,31-43).
La predicación debe estar libre de toda codicia, de Jesús recibieron sus poderes
gratuitamente, gratuitamente deben comunicarlos al prójimo. La única riqueza del
apóstol es Dios, es el único Dueño de la mies, los apóstoles de todos los tiempos
humildes colaboradores en la obra de Dios. El don de hacer milagros que el Señor
Jesús entregó a sus discípulos, se revive en toda la historia de la Iglesia,
especialmente los Santos y Santas de todos los tiempos, y no sólo a los apóstoles.
San Juan de la Cruz el amor que existe entre el Padre y del Hijo en el seno de amor
trinitario: “En aquel amor inmenso/ que de los dos procedía / palabras de gran
regalo/ el Padre al Hijo decía, / de tan profundo deleite/ que nadie las entendía; /
sólo el Hijo lo gozaba,/ que es a quien pertenecía; / pero aquello que se entiende/
de esta manera decía: “Nada me contenta, Hijo, fuera de tu compañía; / y si algo
me contenta, / en ti mismo lo quería” Romance acerca de la Trinidad (vv. 50-60).