I Domingo de Adviento
Este domingo iniciamos el Tiempo de Adviento. Tiempo de gracia que debemos
aprovechar para profundizar y crecer en nuestra vida cristiana. Ella tiene su centro
en la persona de Jesucristo. La actitud para iniciar este tiempo debe ser, por lo
mismo, de apertura hacia un encuentro siempre nuevo con Jesucristo. Recordemos
aquella luminosa ense￱anza de Benedicto XVI, cuando decía: “No se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientaci￳n decisiva” (Ap. 243).
Podríamos decir que ya lo conocemos, que ya nos hemos encontrado con él. Esta
actitud, sin embargo, nos puede encerrar en aparentes seguridades. El encuentro
con Jesucristo siempre es nuevo, siempre es actual. El pasado nos ayuda como
memoria de un camino. Quedarnos en el recuerdo de lo vivido nos puede alejar de
una actitud de apertura a Cristo, que hoy se acerca a mí. Aparecida, cuando habla
del Itinerario Formativo de los Discípulos Misioneros, nos señala cuáles son los:
“Lugares de encuentro con Jesucristo” (246-257).
Como primer lugar de encuentro con Jesucristo nos habla de la Palabra de Dios.
Esto parte de la fe en un Dios que habló; su palabra se convierte en fuente de vida.
La fe cristiana no se confunde con un sentimiento subjetivo, sino que es respuesta
a la Palabra de Dios que ha tomado la iniciativa: “ahora, en este tiempo final, nos
dice la carta a los Hebreos, Dios nos habl￳ por medio de su Hijo” (Heb. 1, 2). ¡Qué
importante en este tiempo descubrir el valor de la lectio divina, como lectura orante
de la Palabra de Dios! Esta lectura favorece el encuentro personal con Jesucristo.
Luego nos ha bla de la participación en la Sagrada Liturgia, de modo especial no
dice en la Eucaristía, que es: “el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con
Jesucristo. Con este sacramento, Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su
dinamismo hacia Dios y hacia el pr￳jimo” (251). También, agrega, en: “La oraci￳n
personal y comunitaria, donde el discípulo, alimentado por la Palabra y la
Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir
la voluntad del Padre” (255).
Además, continúa, diciéndonos que: “Jesús está presente en medio de una
comunidad viva en la fe y el amor fraterno” (256). Nos deberíamos preguntar c￳mo
es mi presencia en la comunidad donde participo de la eucaristía. ¡Cuánta
necesidad hay en nuestras parroquias y capillas, de una participación más activa y
comprometida de quienes conc urren a ellas! Finalmente concluye, diciendo, que lo
encontramos a Jesús: “de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos
(cfr. Mt. 25, 37-40).
El encuentro con Jesucristo en los pobres es una dimensión constitutiva de nuestra
fe. La opción por el pobre, decía el Santo Padre, es una página de la cristología. No
se trata de una ideología sino de un lugar de encuentro querido por Jesucristo.
Tratemos de valorar en este tiempo de Adviento estos lugares donde el Señor nos
espera. Sepamos disponer nuestro espíritu y de nuestro tiempo para este encuentro
siempre nuevo con Jesucristo.
Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz