MISA DOMINICAL
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
(Ciclo A)
Permitidme antes de empezar, a propósito de la celebración del vigésimo
aniversario de la Constitución Española, algunas notas que sobre este tema Juan
Pablo II recoge en su encíclica Centesimus annus:
“La Iglesia aprecia el sistema de la democracia en la medida en que
asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y,
sobre todo, en la medida en que garantiza a los gobernados la posibilidad
de elegir y controlar a sus propios gobernantes. Una auténtica democracia
es posible solamente en un estado de derecho y sobre la base de una
recta concepción de la persona humana...” 1
Pero no podemos olvidar que se debe dar a la democracia no sólo una
celebración, un recuerdo, como si todo estuviera ya glorificado, sino que hay que
buscar una serie de derechos que a veces no están tan claros.
“Entre los principales –dice el Papa- hay que recordar el derecho a la
vida, del que forma parte integrante el derecho del hijo a crecer bajo el
corazón de la madre después de haber sido concebido; el derecho a vivir
en una familia unida y en un ambiente moral favorable al desarrollo de la
propia personalidad; el derecho a madurar la propia inteligencia y la
propia libertad a través de la búsqueda y el conocimiento de la verdad;
por supuesto, el derecho a participar en el trabajo para valorar los bienes
de la tierra y recabar del mismo el sustento propio y de los seres
queridos; el derecho a fundar libremente una familia, a acoger y educar a
los hijos, haciendo uso responsable de la propia sexualidad... etc.”
Va desgranando una serie de derechos.
“También en los países donde están vigentes formas de gobierno
democrático no siempre –dice el Papa- son respetados totalmente esos
1 Centesimus annus n.46
derechos. Y nos referimos no sólo al escándalo del aborto, sino también a
diversos aspectos de una crisis de los sistemas democráticos, que a veces
han perdido la capacidad de elegir el bien común. Los interrogantes que se
plantean en la sociedad muchas veces no son examinados con criterios de
justicia y moralidad, sino más bien de acuerdo con la fuerza electoral o
financiera de los grupos que los sostienen.
El bien común no es la simple suma de los intereses particulares, sino
que tiene que implicar su valoración y su armonía, hecha según una
equilibrada jerarquía de valores.
Termina afirmando el Papa, en ese nº 47 del que hemos recogido estas
ideas, que la Iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático,
pero no posee ningún título para expresar preferencias por una u otra
solución institucional o constitucional. La aportación que tiene que hacer la
Iglesia en este sentido es precisamente el resaltar el concepto de la
dignidad de la persona, que ahora en estas fechas de la Navidad se va a
manifestar en toda su plenitud en el misterio del Verbo encarnado”.
La luz de la verdad va a terminar siempre por alumbrarnos. Pero hay que
buscarla, hay que conocerla y hay que saber vivir en ella. Ya va siendo hora de que
vivamos comprometidos con nuestra sociedad. No se trata tanto de la creación de
partidos cristianos como del testimonio cierto y real que cada uno de nosotros debe
vivir las veinticuatro horas del día siendo iconos del Padre, siendo imágenes del
Dios vivo y verdadero... En las reuniones de las comunidades de vecinos, en los
consejos escolares, en las colas de los supermercados... Si le tenemos a Él, que es
la verdad, no debemos vivir acomplejados, como con tristeza...
No podrán creer en Dios por su falta de fe, pero al menos que puedan acercarse
a nuestro Dios por el ejemplo humilde y sincero que debemos dar. El camino no ha
hecho más que empezar; ante nosotros se abren maravillosas expectativas de
poder construir la Ciudad de Dios, aquí y ahora. La teoría está escrita, está en el
Evangelio; también está en nuestras leyes, pero ahora nos toca hacerla vida a
nosotros. Y no olvidemos que también con la doctrina social de la Iglesia nos
hacemos santos.
Pero volvamos al Evangelio. Jan Dobraczynski es un autor polaco forjado en
los campos de concentración alemanes. Tiene una magnífica novela titulada Y el
rayo cayó por tercera vez. Es el drama de la vida de Juan Bautista. En ella nos
introduce desde las primeras páginas en el calabozo que ocupa el Bautista en la
prisión de Maqueronte, cuando va a ser asesinado. Sus discípulos se acercan a
Juan para saber si sigue vivo; pero él les hace otras preguntas:
“-Decidme, ¿qué es lo que hace Jesús?
Y ellos contestan:
- Recorre los caminos, enseña, sana...
- ¿Cómo le acoge la gente?
- Pues le acoge como a un gran maestro. Le siguen las multitudes. Dondequiera
que está atrae a todo el mundo. Se resisten a abandonarlo. Tiene que escaparse
incluso y esconderse para poder descansar...
Y le hace decir el autor a Juan Bautista:
- ¿Y vosotros cuándo os vais? Id también vosotros; es preciso que os
vayáis. Él tiene que subir como el Sol que al mediodía alcanza el zenit en el
cielo. Y yo tengo que desaparecer como una sombra...” 2
También hoy Juan Bautista nos dice a nosotros: Id, id detrás de Él.
Juan el Bautista es el precursor del Mesías, es el profeta del Adviento. Vuelve
otra vez a repetirnos ese mensaje que nos sabemos, pero que hay que volver a
escuchar: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos. Una voz grita en el
desierto: Mi voz grita para vosotros: Preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos... Yo os bautizo con agua... Él os bautizará con Espíritu Santo y con
fuego” 3 . La conversión se expresa desde el principio con una fe total y radical, que
2 Y el rayo cayó por tercera vez Jan DOBRACZYNSKI (Madrid 1989)
3 Mt. 3, 1 ss.
4 Redemptoris Missio Juan Pablo II nº 46-47
no debe poner límites ni obstáculos al don de Dios. Al mismo tiempo, sin embargo,
va determinando un proceso que podemos llamar dinámico, que está en
movimiento y nos hace reconocer durante toda la existencia –no en un momento, o
incluso ahora cuando celebramos la Eucaristía, durante toda la existencia- un
esfuerzo continuo que nos lleva al siguiente ejercicio: pasar de la vida “según la
carne” a la vida “según el Espíritu”. La conversión significa aceptar con decisión
personal la soberanía de Cristo 4 . Lo celebrábamos al final del año litúrgico: que
Cristo reina, que reina en mí. Y Él es el que nos hace ser discípulos suyos.
Al recordar este Evangelio, podemos también pensar en una jovencita que
murió en el año 85. Era alumna de un Colegio de Madrid, de Jesús Maestro, de las
Teresianas. Se llamaba Alexia González-Barros. Si no conocéis su vida, leedla,
porque os impresionará. Al leer su vida podemos darnos cuenta que resulta que es
verdad que siguen dándose casos de auténtica santidad en este mundo en que
muchas veces lo único que resplandece es su pecado. En el año 85, hace cuatro
días... Recién cumplidos los catorce años se le detectó un tumor, lo que se conoce
como el Sarcoma de Ewing. Los últimos cinco días de la vida de Alexia van a
coincidir con los primeros días del Adviento. Los vivirá intensamente en espera... El
primer domingo de Adviento cuando sus padres regresaron de Misa la oyeron que
canturreaba:
- ¿Qué cantas, hija?
Y ella, con mucha dificultad, contestó:
- Canto una canción del Colegio.
- ¿Qué canción? - le preguntan.
- Ven, ven, Señor, no tardes; ven que te esperamos –entonó con la voz muy
quebrada.
- Es una canción de Adviento –le dijeron sus padres.
- Sí, ya lo sé... Y continuó: El mundo muere de frío, el mundo no tiene luz...
Y durante un largo rato siguió cantando.
El 5 de Diciembre –ayer- del año 85 se dormía en los brazos de la Virgen.
Alexia había sido una niña muy normal, pero singularmente alegre y buena.
Buena compañera, muy trabajadora y ordenada. Sin embargo, lo que en ella
llamaba más la atención era su vida de piedad... Desde niña repetía siempre una
frase : “Jesús, que yo haga siempre lo que Tú quieras”.
Así es como vamos convirtiéndonos, poco a poco, según crecemos, con esa
exigencia de la que hablábamos antes del día a día. A pesar de las dificultades, a
pesar de enfermedades que nos puedan llevar incluso a la muerte. Poco a poco,
pero con insistencia y sobre todo con esa alegría de fondo: “Mi Jesús, siempre lo
que Tú quieras”.