SANTA MISA
Solemnidad de la Inmaculada Concepción
Deberíamos felicitarnos los unos a los otros en este día tan entrañable para los
que formamos la Iglesia Católica, sin miedo a declarar nuestro amor a María: a la
Inmaculada Virgen María, a la concebida sin pecado original, a la Purísima
Concepción.
Una de las manifestaciones más sublimes de la devoción a María a lo largo de la
historia es la que aparece en los cantos finales de la Divina Comedia de Dante.
Cuando San Bernardo de Claraval alaba a la bienaventurada Virgen María, afirma
con estas palabras: “Mira el rostro que más se parece a Cristo, pues sólo a través
de su resplandor te puedes preparar para verlo a Él”.
Desde los primeros siglos del cristianismo aparece en España el culto a la Virgen,
que se vio enriquecido por la labor incansable de los grandes santos de la España
mozárabe. A ello contribuyó sobremanera la liturgia de aquel tiempo, que celebró
con especial devoción las fiestas marianas, creando también para ellas bellísimas
oraciones y plegarias.
La devoción a la Virgen María se acrecentó en la Edad Media, como lo atestiguan
el gran número de ermitas, iglesias, monasterios y santuarios dedicados a Ella,
donde se veneraron imágenes que aún hoy siguen escuchando voces de alabanza y
confidencias del pueblo fiel.
Desde esta diócesis no podemos dejar de mencionar la importante obra de San
Ildefonso de Toledo Sobre la Virginidad perpetua de Santa María, en la que expresa
la fe de la Iglesia sobre este misterio. Con fórmula precisa indica: Virgen antes de
la venida del Hijo; virgen después de la generación del Hijo; virgen en el
nacimiento del Hijo; virgen después de nacido el Hijo. Y con el ritual, podemos
afirmar: Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia. Hoy hacemos presente este
dogma de fe proclamado solemnemente por el papa Pío IX en 1854, pero celebrado
desde los primeros siglos en muchos lugares de Oriente y Occidente.
El amor mariano -recordaba el Papa Juan Pablo II en la Basílica de El Pilar de
Zaragoza en 1982- ha sido en vuestra historia fermento de catolicidad. Impulsó a
las gentes de España a una devoción y a la defensa intrépida de las grandezas de
María, sobre todo de su Inmaculada Concepción . En ello porfiaban el pueblo, los
gremios, las cofradías y claustros universitarios... Y es lo que impulsó además a
trasplantar la devoci￳n mariana al Nuevo Mundo…
Este mismo sábado nuestros hermanos de Hispanoamérica celebrarán a Nuestra
Señora de Guadalupe. Resuenan hoy con la misma claridad y sencillez que en aquel
lejano 1531 las palabras de María Santísima al Beato Juan Diego. ¡Qué diálogo tan
cercano!
- ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y mi
resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿Tienes necesidad de alguna otra
cosa?
La ayuda de María a los hombres perdura sin cesar desde el consentimiento que
dio fielmente en la Anunciación y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta el
final de los tiempos. Siempre está intercediendo por nosotros y nunca abandona su
misión de Madre. Este amor le lleva a preocuparse de los hermanos de su Hijo que
aún peregrinan y se debaten entre peligros y angustias. Su fidelidad, afirma el
Concilio Vaticano II ( LG , 62 ), es y seguirá siendo fecunda en toda la historia de la
humanidad.
Ya está bien de confusionismo y de teologías deformadas. Necesitamos a María.
Y la Iglesia, nuestra Madre, es clara en su teología. El culto a María (lo que los
teólogos llaman hiperdulía) no es adoración, sino veneración a la más grande del
género humano, la nueva Eva que necesitaba el mundo perdido por su pecado.
Veneramos a la Virgen María Inmaculada antes, en y después del parto. María, la
siempre Virgen, no hará sino llevarnos a Jesús, a su Hijo. Eso es lo que más le
interesa.
La fe significa comprender nuestra propia finitud desde la instancia suprema de
la voluntad y del amor de Dios. Alégrate, llena de gracia, el Se￱or está contigo… No
temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios …Ninguna cosa es
imposible para Dios. Dijo María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según
tu palabra (Lc 1,28.30.37.38 ). Llena de confianza, afirmará después: Ha puesto los
ojos en la humildad de su esclava (Lc 1, 48 ). Este es el punto clave de nuestro vivir
aquí y ahora, en las circunstancias concretas en que estamos: sabernos en Dios y
desde Dios 1 . Y así actuó María. Su grandeza está por encima de todo en su fe. Lo
dirá Jesús: Más bien dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan ( Lc 11,
28 ).
Afirma el Cardenal Hans Urs Von Balthasar que “ninguna libertad finita puede
estar más libre de restricciones que cuando otorga su consentimiento a una libertad
infinita”.
Y todo comenzó con esta hermosa escena… La llena de gracia, así se lo comunica
Gabriel, acepta los planes de Dios, y dice: Hágase.
Y para todos una súplica, la misma que hacía el Hno. Rafael: No te olvides de la
Virgen María. Te aseguro que todo te irá bien… Con Ella lo podemos todo. Ama
mucho a la Virgen y eso te ayudará a amar a Dios. No hay nada difícil para la
Señora.
1 Marcelo GONZALEZ MARTIN, La Virgen María y la juventud. (Barcelona 1975).