MISA DOMINICAL
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
(Ciclo A)
Llegamos hasta el final de este camino del Adviento y este último domingo
prepara la venida inminente del Señor.
La figura central de este domingo es María, la Virgen expectante que ha
concebido en su seno al esperado de los tiempos, al Mesías anunciado al pueblo de
Israel, al Hijo de Dios.
En la primera lectura Isaías da una señal gratuita, desinteresada y divina a Acaz,
que muestra el amor de Dios a su pueblo: la Virgen da a luz a un hijo.
En el Evangelio acabamos de escuchar las palabras del ángel: ”No temas” . No
temas da a entender que José había tenido miedo de ofender a Dios reteniendo
consigo a una mujer adúltera; pues, de no ser así, tampoco hubiera pensado en
echarla de casa. El ángel, pues, le descubre a José y le pone delante cuanto había
pensado y cuanto en su alma había sufrido, y por este medio le demuestra que
viene de parte de Dios. Notemos también que, pronunciando el nombre de María,
no se detuvo en él, sino que el ángel añade: “Tu mujer” , nombre que no le hubiera
dado si hubiese estado corrompida. Mujer aquí quiere decir “prometida”, al modo
que suele la Sagrada Escritura llamar maridos a los pretendientes aun antes del
casamiento.
¿Y qué quiere decir “tomar”? Tomar quiere representar que José debe tenerla en
casa, pues en su mente ya estaba repudiada. Y es necesario que la guarde consigo.
“Esta – le dice el ángel– que ya has espiritualmente repudiado, reténla contigo, pues
Dios te la entrega, no sus padres. Y te la entrega no sólo para un casamiento, sino
para que convivas. Y te la entrega por medio de mis palabras” .
Como Cristo más tarde entregaría a María a su discípulo, así ahora la entrega el
ángel a José.
“No s￳lo, pues, - -podía seguir diciendo el ángel– has de echar de ti todo miedo,
sino que debes alegrarte sobremanera, porque lo que Ella concibe es obra del
Espíritu Santo” .
“No pienses – afirma San Juan Crisóstomo comentando este texto– que por ser la
concepción de Cristo obra del Espíritu Santo, estás tú ajeno al servicio de esta
divina economía. Porque, si es cierto que ninguna parte tienes en la generación y la
Virgen permanece intacta, sin embargo, todo lo que dice con el padre sin atentar a
la dignidad de la virginidad, todo te lo entrego a ti”. 1
Estas palabras de San Juan Crisóstomo después nos las resume hablando de las
últimas palabras del ángel: ” Porque Este ha venido a salvar a su pueblo de los
pecados” .
Muchas veces nos quedamos con la concepción de que el Señor viene a hacer un
mundo nuevo, un mundo solidario, un mundo universal, un pueblo común, la
ciudad de todos. Mucho más allá de eso, el Señor viene a librarnos de los pecados.
Esa es la grandeza de que somos redimidos. Y explica este santo en sus escritos:
“Mas antes de introducir al profeta, el ángel nos anuncia de antemano los bienes
que habían de venir a la tierra por medio de Cristo. ¿Qué bienes son esos? Dicho en
una palabra: la destrucción del pecado. Porque Él salvará – dice– a su pueblo de los
pecados de ellos. También aquí se nos muestra, pues, otra maravilla. No se nos
habla de guerras temporales ni de la dominación que esperaban los judíos del
dominio extranjero, sino que se nos da la Buena Noticia de algo que es mucho más
importante: la liberación de nuestros pecados; cosa que a nadie antes había sido
posible.”
Se cuenta que al final de una cena en un castillo inglés un famoso actor de
teatro entretenía a los huéspedes declamando textos de Shakespeare. Un tímido
sacerdote que se encontraba allí pidió al actor al final de sus exhortaciones que si
conocía el salmo 22. El actor respondió: “ Sí, lo conozco. Pero estoy dispuesto a
recitarlo s￳lo con la condici￳n de que después también lo recite usted” . El sacerdote
se sintió incómodo, pero accedió. El actor hizo una bellísima interpretación, con una
dicción perfecta:
“El Se￱or es mi pastor. Nada me falta.
En verdes praderas me hace recostar.
Me conduce hacia fuentes tranquilas.
1 Homilía sobre S. Mateo . San Juan Crisóstomo (Cuarta)
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida” .
Los huéspedes, al final, aplaudieron vivamente. Llegó el turno al sacerdote, que
se levantó y volvió a recitar las mismas palabras del salmo. Esta vez, cuando
terminó, no hubo aplausos; sólo un profundo silencio y el inicio de lágrimas en
algún rostro. El actor se mantuvo en silencio, pero después se levantó y dijo:
“Se￱oras y se￱ores: Espero que os hayáis dado cuenta de lo que ha sucedido esta
noche. Yo conocía el salmo, pero este hombre conoce al Pastor ”.
Que no nos suceda a nosotros lo mismo. Que nos acerquemos a Belén para
conocer al Señor, no para quedarnos en la escena exterior.
Escribe –y termino– un autor alemán: “En la medida en que el mundo se
cansa de su esperanza cristiana, la alternativa que nos queda es la del
materialismo, que ya conocemos todos; esto y nada más. Su experiencia del
cristianismo ha sido como la experiencia de un gran amor, el amor de toda una
vida. Por el contrario, quien vive en esperanza alcanza una luz nueva. Tendrá
atractivo para nosotros si todo esto se realiza cerca de la gruta de Belén, para que
allí podamos humillar nuestro orgullo, ensanchar nuestra caridad y aumentar
nuestro sentimiento de reverencia con la visi￳n de una pureza deslumbradora” . 2
Que nos preparemos, como después afirmará para nosotros hoy la liturgia, el
Prefacio II del Adviento. Faltan pocos días para que veamos en el belén a nuestro
Señor, “a quien todos los profetas anunciaron, la Virgen cuid￳ con inefable amor de
madre, Juan lo proclamó ya próximo y lo señaló después entre los hombres. El
mismo Señor nos conceda ahora prepararnos con alegría al misterio de su
nacimiento, para encontrarnos así cuando llegue velando en oración y cantando su
alabanza” .
2 Sermón sobre la Navidad. R.A. Knox. 29–12 -1953