II Semana de Adviento
Lunes
Tus pecados están perdonados
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de Isaías 35,1-10:
El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá
como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la
belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de
nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid
a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae
el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del
ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del
mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el
páramo será un estanque, lo reseco, un manantial. En el cubil donde se tumbaban
los chacales brotarán cañas y juncos. Lo cruzará una calzada que llamarán Vía
Sacra: no pasará por ella el impuro, y los inexpertos no se extraviarán. No habrá
por allí leones, ni se acercarán las bestias feroces; sino que caminarán los
redimidos, y volverán por ella los rescatados del Señor. Vendrán a Sión con
cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción
se alejarán.
Sal 84,9ab-10.11-12.13-14 R/. Nuestro Dios viene y nos salvará
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 5,17-26:
Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la
ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor
lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un
paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando
por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las
losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús.
Él, viendo la fe que tenían, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados.»
Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: «¿Quién es éste que dice
blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?»
Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: «¿Qué pensáis en vuestro
interior? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o decir
"levántate y anda"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la
tierra para perdonar pecados... –dijo al paralítico–: A ti te lo digo, ponte en pie,
toma tu camilla y vete a tu casa.»
Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido
y se marchó a su casa dando gloria a Dios.
Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: «Hoy
hemos visto cosas admirables.»
II. Compartimos la Palabra
Nuestro Dios nos salvará
Al final del destierro, una voz con profética inspiración dice con detalles coloristas la
alegría por la restauración de Judá, admirable icono de la salvación en la historia
del pueblo, porque el fiel sabe por su fe que la restauración no se debe a la autoría
de los hombres, sino a hechura de Yahvé. El regreso a Jerusalén se describe no sólo
como un retorno, sino como una renovación total, hasta de la misma naturaleza;
como un cambio radical de las personas pues hasta el enfermo sana y el carente de
ánimo recobra vigor. También como una integral salvación: el pecado será excluido
de la geografía salvada. Bellas palabras que no solo tienen el color y el sabor del
adviento, sino que también prefiguran la mejor morada de Dios entre los hombres,
a Jesús, que perdona el pecado y sana nuestras dolencias. Al volver, vuelven
cantando pues regresan del destierro a través del desierto y se encaminan a Sión, a
la morada compartida del pueblo elegido y de Dios. Viven gozosos la esperanza, por
eso no ha lugar al temor, sí a la fuerza que viene de Dios.
Tus pecados están perdonados
Escena con una asombrosa movilidad; es la fe de unos hombres que buscan
encontrarse con el que habla de un Dios que es Padre, a pesar de todos los
obstáculos, incluso los aparentemente insalvables; fe en búsqueda, en camino con
el norte siempre centrado, pues es Jesús de Nazaret el que da respuesta a la
inquietud; pero respuesta mucho más amplia y fecunda que la demanda de los
suplicantes. Jesús de Nazaret que sabe leer el corazón del hombre como nadie nos
hace ver varias cosas: que la raíz del mal está en el pecado; que los hombres
sufrimos lo indecible tanto en lo físico como en lo psíquico y espiritual; que todo
dolor, cualquier dolor, es prioritario para la atención sanadora de Jesús, porque el
hombre se deshumaniza y achica envuelto en el inevitable sufrir; que el perdonar
los pecados (indicador de que es el Mesías de Dios) y sanar la dolencia es una
experiencia de salvación que disfrutamos cuando creemos que Jesús de Nazaret es
la Palabra hecha carne. Página evangélica que subraya cuánto necesitamos
encontrarnos con Jesús en este adviento, porque Él es nuestro mejor apoyo y
fuerza.
Hoy evocamos a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el indígena chichimeca que
presenció la aparición de María de Guadalupe en el cerro del Tepeyac. María
bendice la tierra mexicana para un fecundo adviento.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Con permiso de dominicos.org