II Semana de Adviento
Martes
Lecturas bíblicas
a.- Is. 40, 1-11: Dios consuela a su pueblo desterrado.
“Consolad a mi pueblo” (1-2). Luego de la amarga experiencia del exilio, en que
parecía que Dios había abandonado a su pueblo, Dios reaparece con una palabra y
acción de consuelo para su pueblo. No sólo manda al profeta a consolar a su
pueblo, sino que el consuelo es obra del mismo Dios (cfr.Is.49,13; 52,9), se
identifica de tal modo que ÉL mismo se considera como el “Consolador” (cfr. Is.51).
Sus palabras están bañadas de ternura, “hablad al corazón e Jerusalén” (v.2). La
causa del desconsuelo es el destierro vivido, pero en el fondo es el pecado de
Israel; experimentó la dureza del exilio, pero sobre todo la lejanía de Dios, que era
el sentido de su vida, du fuerza, alegría, su todo; el templo, sin sacrificio,
sacerdocio, sin profetas ni reyes. Israel va a la ruina total. No tiene futuro sin Dios
(cfr. Jer.14, 17-21). De aquí que, por medio del profeta, asegura que su pueblo, ya
pagó su culpa (v.2). El exilio fue penitencia, un castigo durísimo, merecido por la
culpa de Israel, pero que, por gracia divina, la penitencia y conversión ha llegado a
su pueblo (cfr. Ex. 22, 3-8; Is. 47,6). “Abrid el camino a Yahvé” (v.3). Perdonada
la culpa, llega el consuelo, la invitación es a actuar: al pueblo parad sin esperanza
se le manda: “abrid un camino…trazad una calzada recta a nuestro Dios” (v.3). El
consuelo de Yahvé consiste en que vuelve a estar presente en medio de su pueblo.
Si viene es para actuar, ha puesto en marcha su plan de salvación, con la
colaboración del pueblo, y para ello, debe despertar y levantarse, prepara el camino
del Señor, que viene su encuentro para salvarlo, es más, debe salir al encuentro
de su Señor (cfr. Is.51, 17; 52,11). Se trata de un nuevo éxito, más extraordinario
que el anterior con los egipcios, una acción más prodigiosa, puesto que toda
criatura verá la gloria de Yahvé (v.5). Gloria y poder de Yahvé se manifiestan
cuando actúa, por eso el nuevo éxodo de Babilonia, será manifestación
incomparable de su gloria. La palabra de Yahvé, ha hablado la boca de Dios, lo que
sella el compromiso de su obrar. Palabra que no pasa y que se cumple (v.5;
Is.40,8; 55,10-11). “La palabra de nuestro Dios permanece por siempre” (vv.6-8).
El imperio de Babilonia cae ante el poderío de Ciro, los hombres como poderes de
este mundo son como humo, polilla, hierba que se seca apenas ha brotado; sólo
permanece la palabra de Dios, de ahí que no hay que temer las injurias de los
hombres, ni confiar en ellos. Todo pasa, sólo la palabra de Yahvé permanece (v.8;
Is.47, 7-8; 51,6-8; Jer. 17,5). Porque es verdadera, cumple siempre, sólo en ella
hay que confiar, sólo a ella hay que arrimarse (Jos. 21, 45; Is. 55,11). “Clama con
voz potente” (vv. 9-11). Ahora el profeta debe salir y gritar impulsado desde lo
interior: “clamar con voz potente” (v.9), que Dios viene salvar a su pueblo: “ahí
está vuestro Dios” (v.9). Yahvé viene con poder, su fuerza es irresistible, su brazo
manda y lo sojuzga todo, trae su salario y su paga, rescate y consuelo para su
pueblo, dado que Israel ya recibió su paga por sus pecados (cfr Is.40,2; 51,17). Es
el Buen Pastor, que reúne a sus ovejas dispersas y que apacienta con ternura y
delicadeza, ovejas heridas por su propia incredulidad y lastimadas por el desaliento
(v.11; cfr. Is.40, 2; 51,17; Jr.23,1-16; Ex.34;Sal.23; Mt.18,12-14; Lc.15,4-7;
Jn.10,1-18; 11,51-52). El profeta tiene como misión ser heraldo de buenas noticias,
alegre mensajero, albricias de salvación, de ahí que no pueda decirlas en voz baja
sino que debe hacerlo desde subir a un monte alto para que todos le escuchen. Ahí
está vuestro Dios. Nuestro pueblo necesita el consuelo de la palabra de Dios al
sentirse extraños en un mundo cada vez más tecnológico, pero a la vez más
inhumano; el mejor consuelo viene del Espíritu (Jn.14,26; 15,26; 16,7). ¿Quién nos
mueve a actuar sino es la esperanza teologal? Dios actúa en nosotros, con
nosotros, abrir caminos, evangelizar, dejarle actuar (cfr. Flp.2,12-13; Sal.126,5-6).
Desencantados de las ideologías y los sucedáneos de la religión, como la ciencia, el
poder, el placer, la política, sólo hay un Nombre que salva, que tiene palabras de
vida eterna: Jesucristo (cfr.Mt.24,35; Hch.4,12; Jn.6,68). Testigo de la ternura del
Buen Pastor, por haber experimentado su misericordia, nos proponemos acoger a
los hombres heridos por su incredulidad y reunir su rebaño disperso hasta que sea
todos sean uno, capaz de evangelizar nuestra sociedad (cfr. Jn. 17,21). Con voz
potente gritemos la Buena Noticia de la salvación, a los que quizás viven un exilio
más duro e inhumano que Israel.
b.- Mt. 18,12-14: La oveja perdida.
En esta parábola de la oveja, se puede distinguir entre estar extraviado,
descarriado, a estar perdido. Alguien se puede extraviar, otra cosa es perderse para
siempre, al primero se le puede ir a por él y reconducir. En la narración se habla de
extraviada, y cuando se hace la aplicación, se habla de perdida (v.14). Quien se
extravía o descarría, se puede perder por completo, es decir, para siempre, el texto
también se aplica al quehacer de los pastores de cara a la comunidad eclesial que
se les ha confiado. La oveja que se extravía, y que el pastor busca y la encuentra,
habla de su dedicación y responsabilidad. Entonces la alegría del pastor es
inmensa, se acrecienta la intimidad con ella, más quizás que con el resto del
rebaño, porque le ha salvado la vida. Todas las ovejas para él son importantes,
pero en especial, ésta que ha salvado de la muerte segura. Esta escena cotidiana
de la vida de Israel, es ocasión para advertir en Jesús el amor solícito de Dios
Padre por cada uno de sus hijos. Cuando uno se aparta de la comunidad, esta
desviación no es indiferente para Dios, quiere la salvación de cada uno, con
voluntad fuerte y sana. Nadie es insignificante o pequeño, que no pueda recibir, el
don de su amor de Padre, para acoger a todos en su Reino (cfr. Lc. 15,4-7). Su
voluntad es que nadie se pierda. En la figura del pastor encontramos la fuerza,
poder y cariño, mejor aún, la ternura de Dios que sale en busca de la oveja
perdida. Es la alegría de salvar lo perdido. De esta forma Jesús justifica su
actuación: acoge a los perdidos, los pecadores e indeseables porque el Padre no
quiere que nadie se pierda (v. 14). Dios ama a todos entrañablemente, es decir,
no hay gente sin importancia para ÉL. El Dios de los ejércitos, es también el Dios
de la misericordia, la ternura y la comprensión. Él es Padre y Madre a la vez, por lo
mismo, ama y perdonar, ama la vida que ÉL mismo creó (cfr. Sab. 11, 26). La
intención del evangelista, se dirige a los que se han alejado de Cristo y de su
Iglesia o se han dejado engañar; pero también les quiere enseñar a los dirigentes
de la comunidad eclesial cómo acercarse a éstos que se han salido del rebaño
imitando la forma de actuar de Dios, que no quiere la muerte del pecador ni que
tampoco se pierda lo que le pertenece (cfr. Ez. 18, 23; Lc. 19, 10; Jn. 3, 16; 6, 39;
17,12). De múltiples forma la Iglesia se acerca al mundo de los extraviados,
bautizados sobre todo, para que recobren su condición, de hijos de Dios, miembros
de la Iglesia y herederos de la vida eterna, desde su realidad concreta. Se trata de
ir al encuentro del prójimo sin aires de superioridad en nada, un abajarse para
encontrarlo y amarlo en su condición de cristiano si lo es, o de hombre que necesita
la luz de la salvación. Toda una exhortación a los apóstoles, para que tengan esta
solicitud, sobre todo, con los pequeños, que no sean descuidados. El pastor no los
puede perder de vista, aunque estén en las sombras, porque Dios los tiene siempre
muy presente, se compromete con ellos, y lo mismo quiere de sus pastores en su
Iglesia (cfr. Mt.10,41ss). Toda la comunidad eclesial, está llamada a esta orar por
los pequeños, los alejados del resto del rebaño, animada por el Espíritu del único
Pastor de nuestras almas Jesucristo el Señor y de sus legítimos pastores para su
pueblo. Sólo el Espíritu Santo hará el milagro de la conversión nuestra y la de ellos
con nuestra mayor adhesión a la persona de Jesús en su Iglesia.
S. Juan de la Cruz, nos introduce en el dinamismo del querer de Dios: “Al que a ti
te amare, Hijo, / a mí mismo le daría / y el amor que yo en ti tengo / ese mismo en
él pondría, /en razón de haber amado /a quien yo más quería” Romance acerca de
la Trinidad (vv. 70-75).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD