II Semana de Adviento
Jueves
Lecturas bíblicas
a.- Is. 41,13-20: Tú redentor es el santo de Israel.
El profeta presenta a los exiliados en el destierro, como no pueblo de Israel, sin
embargo, objeto de la salvación de Yahvé, en medio de las naciones paganas. Su
razón de ser es la vocación divina que Yahvé le concedió, pero Israel lo olvido y
creyó que era por generación humana y política. En Babilonia están sin patria, ni
templo, sin autonomía, sin religión. A este pueblo humillado por el poder babilonio,
su Dios le asegura su protección amorosa: está con él, no lo ha rechazado, lo ha
robustecido, es más lo tiene asido de su diestra victoriosa, como padre que guía a
su hijito para que no tropiece y caiga (cfr. Is.41,9-10.13-14). Ahora deberán creer
en Yahvé, saber que si los tiene de la mano, es para encontrar la razón de su ser:
“No temas soy tú Redentor” dice Yahvé (v. 14), para que se convierta en signo
visible de la acción salvadora de Dios. Dios se presenta como su Redentor (cfr.
Nm.35, 19; Rut.2,20). Que Dios sea su Redentor significa que en virtud de la
alianza está obligado a proteger y liberar a su pueblo, Yahvé se convierte en el
pariente más próximo de Israel y su único protector. Israel es débil, como un
gusanillo pisoteado por cualquiera, por sí sólo no es nada, con el auxilio de Dios lo
puede todo. Con tierno acento, le pide al pueblo, “gusanillo de Jacob”, reconocerlo
como su Redentor, para devolverle su lugar entre las naciones desde Abraham
hasta ahora (v.14). Su fuerza no está en ellos, sino en Yahvé, si acepta ser su
Redentor. Yahvé asume esa denominación de Goel, Redentor, en Egipto lo
demostró por primera vez, Jesús también lo hará en la Cruz, con carácter definitivo,
escatológico. Ahora es el pueblo en el exilio, objeto de su favor. Israel será grande
y fuerte sólo en la medida imparta justicia en medio de las naciones, si acepta a
Yahvé como su Redentor. Se puede convertir en trillo nuevo, capaz de triturar los
montes y colinas en paja, imagen de los enemigos, dispersos por el viento (vv.15-
16). Con la experiencia del exilio aún viva es invitado a reflexionar y apoyarse sólo
en Dios, el único que puede salvar, lo que debe llevarles a alegrarse en el Señor, en
el Santo de Israel. El fundamento de toda esta esperanza es el poder infinito de
Dios y su inmenso amor. Toda esta realidad alcanza su plenitud en Cristo Jesús,
porque Él es el verdadero Salvador, da su vida por nosotros y es el definitivo
Redentor (cfr. Hb. 2,14; 4,15). La Iglesia, sólo de ÉL posee toda la fuerza de su
apostolado, sólo en Él se apoya la esperanza verdadera y que no defrauda (cfr.
Rom.5, 5). Si Yahvé transforma la naturaleza, de un desierto en un paraíso, imagen
de la resurrección (cfr. Ez. 37,1-14), para su pueblo, nos lleva a pensar que la
esperanza teologal es fuente de vida nueva
b.- Mt. 11,11-15: No ha nacido otro mayor que Juan el Bautista.
El evangelio nos presenta a Juan Bautista, como el mayor de los nacidos de mujer
(cfr. Rm.1,3). Juan lo conocemos como el Precursor de Cristo ahí encontramos su
grandeza y pequeñez. ¿Cómo entender que el más pequeño en el reino de los
cielos, es además el más grande Juan Bautista? Hablamos desde la perspectiva del
reino de los cielos; para pertenecer a él es necesario una intervención directa de
Dios, un nuevo nacimiento, una regeneración en el hombre (cfr. Jn. 3, 3ss). Ni
siquiera Juan podía lograrlo, el más grande de los nacidos de mujer; sin embargo,
cualquier hombre bautizado, así sea el más insignificante a los ojos de los demás,
es más grande que Juan Bautista. Sin disminuir en nada su importancia, sin
embargo, como Precursor se queda a las puertas de la nueva economía de la
salvación que trae el reino de Dios. Este nuevo tiempo trasciende totalmente los
que le han precedido. El Reino de Dios sufre violencia (v.12), es un texto oscuro en
su interpretación: se puede entender por aquellos que a fuerza de renuncias
conquistan el Reino; de aquellos que por la fuerza de las armas quieren establecer,
como los zelotas, el Reino de Dios en la tierra; Satanás que quiere conservar su
poder en este mundo y obstaculiza la expansión del Reino de Dios, finalmente se
puede entender que el Reino de Dios se abre paso con violencia a pesar de los
obstáculos. Los fariseos pensaban que a fuerza de penitencia llegaría el fin ese
mismo día; desde los días de Juan y el Mesías está presente en medio de Israel, lo
que esperaban los judíos. Desde ese momento el hombre está frente a sus
exigencias, ante el Juicio que se pronunciará según la actitud de acogida o rechazo
del Reino. Juan lo había anunciado: el hacha está puesta en la raíz del árbol (cfr.
Mt. 3, 10), hay que optar por la vida eterna, hacerse violencia, significará esfuerzo
por alcanzarla. La Ley y los Profetas lo habían preparado, Juan es el ápice de todo
el AT. El Bautista, es el profeta Elías esperado, como había anunciado Malaquías
(Mal.3,1.23; Mt. 11,10), que antes del fin, vendría Elías a poner orden en la
relación del hombre con Dios. Todo esto se ha cumplido en Juan, que ha venido con
el espíritu de Elías. Jesús es el que había de venir, estamos por tanto al final de los
tiempos. Todo este proceso de conversión tiene una dimensión social, porque si el
cristiano es parte del reino de Dios debe luchar por implantarlo con la santa
violencia del testimonio de una profunda vida teologal: una fe ardiente que vela por
el celo de la gloria de Dios, una esperanza, cierta y alegre en la vida eterna, y una
caridad comprometida con los valores del reino, es decir, promotor de la justicia y
la verdad, constructor de la paz y el amor.
S. Juan de la Cruz hablando del amor que se establece las relaciones de la creación
con Cristo: “Mucho le agradezco, Padre, el Hijo le respondía; a la esposa que me
dieres / yo mi claridad daría / para que por ella vea / cuánto mi Padre valía, / y
cómo el ser que poseo / de su ser le recibía. /Reclinarla he yo en mi brazo/ y en tu
amor se abrazaría / y con eterno deleite / tu bondad sublimaría”. Romance acerca
de la Trinidad (vv. 90-95).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD