II Semana de Adviento
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- Eclo. 48, 1-4. 9 - 11: Dichosos los que te vieron.
La primera lectura nos habla de la figura de Elías, una remembranza del autor
sagrado, porque las coordenadas históricas eran similares cuando la vida está al
servicio de la ortodoxia, la causa de los derechos de Yahvé. Era el profeta de la
palabra de fuego y cuyas acciones recuerda este pasaje; la sequía que provocó
hambre, descender fuego del cielo, la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta;
se enfrentó a los reyes, vivió una fuerte experiencia de Yahvé en el monte Sinaí,
ungir reyes y profetas; sube al cielo en un carro de fuego; anunciado como
precursor del Mesías, para aplacar la ira de Dios mejorando las relaciones de los
hombres entre sí y con Dios (cfr.1Re 17). Elías y también su heredero espiritual,
Eliseo, anuncian la figura de Juan Bautista, que enfrenta a Herodes y sus amenazas
con espíritu profético.
b.- Mt. 17, 10-13: Elías vino, Juan y Jesús también, pero no los
reconocieron.
La inquietud manifestada por los discípulos es sobre la presencia de Elías que debía
estar como Precursor del Mesías, ya que al presente se han cumplido las
esperanzas mesiánicas. Si desde la confesión de Pedro, los apóstoles conocen que
Jesús es el Mesías, no entienden por otra parte, la fe de los fariseos, que afirmaba
que antes del Mesías debía venir Elías a restablecer el derecho y las buenas
relaciones de los hombres con Dios y entre sí (cfr. Ml. 3, 1:4, 5). Jesús, en su
respuesta relaciona a Elías con Juan Bautista, mejor dicho, reconoce en Juan, el
espíritu de Elías. Por lo mismo, Jesús confirma que Elías ya había venido y la
llamada a la penitencia de Juan, no había dado los frutos de conversión que se
esperaba, con lo cual, se entiende que tampoco a Elías lo reconocieron. Le ocurrió
lo mismo que a ÉL permaneció como un desconocido y su misterio no fue revelado
a todos los hombres. Obraron con Elías con arrogancia, hicieron con él lo que
quisieron, no según la voluntad de Dios. Hubiesen debido reconocer a Elías en sus
obras y palabras. Ha sido Juan Bautista, el que ha cumplido el encargo dado a Elías
(cfr. Lc.1,17; 3,12), el profeta de la última hora y prepara al pueblo para acoger el
reino de Dios. El Padre, sin embargo, sigue adelante con su plan de salvación
contando con el aparente fracaso de Juan y su predicación, si no reconocieron ese
signo de los tiempos, cómo iban a reconocer los signos milagrosos, las señales del
Mesías. Lo último que afirma Jesús, es el anuncio de su pasión o al menos, “que
tendrá que padecer de parte de ellos” (v.12); ahora relacionar su dolor con el que
Elías debería haber sufrido como precursor del Mesías, se explica porque Jesús
quiere dejar claro que es un Mesías doliente, y no político o nacionalista como
algunos esperaban; el Mesías es el Siervo sufriente de Yahvé, que el profeta había
anunciado (cfr. Is. 42; 49; 52). Lo esperaron los profetas, cuando vino a los suyos
no lo recibieron, no lo reconocieron porque vino con la actitud del Siervo de Yahvé
(cfr. Jn. 1,11ss). El Mesías recorrerá el mismo camino del Bautista, no es sólo
víctima del odio de Herodías o un profeta fracasado, sino Precursor en su martirio
de la salvación mesiánica (cfr. Lc.14, 3-12; 21,32; Jn.12,24). Los discípulos
comprendieron la instrucción, es decir, como testigos de Jesús de Nazaret, de su
humillación y exaltación, no puede sustraerse el camino de la pasión; la vida
verdadera viene de la muerte en cruz. Esto también es una llamada a revisar
cuánto conocemos realmente a Jesús, más aún, saber si lo reconocemos como
Mesías y Salvador en nuestra vida. El Adviento nos prepara para conocerlo cada vez
mejor por medio de la Palabra y los acontecimientos de la vida ordinaria iluminados
por la fe y el amor.
S. Juan de la Cruz, en su visión cósmica de la venida del Mesías, contempla la
bóveda celeste desde donde vendrá la Luz del mundo (cfr. Jn. 8, 12), para que
conozca la esposa, es decir, el creyente, el Esposo que tenía. Si Él prepara todo
para su venida, también nos toca recibirlo, si lo esperamos con pedrería fina, es
decir, virtudes teologales que sean luz y vida, conocimiento y amor acerca del
Amado. Es buen pagador del hospedaje que le demos en nuestra existencia, en la
contemplación de sus misterios y del nuestro que solo se explica desde ÉL. “Porque
conozca la esposa / el Esposo que tenía, / en el alto colocaba / la angélica
jerarquía; / pero la natura humana / en el bajo la ponía, por ser en su compostura /
algo de menor valía” Romance acerca de la Trinidad (vv. 110-115).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD