Ciclo A: III Domingo de Adviento
Rosalino Dizon Reyes.
Vuestro sí sea un sí, vuestro no sea un no (Stg 5, 12)
Atienden Jesús y sus colaboradores a los necesitados de todo tipo. Esto demuestra
que se va realizando la profecía de Isaías sobre el reino mesiánico. ¿Participamos
nosotros en la misión del Evangelizador de los pobres?
Cómo tratamos a los más vulnerables es la medida de nuestra colaboración
cristiana. Si les volvemos la espalda, entonces somos más bien brutos que
humanos, conformándonos con la ley de la selva. Según san Vicente de Paúl, no
compadecernos de los afligidos es ser cristiano en pintura, es carecer de
humanidad, ser peor que las bestias (XI, 561).
Los verdaderos humanos encuentran repugnante que los más grandes y fuertes les
aíslen y les apunten a los más pequeños y débiles como presa fácil. Ningún
cristiano puede cerrar las entrañas al desamparado Lázaro de nuestros días echado
en el suelo.
Tampoco son como una caña sacudida por el viento los discípulos. Con firmeza, y
con la paciencia conocida de los labradores, proclaman los fieles seguidores de
Jesús la Buena Nueva a los pobres. Insisten a tiempo y a destiempo, reprenden,
reprochan, exhortan con toda paciencia y enseñanza (2 Tim 4, 2). Tienen presente
que Jesús no eligió a los vestidos con lujo y ocupantes de los palacios para que se
reestableciera Israel y el templo, convertido en centro de comercio, se
reconvertiese en casa de oración, o para que se reconstruyera su Iglesia en ruinas.
Por eso, los discípulos auténticos quieren una Iglesia pobre para los pobres
( Evangelii Gaudium 198), a la vez que denuncian las causas de la pobreza.
Los dignos del nombre de cristiano condenan por obra y palabra, sí, todo egoísmo;
dicen no a una economía de la exclusión, a la nueva idolatría del dinero que
gobierna en lugar de servir, a la inequidad que genera violencia, aun poniendo en
cuestión las teorías del «derrame» (54). No temen a acusadores que les etiqueten
de comunistas o socialistas.
Y la razón de su fortaleza y valentía, parecidas a las de Nelson Mandela, es la
misma fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, de la
cual brota nuestro sí al desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad
(186). Alegres como quien está presenciando el florecimiento del desierto, los
cristianos practicantes tienen por cierto que la inclusión social de los pobres,
exigida por la eucaristía, se realizará plenamente cuando vuelva el Señor. Mientras
tanto colaboran con él, asistiendo de todas las maneras a los pobres y procurando
que les asistan asimismo otras personas (XI, 393).
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)