III Domingo de Adviento, Ciclo A
Integridad
Padre Pedrojosé Ynaraja
Todos sabéis, mis queridos jóvenes lectores, que abunda entre los famosos, la
falsedad. Hoy se le llama “cambio de chaqueta”. Observamos que hay personas que
modifican su afiliación política, como los futbolistas de club. En los terrenos
comerciales, ocurre algo semejante. Muchos productos se fabrican en función de los
intereses de la empresa, no de los clientes, a los que saben engañan, pues, lo que
venden, está ya superado. Peor si nos situamos en el terreno de la salud. ¡Cuántos
productos no se retiran del mercado farmacéutico, pese a haberse descubierto
efectos secundarios demasiado adversos, por el simple motivo de que continúan
pudiéndose vender! O, en otros casos, se encarga por parte de una multinacional,
un supuesto estudio, sobre las bondades de un producto. Se descubren y detallan
características de su contenido vitamínico, omegas, fibra y antioxidantes. Cosa que,
seguramente será auténtica, pero presente en muchos otros productos naturales y
se ocultan los peligros del posible y probable abuso de su consumo. O en el terreno
editorial. Se publica lo que se venderá de inmediato y se habla de múltiples
ediciones de una obra premiada, cuando en realidad se trata de simples
reimpresiones. Son unos ejemplos que ahora, apresuradamente, se me ocurren.
Es preciso ser perspicaces y no dejarse engañar. Que de determinada cosa se hable
en la televisión, sólo podemos estar seguros de que de esa cosa se ha hablado en
televisión. No que sea cierta, ni que los criterios expuestos, sean de confianza. Si
me he entretenido en estas líneas de corte pesimista, ha sido para que, desde la
profundidad del desencanto, divisemos la integridad de los protagonistas de nuestra
Fe. En el evangelio de este domingo, se habla de dos personas de cierto prestigio
en aquel tiempo. Mayor el de Juan el Bautista, ahora bien, en aquellos momentos,
empezaba a crecer el de Jesús. En nuestro mundo, ante una situación así, de
inmediato surgiría la competencia, la rivalidad, dicho de otra manera, la envidia.
Pero, tratándose de quienes se trataba, ocurre lo contrario.
Juan, famosísimo, está encarcelado (Flavio Josefo dice que en Maqueronte, entre la
actual Amán y Petra). Sus discípulos, según parece, pueden visitarle. Lo común
fuera que sintiese depresión anímica, por su fracaso y envidia por Aquel que él
había bautizado y le había encomendado alguno de los suyos y que ahora le
cuentan que está triunfando. Eso sería lo “políticamente correcto”, pero no. Se
interesa positivamente por Él y manda a algunos de los suyos para que le informen,
para que se informen, para que le descubran, para que se adhieran.
Y El Señor no presume, no se luce con discursos que le aplaudan. Hay personas, os
lo he dicho en otras ocasiones, que se dedican a deslumbrar con sus simpatías, sin
hacer nada, o poco, de provecho. El Maestro simplemente les dice que se fijen en lo
que está haciendo. Recuerda, sin que el texto lo diga explícitamente, lo anunciado
por el profeta Isaías, respecto al Mesías y les muestra que, con su obrar, da buena
fe del cumplimiento de lo que anunciaban referente al Esperado por las gentes. La
primera consecuencia es que lo importante no es la simpatía, ni la hermosura. ¡Ay
de aquellos tan pobres, tan pobres, que sólo son atractivos y presumidos! ¡Ay de
aquellas tan pobres, tan pobres, que sólo son guapas y graciosas! Jesús y el
Evangelio son difíciles de digerir a veces, pero nunca engañan.
La segunda parte, es la opinión que el Maestro tiene de Juan. No es un hombre que
se deje fácilmente influir, que hoy diga una cosa y mañana, cuando esté de moda
otra, se olvide de lo que enseñó. Como describía el evangelio del domingo pasado,
elogia de él también su austeridad. La pobreza es un mal y se debe evitar. Pero si
hoy en día hay pobres en el mundo, es porque nosotros no somos austeros. Es
urgente que los cristianos demos testimonio provocativo, de que dentro de pocos
días, vamos a celebrar la fiesta del nacimiento de un Niño que apareció, y continuó
toda su vida, siendo siempre austero en el comer, beber y divertirse. Olvidarlo, o
vivir de otra manera, no será Navidad cristiana auténtica.
(Me olvidaba de advertiros que tener mando, orgullo y aparente triunfo, vale muy
poco. Es lo de antes, pero referido a los dos personajes. Y es sólo un ejemplo que
tal vez os interese muy poco a vosotros, mis queridos jóvenes lectores. De Juan el
Bautista, se disputan cuatro o cinco lugares el poseer sus restos, o parte de ellos. El
sepulcro del tal Herodes, está en el jardín que rodea el hotel King David, en
Jerusalén, muy céntrico, pues, y señalado por una lápida. Nadie se interesa por
visitarlo, pese a que sea relevante verlo, con su puerta de piedra redonda y su
factura)