SANTA MISA
Solemnidad de Santa María Madre de Dios
1 de Enero
“Y María conservaba todas estas cosas guardándolas en su corazón” .
Una oración de la liturgia etíope afirma:
“ Tú eres el incensario de oro
que engendraste a la brasa viva.
Bendito sea el que recibe desde este santuario
al que perdonó el pecado y borró nuestros errores,
que es la Palabra de Dios,
que se hizo hombre de ti
y que se ofreció a Sí mismo al Padre
como incienso y ofrenda aceptable.
La más antigua representación de María Santísima se encuentra en Roma, en la
catacumba de Santa Priscila. Es una pintura de principios del siglo III. María,
sentada, sostiene sobre sus rodillas al Niño recién nacido, al que presenta.
Con el miedo de las persecuciones, con la alegría de dar la vida, con ese colorido
especial de las pinturas de las catacumbas, los primeros cristianos captaron
inmediatamente la importancia significativa de esta verdad: del título de MADRE DE
DIOS.
Ya testimoniado por Mateo en la f￳rmula equivalente de “Madre del Emmanuel –
Dios con nosotros-”, se atribuy￳ explícitamente a María s￳lo después de una
reflexión que duró alrededor de dos siglos. Son los cristianos del siglo III quienes
en Egipto comienzan a invocar a María como la Teothokos, la Madre de Dios.
Con este título, que encuentra amplio eco en la devoción del pueblo cristiano,
María aparece en la verdadera dimensión de su Maternidad. Es Madre del Hijo de
Dios, a quien engendra virginalmente según la naturaleza humana, y a quien educa
con su amor materno, guardando todas las cosas en su corazón. Así Ella contribuyó
al crecimiento humano de la persona divina, que vino para transformar el destino
de la humanidad.
De modo muy significativo, la más antigua plegaria a María, el Sub tuum
praesidium –Bajo tu protección nos acogemos– contiene esta expresión: Teothokos,
Madre de Dios.
Este título no es tanto una reflexión de los teólogos, sino, sobre todo, una
intuición del pueblo cristiano, que quiere obtener apoyo, ayuda, en las pruebas de
la vida; que se dirige a María como Madre, como Madre de Dios y Madre nuestra.
En el año 1938 se encontró en una biblioteca de Manchester esta oración en un
papiro, tal como, salvo con alguna ligera variante, se ha conservado en las liturgias
griegas y en el rito ambrosiano:
“Bajo el amparo de tus misericordias nos acogemos,
oh Madre de Dios,
no desatiendas nuestros ruegos en las necesidades
y sálvanos del peligro.Tú sola eres la bendita.”
Dom Mercenier, que recompuso el texto de este papiro, ha hecho notar el
inmenso interés que tiene este breve texto. Es, sin duda, el más antiguo testimonio
de la fe en el poder mediador de María, pues se le pide no sólo que apoye nuestras
oraciones cerca de Cristo, sino que además nos libre Ella misma de los peligros a
que estamos expuestos. Por otra parte, la presencia de esta invocación –“ oh Madre
de Dios” – prueba que esta denominación –como afirmábamos antes– es
precisamente un texto que está consagrado al uso litúrgico, al uso popular.
El Concilio de Efeso, ya en el año 431, definirá el dogma que hoy celebramos de
la Maternidad divina, atribuyendo oficialmente a María este título: “ Madre de Dios” ,
con referencia a la única persona de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Así pues, las tres expresiones con las que la Iglesia ha ilustrado a lo largo de los
siglos su fe en la Maternidad de María -Madre de Jesús, madre virginal y Madre de
Dios– manifiestan, por tanto, que la Maternidad de María pertenece íntimamente al
misterio de la Encarnación.
Son afirmaciones doctrinales, pero que antes han surgido en la piedad popular. Y
que han contribuido así a definir la misma identidad de Cristo.
La última vez que la Madre Teresa estuvo en Holanda, decía que había ido un
protestante a visitarle, acompa￱ado por su esposa. Y le dijo: “ Tengo la impresión
de que los católicos os pasáis con María” . Y ella dijo: “ Yo le contesté: -Sin María no
hay Jesús” . Él no replicó. Unos días después envió a Madre Teresa una hermosa
postal con esta expresi￳n: “ Sin María no hay Jesús” .
El Beato Alonso de Orozco, gran teólogo mariano, y que fundó un convento de
Madres Agustinas en esta ciudad, afirma en sus escritos, -en un libro que tiene,
L as siete palabras de María Santísima- , que una de las grandes mercedes que Dios
nos hizo, además de habernos criado y redimido, fue querer tener Madre. Porque
teniéndola Él, tomándola Él como suya, nos la daba a nosotros, nos la daba por
nuestra.
Tu belleza, Virgen María, puede salvar a nuestra ciudad, puede salvar a tu
Iglesia, puede salvar al mundo entero” , afirmaba el Papa este año ante el
monumento de la Inmaculada, en Roma, en el mes de diciembre.
Recibe, oh María, nuestro primer beso de este año y escucha esta nuestra
oración:
María, Madre de Jesús
y de cuantos participan de su ministerio sacerdotal,
acudimos a Ti como hijos que acuden a su Madre.
Ya no somos niños,
sino adultos que de todo corazón desean ser hijo de Dios.
Nuestra condición humana es débil;
por eso venimos a suplicar tu ayuda maternal
para conseguir sobreponernos a nuestra debilidades.
Ruega por nosotros,
para que, a nuestra vez,
podamos ser personas de oración.
Invocamos tu protección
para poder permanecer libres de todo pecado.
Invocamos tu amor
para que el amor pueda reinar
y nosotros podamos ser compasivos
y capaces de perdonar.
Invocamos tu bendición, Madre de Dios,
para que podamos ser como la imagen de tu Hijo,
Señor y Salvador nuestro, Jesucristo.
Por los siglos de los siglos. Amén.”