MISA DOMINICAL
II DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD
(Ciclo A)
El alba tomó cuerpo en tu figura,
el aire se hizo carne, los rosales
desangraron sus rosas virginales
para crear tu piel silente y pura.
Desparramó la brisa su ternura,
la luz cuajó en tu forma sus cristales,
la luna derramó sus manantiales
para crear en Ti nuestra ventura.
Divinidad que, tan pequeña y suave,
se hace niña en tu carne redentora,
en lo infinito ni siquiera cabe.
En Ti la eternidad tiene su aurora,
en Ti nada se halla que se acabe,
oh alba de Dios, que entre la paja llora.”
Hemos querido empezar este domingo con este poeta ilustre de nuestra tierra,
Rafael Morales. Él escribe esta poesía “Al Ni￱o Dios”.
Se cumplen precisamente en este mes de enero diez años de la muerte de aquel
famoso misionero, el P. Segundo Llorente. El P. Llorente nació en León, a principios
de este siglo. Era el mayor de nueve hermanos. A los 19 años decidió ser
misionero. Buscó en el mapa, según cuenta él mismo, el lugar más difícil en todo el
mundo y obtuvo permiso para ir a Alaska. Pasó en Alaska casi 40 años. Fue
después elegido Diputado del Congreso de Alaska en el año 60, siendo un
congresista inteligente y enterado. Escribió doce libros sobre aquellas tierras.
Cuando uno se acerca a la vida de este hombre, viene en seguida a la mente
este pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar: “ Vino a los suyos y los suyos
no le recibieron” . En la oscuridad, los hombres se apartan de Dios. Aunque muchas
veces no fue así. Él mismo lo cuenta en sus memorias, porque había ya misioneros
que habían evangelizado aquellas tierras. Sólo en el cielo conoceremos la labor de
tantos que han trabajado en lo oculto por predicar la Palabra de Dios.
Sólo quería leeros unas líneas de sus escritos, de sus memorias. Hablando del
frío que se pasa en aquellas tierras y, sobre todo, de sus primeros tiempos al llegar
desde España a Alaska, escribe:
Yo, como podía, iba entre ellos adaptándome a las circunstancias
individuales. Por la noche, creo que era un 17 de Junio, no hallé modo de
calentarme por más que me envolví en todo lo que pillé a mano. Creo que
aquella noche fue la segunda noche más fría que pasé en toda mi vida.
Yo entonces me acordaba de los padres blancos por el desierto del
Sahara, y de lo que incluso me dijo un hermano jesuita venido de China, a
saber, que el calor le obligaba a abanicarse con la mano izquierda, mientras
con la derecha pasaba el Misal al ayudar a Misa. ¡Que ya supone calor!
Había prometido a los de Aniak pasar con ellos el Año Nuevo y así lo
hice. Una tarde, cuando paró de nevar, comenzó a soplar un aire polar
insoportable. Vino en seguida una calma que aquí es muy conocida, con una
neblina flotante indicadora de un bajón gordo de temperatura. El termómetro
se estacionó en los 52 grados bajo cero. ¡Y sálvese el que pueda! Me
informaron que había un niño sin bautizar, como a unos tres kilómetros de
mi casa. Aguardé unos días a que mejorara el tiempo; pero como nunca
mejoraba y yo tenía que ir a la otra aldea para bautizarle, un domingo por la
tarde decidí arremeter con la aventura del bautismo”. 1
Hoy se afirmaría que no era necesario. El Dios de la Misericordia hubiera salvado
a este niño.
Este misionero, que recuerda los mismos pasajes que Francisco Javier, vive en la
otra parte del mundo, nos enseña de manera clara a vivir este Evangelio de hoy.
Murió en el año 89, no en el siglo pasado; hace diez años. Y entregó su vida por la
Iglesia, en lo oscuro, donde nadie le conocía. Si se fue haciendo famoso fue por la
cantidad de cartas y de escritos que enviaba para dar a conocer no tanto su
sufrimiento –porque si algo está claro en sus escritos es que es un hombre de Dios,
que se entrega; y la oración y los sacramentos son su entrega por la Iglesia-, sino
1 Cuarenta años en el círculo polar . P. Segundo Llorente S.J.
estas mismas expresiones que repetimos y ya meditábamos el día de la Navidad:
La Palabra era luz para los hombres. La luz es la que brilla en las tinieblas. Pero la
tiniebla no la recibió” .
¿Nos hemos asombrado –o a lo mejor no, porque ya estamos acostumbrados– al
contemplar en estos días a Dios, que está envuelto en pañales? Sí, envuelto en
pañales. ¡Qué misterio tan tremendo! Casi inconcebible. Para nosotros ya común.
Pero paraos a admirar un momento la escena de Navidad. El Dios eterno e infinito,
el Dios que todo lo puede, este Dios del que San Juan comienza de esta manera
hermosa su Evangelio: “ Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios
verdadero” (Juan 1, 9) ; profesamos en el Credo. De quien sabemos que es el eje
de la salvación y de la historia universal, de quien San Juan Bautista nos dice que
está antes que él, vendrá después que él y a quien él no es digno ni siquiera de
atarle la correa de las sandalias.
¿C￳mo entonces el Dios infinito envuelto en pa￱ales? “ Vino a los suyos y los
suyos no le reconocieron” . Pero a aquellos que le han conocido, a aquellos les
transforma la vida, a aquellos les da fortaleza precisamente para eso: para buscar
el punto más alejado del planeta y marcharse allí a predicar el Evangelio.
O -¡cuidado!– para meterse en las cosas de la vida y entregar en silencio el amor
de Dios a los hombres, a los próximos, a los que viven con nosotros. A lo mejor
también estamos nosotros poniendo la luz bajo el celemín, escondiendo la luz del
Señor.
Dios, envuelto en pa￱ales. Como dirá S. Pablo “un escándalo para los judíos y
una necedad para los gentiles” 3 ¡Hay tanta conexión entre el silencio de Belén y el
silencio del Calvario! Pero para nosotros, los elegidos, este Dios que yace envuelto
en pañales y que luego será clavado en la cruz, es una manifestación de la
sabiduría y del poder infinito de Dios. ¿Por qué ha querido hacerlo así? ¿Cómo es la
imagen divina que se nos aparece sobre las pajas del pesebre? Dios, envuelto en
pañales. El amor que el Dios humanado, el Dios que se hace hombre nos manifiesta
en Belén, es un amor inconcebiblemente condescendiente. No podíamos haberlo
imaginado de mayor forma. Condescendiente. Se hace hombre. Se abajó, se
3 cfr. I Corintios 1, 23
humilló. Se hizo hombre. Un amor inconcebiblemente condescendiente: Dios,
envuelto en pañales. Y más tarde, Dios clavado en la cruz.
Que le pidamos al Señor meternos en su misterio, meternos en este misterio.
Jesús nació del Pueblo elegido. Lo hemos repetido antes y lo vamos a profesar en el
Credo ahora: Cristo, el Señor de la historia, el Señor del cosmos, el Señor de tu
historia, el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin.” (TMA, 5)
Jesucristo – escribe el Papa en esta Carta de preparación para el tercer milenio
ya inminente– es el nuevo comienzo de todo. Todo en Él converge. Todo en Él es
acogido y restituido al Creador, de quien procede” . 5 A Dios –acabamos de
escuchar– nadie lo ha visto jamás. Pero este mismo Dios nos ofrece a Jesucristo,
para que le conozcamos, para que le reconozcamos, para que le hagamos nuestro.
El Hijo de Dios, que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer. Por eso
adoramos a este Niño recién nacido, porque estamos adorando a Dios
Todopoderoso. Y nosotros hemos creído en Él.
Si tenemos dudas, que le pidamos fortaleza, porque nosotros hemos creído en Él.
Participamos de su Cuerpo. Le recibimos en nuestra casa. Vino a los suyos, y que
podamos decir: Y los suyos sí le recibieron. Nosotros sí le hemos recibido” . Demos
gracias a Dios por ello y pidamos en esta Eucaristía que todos los hombres y
mujeres del mundo entero, de una parte a otra del mundo, den su vida por Él. Que
se siga predicando el Evangelio por todo el mundo. ¿Quién ha dicho que ya ha
terminado el momento de las Misiones? ¿Quién ha dicho que ya no se tiene que
predicar el nombre del Se￱or de una parte a otra de la tierra? “ A toda la tierra –
dice el salmista– alcance su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje” , su
Palabra, la Palabra.
Que María Santísima nos acerque al Señor, nos deje iluminarnos con su reflejo,
con su mirada, su Palabra y el alimento de su Cuerpo y de su Sangre.
5 Tertio Millennio Adveniente , 6.