III Semana de Adviento
Martes
Lecturas bíblicas
a.- Sof. 3,9-13: El humilde resto de Israel.
Esta última parte del libro del profeta, reúne un conjunto de promesas de
restauración mesiánica, pero no sólo para Sión, sino para todos los pueblos a los
que dará labios puros para que le invoque y sirvan (v.9). Se trata del reinado
universal de Yahvé en la unidad y la salvación, ofrecida gratuitamente a todas las
naciones. “En aquel día” (v.11), de los tiempos mesiánicos, nadie se avergonzará
de sus malas acciones, porque serán arracadas de su interioridad, es decir, serán
renovados interiormente, para formar un pueblo humilde y pobre que confiará, se
cobijará en Yahvé (v.13). Una auténtica definición de ser pobre y humilde, muy
lejana del concepto sociológico. Este profeta, presenta al pobre con un fuerte
sentido espiritual, es decir, primer depositario de las promesas divinas. Es
precursor del discurso de los pobres de espíritu, que hablarán más tarde las
Bienaventuranzas de Jesús (cfr. Mt.5,3). Pobre en sentido evangélico, será quien
vacío de sí mismo, se confía únicamente al cuidado de Yahvé, habiendo seguido el
camino de la justicia, y no dando en su corazón cabida a la idolatría de las riquezas
y a la soberbia de la vida. Es un pueblo que no se entregará a “la mentira y al
embuste” (v.13), se apacentarán y vivirán en armonía y paz. Este resto de pobres,
son los verdaderos depositarios y continuadores de la salvación, los cristianos,
viven en la sinceridad y del evangelio de gracia. Esta vivencia trae la paz entre los
hombres y con Dios, una paz continua, la de Jesucristo, no la del mundo. Es el
cristiano del evangelio, visto por el profeta del A. Testamento, que recibe toda su
luz de Jesús que prometerá el reino de los Cielos a este resto de Dios.
b.- Mt. 21, 28-32: Parábola de los dos hijos.
El evangelio nos presenta la parábola de los dos hijos, mandados a trabajar a la
viña por su padre, el primero no está dispuesto a ir, pero va, el segundo, está
dispuesto, pero finalmente, no obedece, es decir, no va a la viña (cfr. Lc.15, 11-
32). Queda claro el contraste, entre lo que se dice y lo que se hace. Lo único que
interesa es la voluntad del padre, donde queda claro, que las acciones son más
importantes, que las palabras. El primer hijo, es el que ha cumplido la voluntad de
su padre. Los adversarios también reconocen esto a Jesús (v.31). ÉL aplica la
parábola a los sacerdotes y ancianos del pueblo, advirtiéndoles, que los publicanos
y las prostitutas, entrarán antes que ellos en el reino de los cielos. Todos
escucharon el llamado a la conversión y se les ha mostrado el camino de la justicia
y santidad, pero lo han rechazado, no se han convertido, por creerse justos y
santos, a los ojos de Dios (cfr. Mc.1, 15; 2,16; Lc.15,7). En cambio, fueron los
publicanos, judíos y paganos que desconocían la ley, considerados unos malditos
por los maestros de Israel, son los que sí acogieron la salvación (cfr. Jn.7, 49). No
sólo escucharon, sino que preguntaron, qué hacer respecto a la salvación, son los
que siguen a Jesús, se dejan mover por su palabra (cfr. Lc. 3,10-14; 7,36-50;
Mt.9,9; 11,19). Mientras los ancianos y sacerdotes, han visto y oído, no lo han
reconocido, no lo han reconocido como un signo para ellos, ofuscados, no escuchan
la llamada (cfr. Mt. 13, 13). No vieron, no creyeron, no se arrepintieron, no se
bautizaron…, los peque￱os, los publicanos y pecadores han comprendido las
palabras de Jesús, escucharon, se convirtieron (v.32; cfr. Lc.7, 29s). Juan Bautista,
vino por el camino de la justicia del reino de Dios, predicaba y practicaba, según la
voluntad de Dios, que hace justo al hombre (v.32). Ahí se encontraba la verdadera
señal de la justicia futura que Jesús llevará a su plenitud en la proclamación en el
sermón de las Bienaventuranzas (cfr. Mt.5-7). Camino humano que conduce al
reino de los cielos, y desde el punto de vista divino, es la revelación del reino como
revelación de la verdadera justicia (cfr. Mt. 6, 33). Juan y Jesús como hombres de
Dios, profetas, han enseñado un solo camino hacia Dios; en ambos ha obrado la
misma sabiduría divina, quien no cree en Juan, tampoco creerá en Jesús, el Mesías.
Si el bautismo de Jesús, es su pasión para llegar a la vida de la resurrección, no lo
recibirá bien el cristiano que no está dispuesto a convertirse, no tomó su bautismo
en serio. No anduvo por el camino de la justicia de Dios, por lo cual, tiene cerrado
el camino de la vida. Sólo Jesús conduce al Padre, mientras los pecadores acogen
la salvaci￳n, y arrepentidos, entran en la vida eterna, en cambio, los “justos”, se
excluyeron de la salvación. Cristo Jesús, es el único camino para ingresar en el
reino de los cielos, por disposición de Dios Padre, fuente de salvación universal para
todo hombre; todo un camino de fe.
San Juan de la Cruz, nos enseña que la Encarnación es la oportunidad de Dios de
hacerse hombre para estar entre los hombres. Si ÉL viene revestido de nuestra
naturaleza, viene a hacerse en todo semejante a nosotros, viene a morar entre
nosotros. El místico nos invita a apreciar esta misericordia que Jesucristo tiene con
todo ser humano de convertirlo en su amigo en forma personal. “Porque en todo,
semejante/ él a ellos se haría/ y se vendría con ellos/ y con ellos moraría” Romance
acerca de la Trinidad (vv. 135-137).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD