Ciclo A: III Domingo de Adviento
Pedro Guillén Goñi, C.M.
En el evangelio de este domingo (Mt. 11, 2-11) sigue adquiriendo protagonismo
Juan Bautista. En el 2º domingo se presentaba como el precursor, llamado por Dios
para anunciar los caminos del Señor invitando a la conversión, a la transformación
de vida que implicara un cambio interior en las personas.
El escenario donde se desenvuelve Juan Bautista es hoy un poco diferente. Él,
desde la cárcel donde se encuentra por anunciar la venida del Señor con valentía,
descubre que el Señor ya está haciendo signos que demuestran su venida y se
siente feliz porque su predicación no ha sido en vano. El anuncio de Juan se está
cumpliendo con la llegada de Jesús; el cambio de las personas es real y exige la
defensa de la vida, la justicia y la dignidad. Juan y Jesús tienen una preocupación
por la vida de las personas y un compromiso para la transformación de la sociedad.
Los discípulos de Juan constatan que el Señor viene a anunciar la instauración del
Reino de Dios, a mantener viva la esperanza y a construir una sociedad donde sea
posible la fraternidad y el desarrollo integral del hombre.
Tanto Jesús como Juan Bautista, desde la autoridad que les avala al ser testigos y
profetas, insisten en tres aspectos esenciales para llegar a una conversión profunda
y estructural: Caridad que implica compartir lo que se tiene y espíritu de
solidaridad, colaboración y servicio, sobre todo, con los más necesitados; Justicia
que exige esfuerzo por la igualdad, no aprovecharse de los demás y aspirar a unas
relaciones cada vez más fraternas; Paz que en la mente del profeta nos lleva al
respeto entre todos, a la superación de todas violencia, odio, discriminación.
El Señor insistirá también en la conversión a la santidad que, aunque
aparentemente no influye en el cambio estructural, sin embargo, en la medida en
que cada persona busca la perfección desde la óptica del evangelio, toda la
sociedad se beneficia de ese esfuerzo personal por lograr un mundo mejor e
identificarse más plenamente con la misión de la instauración de su Reino.
Hoy también vemos signos de esperanza mesiánica como los que sintieron los
discípulos del Señor: La bondad silenciosa y eficaz de tantos corazones que
abnegadamente invierten su vida por los demás; los innumerables gestos de amor
y solidaridad. Todo ello nos demuestra que la semilla de la palabra profética es una
realidad en el mundo de hoy y que deberemos mantenerla y fortalecerla.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)