20 de Diciembre.
“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de Isaías 7,10-14:
En aquellos días, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo
hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los
hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará
una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por
nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6 R/. Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,26-38:
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la
estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era
aquél. El ángel le dijo: «No temas, Maria, porque has encontrado gracia ante
Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre
Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono
de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no
tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le
contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí
tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya
está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay
imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según
tu palabra.» Y la dejó el ángel.
II. Compartimos la Palabra
María y Gabriel
En toda vocación hay un mensajero, un ángel; y en la de María, también. Lo que
sucede es que en María y con María, todo es distinto, todo es más cercano a la
divinidad. Aquí el importante es Dios que, en lugar de firmar su mensaje, envía
su ángel a María. Pero, es Dios el que anuncia, el que propone, el que pide y el
que espera una respuesta. Estamos ante una teofanía, pero no una más, sino la
más esperada y preparada por el mismo Dios, sirviéndose de sus Profetas. Y, en
el estilo de Dios, sin alfombras ni campanas, con sencillez y claridad. Algo que
todos en Israel sabían que tenía que suceder cuando llegara el momento
oportuno. Aquel fue el momento.
De tejas abajo, todo gira en torno a la figura de María, nada menos que
inmaculada, aunque no nos consta que ella lo supiera, y menos todavía cuantos
convivían con ella en Nazaret y en su mismo hogar. ¿Cómo es posible que no se
notara? Es distinto de ser rubia o morena, tener los ojos azules o verdes.
Sabiendo nosotros lo que no sabían ellos y ellas, creemos que María tenía que
parecer lo que era. Su forma de tratar a los demás, de hablar, de orar, de
ayudar, de querer… todo tenía que ser propio y exclusivo del único ser, junto con
su Hijo, no sólo sin mancha ni pecado alguno, sino llena de gracia y de una paz
desbordarte por todos los poros de su persona. ¡Y nadie se dio cuenta más que
Dios y suponemos que el ángel!
“No temas, María”… “Aquí está la esclava del Señor”
“No temas”, aunque la reacci￳n más normal de toda persona humana ante lo
sagrado sea la sorpresa, el asombro y el temblor. María “se turb￳ ante estas
palabras y se preguntaba qué saludo era aquél”. “No temas”, porque Dios no
interviene para generar miedos, inquietudes y desasosiegos. Todo lo contrario,
lo hace para concebir esperanza y disipar el temor.
María intuyó inmediatamente las intenciones de Dios. Intuirlas no significaba
entenderlas, pero el Dios de María le infundió confianza, serenidad y entereza.
Supo cuál era la voluntad de Dios, y contestó lo que cielos y tierra estaban
esperando: “Aquí está la esclava del Se￱or. HÁGASE en mí según tu palabra”.
Abrió su corazón para empezar a llenarlo con todo lo que no entendía, pero
sabía era de Dios, y a secundar su voluntad. Lo que había hecho y lo que iba a
seguir haciendo de por vida.
Dos detalles:
Entiendo lo que se ha traducido por: “Aquí está la ESCLAVA del Se￱or”, y,
entendiéndolo, por supuesto lo comparto. Pero, la palabra no me gusta, pienso
que no es la más afortunada. María, tal como normalmente entendemos la
palabra, no se sintió esclava de nadie, y menos de Dios. En primer lugar, porque
Dios no quiere esclavos, sino hijos; con minúscula, pero hijos. Y, en el caso de
María, la quería hija y madre, no esclava.
“Y la dej￳ el ángel”. Y la dej￳ porque, a partir de entonces, teniendo a Jesús con
ella, no necesitaba mensajeros. Y porque Jesús, al hacerse hombre, humano,
quería a su Madre humana como él, sin efluvios y ayudas angelicales, sino con
todo lo que ser humano, humana, significaba. Como él. ¿Cómo nosotros?
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino
Con permiso de dominicos.org