III Domingo de Adviento, Ciclo A
Padre Emilio Betancur Múnera
ADVIENTO:
SIGNOS
Y
PACIENCIA
Estando Juan bautista en la cárcel duda que Jesús sea el mesías que el mismo Juan
esperaba, pues no predica una penitencia para el perdón de los pecados sino una
salvación, nunca pensó Juan que por esa duda se avanzaba en la fe y se llegaba a
conocer el mesías.
La pedagogía de Jesús con Juan consistió en que los enviados le explicaran así:
vayan a contarle a juan lo que ustedes están viendo y oyendo: los ciegos recobran
la vista y los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, y los
sordos oyen, resucitan los muertos, y a los pobres se les anuncia la buena noticia,
dichosos los que no se decepcionan de mí. Estos son los signos del reino que no
alcanzó a figurarse Juan. Ni Jesús, ni la gente fueron a ver en el desierto una caña
batida por el viento, o a un hombre vestido de manera elegante, como Herodes,
fueron a ver un profeta el mayor de los nacidos de mujer, que aunque pertenezca a
la primera alianza es testimonio de Jesús y de su reino. Ese reino sufre violencia y
tiene oposición como la que estaba sufriendo Juan en la cárcel por parte de
Herodes; pero los discípulos no pueden dejarse intimidar por todo lo que a lo largo
del tiempo significa Herodes.
LA ALEGRÍA DE LA SALVACIÓN.
Los signos del reino nuevo que inaugura la encarnación de Jesús nos permiten leer
la profecía de Isaías para hacer del adviento un tiempo de regocijo porque el día de
la salvación, navidad, ha llegado, la tristeza le deja el espacio al gozo, hasta la
naturaleza tiene la misma suerte de la humanidad, el desierto florece de nuevo y
está cubierto con grandes árboles y fabulosos cedros del Líbano, el esplendor del
Carmelo y del Sarón. “Regocíjate yer mo sediento que se alegre el desierto y se
cubra de flores, que florezca como un campo de lirios, que se alegre y de gritos de
júbilo” (primera lectura).
Esta profecía de Isaías nos da seguridad de estar en Adviento en el camino recto,
cercanos a Belén, lugar de nacimiento del Salvador. Nuestro corazón es como una
tierra árida por el consumismo de Navidad materialista. En el contexto de una
experiencia comunitaria de fe, Israel llegó a la experiencia de la Alianza (Ex 24,3-
8). Así el desierto no evoca tanto los sufrimientos del Éxodo cuando el lugar de
intimidad con Dios: “me llegó esta Palabra de Dios”, “recuerdo la devoción de la
juventud, me amaste como una novia, me seguiste en el desierto, a una tierra
desconocida” (Jer 2,2).
Adicionalmente, los verbos “regocijar”, “exaltar”, “gritar de gozo”, se derivan del
vocabulario Litúrgico. El profeta ve la escena del desierto como una celebración
litúrgica en la que el desierto juega un papel: a lo largo de la vía, los caminos están
llenos de cautivos liberados, voces unidas en cantos de alabanza. En los poemas
bíblicos, el agua, la montaña, el desierto, el mar toman parte activa de la
salvación.
LA PEDAGOGÍA DE LA PACIENCIA.
Adviento es un tiempo oportuno, kairós, para sanar los miedos, porque no somos
nosotros los que podemos desquitarnos del mal sino que un pariente nuestro, el
mesías, será nuestro desquite: Ánimo, no temas, soy un Dios vengador y justiciero
que he venido para salvarlos, primera lectura.
Adviento es un tiempo de paciencia. Hermanos: sean pacientes hasta la venida del
señor, como el labrador aguarda las lluvias, mantengan firme el ánimo, porque la
venida del Señor está cerca, miren que el juez ya está a la puerta, tomen como
ejemplo de paciencia en el sufrimiento a los profetas, los cuales hablaron en el
nombre del señor segunda lectura.
Ante la presencia del señor en belén nada puede desesperarnos porque todo se nos
dará, el adviento y la navidad es para hacer del pesebre nuestras delicias y desde
allí se nos dará lo que requiere nuestro corazón.