IV Domingo de Adviento, Ciclo A
Pautas para la homilía
“Le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”
Un relectura del Evangelio: ¿Eres Tú el que tiene que venir o tenemos que
esperar a otro?
“Le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”
De vez en cuando nos sorprenden los prodigios. Unos terminan por ser racional e
intelectualmente explicados. En otros perdura su asombroso misterio: “Ella, María,
esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo”.
Es admirable la espera de María. Es la suya una espera transcendente. Más allá, y
más por encima, de las esperas inmediatas e inmediatamente satisfactorias que
pueblan nuestros anhelos. Ella espera la acción de Dios; el acontecimiento discreto,
profundo e íntimo, del Misterio haciéndose vida de su vida. Y de todos estos
acontecimientos desbordantes de nuestra capacidad de entendimiento participa,
confiado, José, su esposo.
Ambos, María y José, nos animan con su actitud a abrirnos humildes y confiados al
Misterio que siempre está viniendo a nuestras vidas, que nos envuelve y nos
habita.
“Le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”
Todos vamos creciendo en el conocimiento de las grandes preocupaciones que
habitan las inquietudes de la humanidad de hoy: la violencia destructiva, la
injusticia inicua, la nefasta distribución de la riqueza, la demoledora intransigencia,
las enfermedades persistentes, la mortífera contaminación ambiental…
Pocos de la familia humana nos detenemos a pensar la gran cuestión: “¿Estamos
solos, perdidos en los sobrecogedores espacios siderales? ¿Somos no más que un
efímero resplandor engendrado por la nada y fagocitado por ella? ¿Hay alguien que
nos origine y sostenga, que nos explique y espere?
Benedicto XVI en uno de sus primeros escritos magisteriales hacía una personal
confesión de fe: “Una corriente de Amor, que es Alguien, atraviesa el tiempo y el
espacio, y viene a nuestro encuentro”. Ciertamente esta es nuestra fe, que hoy se
hace gratitud y adoración por esta cercanía salvífica del Misterio a nuestra vida y
fragilidad.
“Le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”
Esta presencia de Emmanuel entre nosotros abre nuestra vida a una esperanza
inimaginable por ser única. Gracias a Él, a su acción entre nosotros y en nuestra
historia, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia,
en los que la vida sea vida-sin-amenaza-alguna, en los que la comunión de amor
sea por siempre universal y duradera.
Hoy, en vísperas de la Natividad de Emmanuel, quisiéramos ser testigos y ofrenda
de esta esperanza para la gran familia humana. Será necesario para ello traducir en
gestos de amor verdadero este Misterio de Encarnación y Redención. Solo un amor
firme y cada día renovado será capaz de mantener encendida la esperanza. Sin
duda que encierra verdad esta consideración que alguien nos ofrece: “Cuando uno
se siente amado no teme esperar, aunque la espera deba prolongarse a lo largo de
toda la vida”.
Fr. Cesar Valero Bajo O.P.
Casa San Martín de Porres – Móstoles (Madrid)
Con permiso de: dominicos.org