“¿De dónde venía el bautismo de Juan, del cielo o de la tierra’?”
Mt 21, 23-27
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
EL EVANGELIO DESENMASCARA MUCHAS DE MIS PREOCUPACIONES DEMASIADO HUMANAS
La promesa mesiánica de la primera lectura nos invita a meditar en la fidelidad de Dios, en las
promesas y en el poder del Señor que desbarata cualquier poder que se oponga a su proyecto de
liberación, ya se trate de fuerzas humanas o supra humanas. De hecho, en Balaán, obligado a
profetizar en favor de Israel, descubro el ejemplo eficaz y alentador del irresistible triunfo del plan de
Dios.
La lectura del evangelio me exige confrontar mis opciones con las exigencias evangélicas,
preguntándome si no podré reconocerme a veces en la actitud de los adversarios de Jesús y si su
reacción incrédula no será también el retrato de mi condición interior a la no disponibilidad.
¿No soy, tal vez, como los adversarios de Jesús que rechazan la invitación a tomar una decisión
responsable frente a Dios? Seré como ellos si no me formo seriamente un juicio personal de fe sobre
las vicisitudes de la vida, prefiriendo quedarme en términos de conveniencia y en otras
consideraciones. El evangelio desenmascara muchas de mis preocupaciones demasiado humanas,
dictadas no por el temor de Dios, sino por el deseo de conservar el poder o, sencillamente porque se
cumplan mis apetencias. Mis deseos, si no buscan la voluntad del Señor, tienen la misma
consistencia que los proyectos de Balaak y de Balaán confundidos y desbaratados por Dios en un
instante.
ORACION
Como hiciste con Balaán, oh Padre, descorre el velo de nuestros ojos, para que podamos admirar las
maravillas que haces en medio de tu pueblo y para que se alegre nuestro corazón con y por tu
pueblo, que adquiriste y formaste en tu Hijo.
Como hiciste con Balaán, oh Padre, descorre el velo de nuestros ojos para que podamos acoger en la
fe a tu Hijo que viene. Que sea él la estrella que nos guía en el camino y que nos colma de gozo. Que
su luz disipe las tinieblas de nuestro corazón, cuando damos vueltas a nuestros cálculos y lógicas
que ignoran tu soberanía sobre nosotros. Que su luz ponga en claro la calidad de tantas de nuestras
preocupaciones que se mueven no por tu santo temor, sino por el deseo miope de conservar
nuestros ridículos tesoros y de que se ejecuten nuestros proyectos. Ahora, como hiciste antaño con
Balaán, obligándole a profetizar en favor de tu pueblo, Padre, ayúdanos a recordar que sólo tus
planes tienen éxito y que nada se puede oponer a tu querer soberano.