Solemnidad. Natividad del Señor (25 de diciembre)
Misa del día
A media mañana del día siguiente
Padre Pedrojosé Ynaraja
- ¿Se puede pasar? ¿Molesto?
- Quiá, Mateo, pasa, pasa. Veras lo que nos han traído. Te estábamos esperando,
nos tienes que ayudar ¿querrás hacerlo?
- ¿Vosotros me necesitáis a mí?, dijo avergonzado
-A ti o a cualquiera que conozca a gentes del lugar ¿No me dijiste que tú no eras de
aquí?
- Sí, es cierto, pero conozco a mucha gente. Mi familia vivía aquí hace siglos… ﾿En
qué os puedo ayudar?
- Vamos afuera, que María necesita descansar y a ti, que ya eres nuestro amigo, no
podemos ocultarte lo que nos ha pasado, dijo José.
- ¿Algo malo? ¿No estáis bien? ¿Necesitáis el burro?
-Que no, no te asustes, hijo. Te he dicho que salgamos fuera. María no ha dormido
en toda la noche… eso es lo único que me duele, pero ᄀha sido tan feliz…!
-¿Por qué? ¿Qué os ha ocurrido?
-Si supieras el jaleo que han armado… eran pastores. Han llamado tímidamente, no
se atrevían ni a entrar siquiera. Miraban por las paredes y hablaban entre ellos.
Que sí, que sí, que no puede ser otro, repetían.
-Por fin, uno de ellos nos ha contado que estaban durmiendo al raso con sus
rebaños, cuando han tenido una aparición. Los pastores se excusaban de no
entender de estas cosas, pero ellos estaban seguros de que eran ángeles. ¿Cómo
les hablaban?, les pregunté intrigado. No fueron capaces de explicármelo, ni
siquiera ellos se acordaban. Lo sí que estaban seguros es de que les habían dicho
que había nacido un Niño muy cerca de donde estaban y que se trataba del Mesías.
Que Dios les había encargado a ellos que lo anunciaran. Que sólo ellos lo sabían,
por ahora. Estaban muy alegres, sintieron en su corazón, más que en sus oídos,
que les comunicaban una gran noticia para que se pusieran contentos y les
aconsejaron que vinieran a vernos, para que estuviesen seguros, les advertían que
aquella Criatura que les anunciaban, la encontrarían durmiendo en un pesebre, era
la única señal recibida. ¡Qué contentos estaban los ángeles! Nos decían que les
contagiaron a ellos la alegría. Se notaba que estar junto a Dios, hace feliz a
cualquiera. Sin decírnoslo claramente, su himno, pues, se pusieron a cantar, daba
gloria al Señor. Comprendían que vendría la paz a los escogidos y ellos lo eran, no
acababan de creérselo.
La gente margina a los pastores. Es un buen oficio, nuestro padre Abraham lo era y
también su hijo y sus nietos y biznietos, pero como los de ahora no van a la
sinagoga los sábados, ni se acercan casi nunca por el Templo, nadie piensa en ellos,
ni les tiene simpatía. Nunca hubieran imaginado que el Señor se acordara de ellos y
que, además, les recomendasen que lo anunciaran a los vecinos de Belén.
Se excusaron porque no podían ofrecernos buenos regalos. Ellos se habían
adelantado corriendo para ver si sabrían encontrarnos. En su zurrón, traían cuajada
y pan recién hecho en el rescoldo, pero sus compañeros, traerían algo más …
Hablaban apresuradamente. Cuando se calmaron, se quedaron muy quietos,
acurrucados y en silencio. Algo pensaban que no se atrevían a decírnoslo. Se
pusieron a llorar emocionados. Por fin uno se me ha acercado y me ha dicho al
oído: ¿podríamos ver al Niño?
-Claro que sí, les he dicho. Miraban y miraban y se miraban. Han llegado los otros.
Traían leche, trigo, miel, frutas secas y hasta algunos huevos. Me ha costado
mucho decirles que dejaran descansar a mi mujer, ¡estaban tan ilusionados! Se les
veía radiantes de felicidad. Hemos pasado a la estancia de al lado, aquí mismo,
donde os estoy hablando. Amanecía y pronto, con pena, me han dicho que debían
irse. Les ha costado mucho. Sé que al salir, algunos se han quedado por el pueblo,
han llamado a las casas y les han contado todo lo que habían visto y oído. La gente
creía que estaban locos. Por eso entonces yo he pensado que tú podrías ayudarnos.
Seguramente conocerás al panadero para que amase y meta en el horno la harina
que nos han dejado los pastores. Así mañana comeremos pan tierno. También
necesitaríamos algo para cocinar. Mateo, cuento contigo, por favor, nos tienes que
ayudar.
-Que sí, que sí. Que os ayudaré, pero luego, cuando se despierte tu mujer ¿me
dejarás que le dé un beso al Niño? Sin esperar respuesta añadió: ahora mismo paso
por casa, tomo un ánfora y os traigo agua. Y platos. ¿a ti te gusta el vino?.
Mateo se fue brincando. José pudo dormir un poco. A María le gustó tomar un vaso
de leche y unos dátiles que habían dejado los pastores.
Estaba nerviosa y yo también. Más tarde se ha presentado Salomé y las he dejado
a las dos solas. Enseñar a dar de mamar y a mecer al Niño, no es cosa de hombres.
José se dio una vuelta por la población para ver si encontraba algún trabajo, la
matrona se quedaba junto a ella, le había cogido cariño, se veía a la legua. Estaba
en buenas manos y se fue tranquilo.
Mateo al atardecer trajo todo lo que necesitaban y algo más. Dijo que era preferible
que el burro estuviera en la cuadra de su tío, que ya le había dicho que lo cuidaría.
Ellos ahora no lo necesitaban y sería más un estorbo que otra cosa, en la pequeña
estancia en la que vivían.
FIELES AL SEÑOR.- Mateo, atento y servicial, lo preparó todo. Al cabo de ocho días
era preciso circuncidar al niño, él ya lo sabía y reservadamente, por ser su amigo,
ya le habían dicho que nombre le iban a dar. Era rito y era fiesta. Muy íntima en
este caso. Muy emotiva también. Acudieron, ¡cómo no! Salomé y Zelomi. Esta
última se quedaba en un rincón avergonzada. Las dudas de la noche de aquel día,
le habían causado un gran impacto y no se había atrevido a volver por la morada.
María lo sabía, pues Salomé la tenía al corriente de sus preocupaciones y
atenciones. De ella provenía tierna carne, cariñosamente asada, rosado jugo de
granada y trigo tostado. Se sentía nueva Rut que proveía a la descendencia de
David, del mismo alimento que le había proporcionado a su suegra Noemí.
María la llamó y le puso en sus brazos a la criatura. Lloraba de emoción. La
ceremonia fue breve. La fiesta se alargó poco.
Unos días después le recordaron a Mateo que necesitaban el borrico. La Ley decía
que debían llevar al Niño al Templo y ofrecer lo que estaba establecido. Lo trajo
enseguida. Aquella noche la familia durmió acompañada. Además del jumento
estaba el par de tórtolas que el chiquillo había logrado cazar y orgulloso se las
ofreció. Quiso acompañarles, le recordaron que era un rito estrictamente familiar.
Se despidieron, les pidió si podía volver al día siguiente para que le contaran como
les había ido por Jerusalén.
.- Claro que sí. Para ti nuestra puerta siempre está abierta. Además tienes que
encargarte del jumento. José va encontrando trabajo. Remiendos caseros y
arreglos de puertas de cercados y techos de cabañas, hasta una puerta de la
sinagoga la ha tenido que cambiar.
(COMENTARIO DEL ÁNGEL: Los primeros que supieron que el Mesías había nacido,
fueron pastores, gente marginada, nada bien vista, que nadie tampoco tenía en
cuenta. La primera que sabría, mucho después, que había resucitado, sería María,
la de Mígdala, mujer de malos antecedentes. Ahora bien, tanto unos como la otra,
gente intrépida y que amaba. Aprended a tener correcta escala de valores y
proponeos hoy vivir de acuerdo con ella)
(Continuará)