Solemnidad. Santa María, Madre de Dios (1 de enero)
“Yo te saludo María, Llena de Gracia…”
Padre Pedrojosé Ynaraja
Permitidme, mis queridos jóvenes lectores, que divague sobre conceptos, ya que
comentar el evangelio de la misa de hoy ya lo he hecho uno de estos días, dentro
de la celebración del ciclo de Navidad.
He visitado bastantes museos de antigüedades muy antiguas. Seguramente que a
vosotros, si lo habéis hecho, no os habrán interesado tanto como a mí, las cosas
que os diré, lo perteneciente a la cuenca mediterránea. Os diré los que ahora
recuerdo. Cuatro en Jerusalén, el Louvre de París, el arqueológico de Madrid y el del
Vaticano. Amén de salones especializados como el de esta semana, que se titulaba
“de antes del diluvio”. ¿Por qué os cuento esto? Porque en todos, es común
encontrar primitivas figuritas de divinidades femeninas. Se las llamará Astarte,
Aserá, Artemisa, Venus etc. Se refieren, generalmente, a tiempos que el hombre
adoraba a las manifestaciones de la fecundidad. En otras mitologías existían las
diosas madres, como en la Grecia clásica. Algo de esto habréis estudiado. ¿Tienen
algo que ver estas visiones o nociones, con nuestra afirmación de que Santa María
es Madre de Dios? No, en absoluto.
El origen de esta calificación que en la Iglesia se da a María, está en discusiones
teológicas, posteriores a la generación de los discípulos del Maestro y Señor
nuestro. La problemática se centraba en la realidad humana de Jesús. No se
dudaba de su divinidad, ahora bien, ciertas tendencias, no aceptaban que fuera un
hombre hecho y derecho. Reunida la Iglesia en Concilio, recapacitó y reconoció que
sí que era humano, ya que lo había engendrado y dado a luz una mujer, llamada
María, precisamente. Una discusión de tal tipo, hoy se centraría en la investigación
de su ADN, pero en aquellos tiempos de esto no se tenía de idea. Y la afirmación de
que si ha nacido de forma natural de una mujer, se tratará de un ser humano, es
válida aun hoy en día. Las inquietudes y los estudios teológicos cristianos se
fraguaban de aquellas épocas, en el entorno de Antioquia, Alejandría,
Constantinopla, Cesarea y otros sitios del Medio Oriente. Occidente pintaba poco.
Fue en el Concilio de Éfeso donde se reconoció esta prerrogativa de María y la
preciosa basílica de Santa María la Mayor de Roma, es un digno testimonio del
reconocimiento. Os confieso que cuando voy a Roma no dejo nunca de visitarla, por
devoción y por la satisfacción estética de contemplar sus bellos mosaicos.
Que quede claro, pues, que lo que afirmamos es que Jesús, hijo de Dios, nació de
María de Nazaret. De aquí, en consecuencia, que se la pueda llamar y proclamar
Madre de Dios. Excluyendo, vuelvo a repetir, conceptos paganos de diosas de la
fecundidad, las de los vasos chorreantes, diosas-madre, o madres de semidioses.
Tal vez, si habéis llegado hasta aquí, todo lo que os he escrito, os parezca un rollo
fenomenal. No os condenaré por ello. Cada uno es cada uno y tiene sus
“cadaunadas”, que dijo aquel.
¿De qué sirve todo esto? ¿Qué provecho podemos sacar de ello? Permitidme que os
recomiende que no seáis utilitaristas en estos terrenos. Os voy a contestar
confidencialmente. María, mujer, madre, tan cercana a Dios Trinidad, humaniza
nuestra Fe. Añádase, para consuelo y esperanza nuestra, que ejerce una
maternidad adoptiva sobre nosotros, por querencia expresa del Señor y aceptación
suya.
Estoy ahora fatigado mentalmente, debo descansar para mañana ser fiel a mi
vocación en diferentes actividades, pues bien, antes de irme a dormir,
inmediatamente después de que haya apagado mi PC, entraré en la iglesita, rezaré
acariciando el Sagrario y, de inmediato, mirando una imagen de la Virgen, junto a
la que desde 1922 ha rezado mi familia, le pediré a Ella, no a la figura plástica, que
interceda ante su Hijo por mí y por vosotros, entre otras intenciones.
Ahora es otro día. Mientras recorría los 6km que me separan de donde celebro
misa, iba repitiendo: yo te saludo María, llena de Gracia… Y acabada la liturgia,
hemos cantado la bella y más antigua oración a Ella dedicada (es del siglo IV y fue
redactada en lengua griega) Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desoigas nuestras súplicas…