Encuentros con la Palabra
Natividad del Señor – Ciclo A (Lucas 2, 1-14)
(...) será motivo de gran alegría para todos”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Muchos cuentos navideños circulan en estos días por los periódicos, las revistas, la
Internet y otros medios. Uno de tantos cuentos que me he encontrado se llama El Sueño
de María , y dice así: “Tuve un sueño, José... no lo pude comprender completamente, pero
creo que se trataba del nacimiento de nuestro hijo. La gente estaba haciendo preparativos
con seis semanas de anticipación. Decoraban sus casas y compraban ropa nueva. Salían
de compras muchas veces y adquirían elaborados regalos. Era muy peculiar, ya que los
regalos no eran para nuestro Hijo. Los envolvían con hermosos papeles y los ataban con
preciosos moños; todo lo colocaban debajo de un árbol. Si, un árbol, José. La gente
decoraba muy bien el árbol. Las ramas llenas de esferas y adornos que brillaban. Había
una figura en lo alto que parecía una estrella o un ángel; todo era muy hermoso. El día del
nacimiento de Jesús, se arreglaban con la mejor ropa y se reunían a comer deliciosos
manjares. Pero comían ellos solos, no invitaban a nuestro hijo a la cena navideña, y
mucho menos a nosotros dos. Todos estaban muy contentos. Bailaban, bebían, se reían
estrepitosamente, pero parecía que habían olvidado el motivo de la fiesta.
Toda la gente estaba muy feliz y sonriente. Estaban emocionados por los regalos; se los
intercambiaban unos con otros, José. Sin embargo, al final no quedó ningún regalo para
nuestro hijo. Sabes, creo que ni siquiera lo conocen muy bien; me da la impresión que lo
conocen sólo de oídas, porque no mencionaron su nombre en toda la noche, a pesar de
que se reunieron para celebrar su nacimiento. ¿No te parece extraño que la gente se
meta en tantos problemas para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera
conocen bien? Tuve la extraña sensación de que si nuestro hijo hubiera llegado a la
celebración, lo hubieran considerado como un intruso solamente. Nadie se acordó de él,
ni de nosotros dos. Claro que ha pasado tanto tiempo, que no me parece raro. Sentí
ganas de llorar. ¡Qué tristeza para Jesús no ser invitado a su fiesta de cumpleaños! Estoy
contenta porque sólo fue un mal sueño. ¡Qué terrible que este sueño se hiciera realidad!”
Este cuento puede crear en nosotros un sentimiento de culpa o invitarnos a dejar entrar a
Jesús en su fiesta de cumpleaños. Lo complicado puede ser llegar a saber dónde y cómo
reconocer la presencia de Jesús en nuestras vidas. Cuando los ángeles anunciaron a los
pastores el nacimiento de Jesús, las señales para reconocerlo fueron las siguientes: “No
tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para
todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor.
Como señal, encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un establo”.
Con estas señales, los pastores reconocieron al Mesías. La fragilidad y la pequeñez, son
las características que permiten reconocer al Hijo de Dios que nace de nuevo entre
nosotros. Qué bueno que en nuestras fiestas de Navidad, abriéramos un espacio para
esas personas que normalmente no visitamos; sólo tenemos que mirar un poco alrededor
y pensar en cuál es la persona más frágil, más débil de nuestro entorno; no tenemos que
ir demasiado lejos; estoy seguro que muy cerca de nosotros encontraremos personas que
podrían alegrarse con nuestra invitación y participar de nuestras fiestas. Pidamos para
que el sueño de María no se haga realidad.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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