IV Domingo de Adviento, Ciclo A
José y el misterio de Emmanuel
A María se atribuye el texto de Isaías (Is 7,10-14) citado en el evangelio de Mateo.
Para el cristianismo ella es la joven virgen que concebirá y dará a luz un hijo y le
pondrá por nombre Emmanuel, "Dios-con-nosotros". Así lo revela la escena que
anuncia el nacimiento del niño a José (Mt 1,18-25).
La narraci￳n del anuncio a José deja bien claro que Jesús es el “Hijo de Dios”
porque viene del Espíritu Santo y su concepción se ha producido virginalmente.
Además Jesús es también el “Hijo de David” porque José, obedeciendo a lo que el
ángel le pide, le impone el nombre y con ello lo reconoce legalmente, según la
costumbre de la época. De este modo el niño quedaba integrado a todos los efectos
en el linaje davídico. El evangelista afirma entonces que: “Todo esto sucedió para
que se cumpliera lo que había anunciado el Se￱or por el profeta” y reproduce el
pasaje de Is 7,14. Es la primera vez que Mateo introduce en su evangelio la
primera de la serie entre las “citas de cumplimiento” de textos del Antiguo
Testamento. Así ilumina el sentido profundo de los hechos narrados y los presenta
como realización del plan de salvación que Dios había anunciado desde antiguo. El
evangelista lo hace con el convencimiento creyente, de que el Señor conduce la
historia según los designios que había revelado en las Escrituras por medio de los
profetas.
El aspecto fundamental en conexión con el texto de Isaías está en el término
“Emmanuel”, el cual no debe ser entendido aquí como un nuevo nombre propio de
Jesús. Su importancia le viene de aquello que significa. El evangelista lo traduce por
“Dios-con-nosotros”, pues el ni￱o que va a nacer hará realidad la anhelada
presencia del Señor en medio de su pueblo y lo salvará de sus pecados. Este
nombre no volverá a aparecer en todo el evangelio, pero será un hilo conductor del
mismo porque evoca la presencia continua de Dios en medio de su pueblo en la
comunidad (Mt 18,20), en la Eucaristía (Mt 26,29) y en la vida y misión de la
Iglesia: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). La
lectura del oráculo que hace Mateo es mesiánica y salvífica y sirve para poner de
relieve la identidad de Jesús. La mención de la virginidad de María es un dato
claramente afirmado pero está en función de aquella identidad de Jesús, Dios con
nosotros
A diferencia de Lucas, el evangelio de Mateo se centra más bien en el personaje de
José, el esposo de María, para anunciar el nacimiento de Jesús. José, denominado
el hijo de David por pertenecer a dicha estirpe, tal como nos narra la genealogía al
principio del Evangelio, al poner el nombre a Jesús y acoger a María, se convierte
en padre legal de Jesús, cuyos efectos en la antigüedad eran los mismos que la
paternidad física y posibilita el reconocimiento oficial de Jesús como descendiente
de David (Rom 1,1-7) y por tanto como Mesías legítimo. La paternidad legal de José
es tan importante como la maternidad física de Maria, pues en Jesús, el hijo de
David, a través de José y de María se cumple la profecía mesiánica de Isaías.
Pero la figura de José se convierte en el tiempo de adviento en un modelo ejemplar
para los creyentes que quieren poner su vida al servicio del Señor. De él, a partir
del evangelio de Mateo, podemos destacar dos aspectos fundamentales: José es,
por una parte, el hombre del silencio profundo ante un Dios que lo desborda
misteriosamente con todos sus dones, y por otra, el hombre justo por antonomasia.
Al decir el evangelio que José era “justo” no se debe entender s￳lo que él era un
buen cumplidor de la ley ni que era muy bondadoso, especialmente con María, su
esposa, sino más bien que él vive cumpliendo la voluntad del Padre del cielo. El
concepto de justicia en el primer evangelio es muy superior al del cumplimiento de
la ley (Mt 5,20). Es la justicia que consiste en la apertura al misterio de Dios
(muchas veces desconcertante), es la obediencia de la fe (Rom 1,5) al proyecto de
Dios y es la búsqueda del Reino de Dios.
La perplejidad en la que se encuentra José ante las circunstancias que rodean el
nacimiento de Jesús es muy grande. Pero no menos impresionante es su respuesta
como hombre de fe. Estando prometida María a José y antes de vivir juntos, ella se
encontró embarazada del Espíritu Santo. Ante el hecho sorprendente que José tiene
que afrontar, que su mujer está encinta antes de convivir con ella, tiene dos
posibilidades legales de actuación, según el Dt 22, 13-21 y Dt 24,1, la denuncia o
el repudio. Sin embargo, José no hace ni lo uno ni lo otro. “Y José, su marido,
siendo justo y no queriendo descubrirla se propuso secretamente dejarla” (Mt
1,19). La perplejidad de José no es duda sobre María, ni mucho menos sobre Dios.
La idea de José no es ni denunciar a María, ni tampoco repudiarla (cosas que serían
públicas), sino solamente separarse de ella secretamente para dejar que el
proyecto de Dios se realice en ella. Ante la inmensidad del misterio del que María es
protagonista, José, se siente indigno y en su humildad experimenta el temor
reverencial ante Dios y su designio. Su silencio absoluto es significativo. De él,
además, no transmiten los evangelios ni una palabra y precisamente este hecho es
el que en él se hace elocuente hasta convertirlo en modelo de vida interior.
La respuesta de Dios ante el silencio reverencial de José propicia la anunciación del
nacimiento de Jesús a través de un ángel, en claro paralelo con la anunciación a
María en el evangelio de Lucas. De este modo José comprende en el silencio que él
será también coprotagonista con María, su esposa, en el misterio de la encarnación,
en el cual, también él, como María, va a tener una misión específica, la de dar la
paternidad legal a Jesús y ser protector y guardián de las gracias divinas que él, a
través de María y Jesús, ha recibido. José (Mt) y María (Lc) son los que ponen el
nombre de Jesús al hijo engendrado por obra del Espíritu Santo. El nombre en el
ambiente bíblico no era mera denominación arbitraria sino la pronunciación de algo
esencial de la persona. Dar un nombre es significar su destino, definir su actividad y
su carácter. Al Mesías le da nombre el ángel. José y María actúan en nombre de
Dios. El nombre de Jesús significa “Dios Salva: Jesús es salvador porque salvará a
su pueblo de sus pecados”.
Como José y María, durante esta Navidad acojamos en silencio el misterio de Dios
en nuestras vidas y custodiemos los preciosos dones de Dios en nuestra existencia,
especialmente cuidando la vida de los niños y de los indefensos. Éste es nuestro
objetivo primordial en Oikía, nuestra casa de niños en situación de calle en Santa
Cruz de la Sierra (Bolivia), desde donde os deseamos ya a todos Feliz Navidad.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura