Ciclo A: IV Domingo de Adviento
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos y amigas
A un par de días de la llegada de Jesús en Navidad, el evangelio (Mt 1, 18-24) nos
presenta a José como el prototipo de lo que hemos de hacer para acogerlo y
hacerlo crecer en nosotros y en el entorno. En las tres semanas anteriores, los
responsables de mostrarnos el camino y de conducirnos al encuentro de Jesús,
fueron los profetas Isaías y Juan Bautista. En esta ocasión es José, el casto esposo
de María y padre adoptivo de Jesús. La clase de persona que fue José y el hecho de
que su trato con Jesús tuvo que ver con su nacimiento y con su desarrollo, lo
convierten en un guía privilegiado.
Porque el mismo Padre Dios lo escogió para ser el padre adoptivo de Jesús, es
decir, su custodio y guía ante la ley y la vida. Ahora bien, si el Padre Dios confió su
Hijo a José, cómo no habríamos de confiar nosotros en José para ir a Jesús. En
concreto y por circunstancias especiales, que, según Mateo, habían sido previstas
por los profetas, José es el responsable de que Jesús nazca en Belem, de que se
llame Jesús (=salvador), de que lo lleve a Egipto para salvarlo de Herodes y de
que, muerto éste, regrese a su patria y se afinque en Nazareth. A imitación de
José, nosotros debiéramos preocuparnos de hacerlo nacer y crecer sanamente en
nosotros y en tantos otros que aún no lo conocen. Sería la buena obra misionera,
que el Padre Dios espera de nosotros en esta Navidad.
Porque siendo José un hombre justo (Mt 1, 19), respetuoso de la ley y cumplidor de
la voluntad de Dios, va a saber actuar siempre correctamente. Dudo que los
cristianos lleguemos a tener tantas situaciones difíciles y dudas sobre la fe en Jesús
como las tuvo José. Por ejemplo, su perplejidad al ver en estado a su prometida
María, a quien él tanto quiere y admira. ¿Cómo entender y solucionar la situación
que se le presentó? Mateo nos habla de las pesadillas que tuvo José, de sus dudas
entre denunciarla (para cumplir con la ley) y abandonarla (para no perjudicarla),
etc. Sabemos cómo, a las finales, Dios Padre acude en su ayuda -(es lo que
bíblicamente quiere decir que un ángel del Señor se le apareció en sueños (Mt
1,20)- , y le hace saber que el niño de su prometida María es obra del Espíritu
Santo, y que puede llevársela a casa con toda confianza y hacerla su esposa.
Porque al casarse José con María va a empezar a realizarse el Plan Salvador de
Dios. Al respecto, la participación de José es parte integral de ese Plan, sobre todo
para Mateo, que, a diferencia de Lucas, va a hacer partir su relato de la infancia de
Jesús con la anunciación de un Ángel a José (Mt 1, 20-21). Encomiamos siempre y
nos desafía el Sí maravilloso y generoso que, en la Anunciación, María dio a Dios.
Debiéramos encomiar también, aunque en otro orden y plano, el Sí maravilloso y
esforzado que José dio a Dios. Encomiarlo y sentirnos desafiados por el mismo, ya
que encierra la larga lista de responsabilidades que José tuvo que asumir para que
María y Jesús realizasen su misión. Es por ello que la Iglesia nos lo propone hoy
como ejemplo a seguir, empezando por imitar su espíritu de oración y su gran fe,
todo un abandono activo en Dios.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)