Ciclo A: IV Domingo de Adviento
Mario Yépez, C.M.
Una señal para el mundo: un niño que nace
Hemos llegado al cuarto domingo de adviento y está más cerca la celebración de la
Navidad. La primera lectura nos ubica en el llamado “libro del Emmanuel”, que está
en el escrito profético de Isaías, donde la profecía en torno al sucesor del rey Ajaz
aviva la esperanza de que Dios no abandona a su pueblo, a pesar de las
infidelidades del monarca de turno, que ha buscado en un conflicto con los pueblos
vecinos alianzas y pactos humanos y no ha confiado en la promesa de protección y
bendición del Dios de Israel. De esta forma, es Dios mismo quien le proporciona
una se￱al: el heredero, que está por nacer de la “doncella”, volverá a confiar en
Dios. Por tanto, el heredero es profetizado como el “Emmanuel”, pues se confirma
la esperanza de que Dios es fiel a su alianza y se hace presente cada vez que surge
un príncipe. El Señor prometió a David que siempre habría un sucesor de su casa,
el cual debería asumir con todo su corazón el reino entendido como una donación
de parte de Dios. De allí que el rey de Judá encerraba toda la esperanza de un
pueblo que se sentía unido a su Dios a través de su líder. Por eso, Judá no puede
hacer alianzas, no puede confiar en sus fuerzas humanas, sino solo en Dios. La
señal del niño, del príncipe, habla del cumplimiento de la promesa de Dios hecha a
David.
La segunda lectura está tomada del inicio de la carta a los Romanos. Un saludo
complicado, pues concentra en medio de este saludo inicial a los cristianos de
Roma, toda una compilación de lo que podría significar el anhelo cumplido porque el
Salvador ha llegado al mundo para justificar a todos los hombres sumidos en el
pecado. Anuncia Pablo el evangelio de Dios, preparado desde antiguo, aferrado a la
esperanza de la promesa davídica pero dotado de una condici￳n mayor: “hijo de
Dios”, y que ha resucitado consumando la salvaci￳n de los hombres. De esta forma,
Jesucristo es el evangelio y es quien envía a los apóstoles a ejercer su ministerio de
evangelización a todos los pueblos.
Mateo nos presenta esta sección de relatos de infancia de Jesús, cómo se dio su
nacimiento. Siguiendo la tradición patriarcal del judaísmo, el personaje en el que se
centra es José, hombre justo, que dada la situación particular en que se encuentra
María, con quien se halla desposada, decide separarse sin causar a María mayor
dificultad. El autor anticipa al lector que el embarazo de María es por obra del
Espíritu Santo. Recurriendo a la revelación de Dios por medio del ángel del Señor
(muy propio del AT), se da a conocer dos cosas fundamentales para José: la
condición divina de Jesús y su misión como padre al imponer su nombre, el cual
resume definitivamente la misión de Jesús. El evangelista ve por conveniente releer
la profecía de Isaías que hemos analizado y compartido anteriormente, pero la
traducci￳n griega habla de “virgen”, en vez de doncella, con lo cual, propicia una
nueva interpretación de la profecía. Jesús, el enviado del Padre, es el Hijo de Dios,
su nacimiento es especial y debe proceder de la acción del Espíritu, pero siendo el
“Emmanuel”, tiene que revelarse en el seno de una familia, con lo cual se hace más
patente el significado del “Emmanuel”; realmente es “Dios con nosotros”.
Este tiempo de adviento, resulta ser un camino de conversión necesario para
comprender el misterio de la encarnación. Tengo que compartir dos pensamientos
que me suscitan al leer estos textos bíblicos. En primer lugar, el designio divino de
parte de Dios de que Jesús se manifieste al mundo como uno de nosotros. Pudo
irrumpir la misión salvadora de Jesús de otra forma, como un desconocido que de
pronto aparece sin presentar ningún arraigo a la naturaleza humana, pero este
designio de amor, lo llevó a revelarse en la fragilidad y la hermosura del nacimiento
de un niño. ¡Cuánta esperanza encierra el alumbramiento de un niño! Para el
pueblo de Israel, el heredero del trono también encerraba la esperanza de que Dios
estaba cumpliendo con su parte de la alianza. Pablo habla de la seguridad de que el
Hijo de Dios se ha manifestado al mundo como nacido de la carne, constituyéndose
así en el más indicado para ofrecernos una salvación plena. Todo esto le da un
marco especial al tema de la familia, ya que desde la fe cristiana, la familia queda
santificada como lugar de revelación de la salvación ofrecida por Jesús. Esto es algo
que deberíamos reflexionar profundamente para recibir al Niño Dios también en
nuestras propias familias, pues es allí donde quiere manifestarse al mundo. En
segundo lugar, la profecía del “Emmanuel” confirma la presencia de Dios en medio
de la humanidad. El Hijo de Dios tiene rostro humano, camina a nuestro lado, se
manifiesta muy cerca de nosotros. Si Dios creó al ser humano y supo confiarle el
cuidado de la creación, quiero pensar que Dios sigue apostando por su criatura
maravillosa, no puede abandonarlo a pesar de la sombra del pecado que lo agobia y
lo desorienta. Este es el Dios en quien quiero creer. Quiero verlo con rostro humano
y todos hemos empezado contemplando a
un pequeño niño, tan frágil, tan débil, tan tierno y que encierra toda la fuerza de
Dios, todo su amor, toda la esperanza de un futuro promisorio. Esta es la Buena
noticia que el mundo aún ignora. La Navidad viene siendo trastocada por otros
intereses. Esto es una realidad, pero creo que es posible darle el giro necesario a
partir de una oración sencilla de la familia cristiana en la Misa de Nochebuena y
ante el “belén” de nuestras casas. Jesús es la Buena noticia para este mundo
agobiado y sumido en el sufrimiento. Que estos últimos días de adviento, nos
ayuden a centrarnos en el verdadero acontecimiento que está por darse, porque
Jesús nace en el hoy de nuestra historia. Hay alguien importante que está por
llegar, está muy cerca de tocar tu puerta, estate atento para recibirlo: “Va a entrar
el Se￱or, él es el rey de la gloria”.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)