Ciclo A: IV Domingo de Adviento
Javier Balda, C.M.
Se acerca la Navidad
Cuando nuestras ilusiones hacen cálculos con la billetera que tenemos en las
manos, cuando nuestros ojos brillan al reflejo de los escaparates, cuando nuestros
sueños crean nuevos Magos, nuevos Papás Noeles, nuevos arbolitos verdes
cargados de luces y de regalos, cuando nuestras miradas y nuestros pensamientos
miran más a Wong, Saga o Ripley que a la Cueva de Belén, ¡qué difícil es
centrarnos en la contemplación y en el gozo del amor de Dios entregado en la
persona de su Hijo que se hace niño, pobre, en medio de nosotros! ¡Qué difícil es
penetrar y compartir los sentimientos de María y José!
Por eso es preciso buscar espacios en nuestra vida agitada para aislarnos de
nuestras ilusiones, de nuestros sueños, de nuestras preocupaciones, de nuestras
miradas, y contemplar a ese Dios que por amor viene hacia nosotros, que quiere
nacer y vivir en medio de nosotros.
Contemplar y agradecer, agradecer y aceptar, aceptar y gozar con el mejor regalo
que podemos recibir, con el mejor regalo que podemos compartir.
María, la mujer sencilla y humilde, la joven elegida por Dios, la virgen sin mancha,
la joven madre, que se había puesto en manos de Dios, vive expectante el
nacimiento de su hijo e Hijo de Dios.
José, el hombre bueno y justo, el enamorado fiel, el que no entiende ni comprende,
se deja conducir por la fe y cumple la misión que se le ha encomendado: Lleva a su
casa a María y con ella espera con gozo al hijo que viene.
Esa fe, esa fidelidad, y ese hijo que llega los ha unido mucho más que su mismo
amor. Seguramente se abrazaron con lágrimas en los ojos, se regalaron un beso de
amor y dieron gracias a Dios. Y Dios desde el cielo les sonrió. Y el niño saltó de
alegría porque sintió en su cuerpo y en su rostro caricias de amor. Él también se
sentía abrazado, besado, amado. Él era la causa de tanto amor.
¿Qué regalo esperamos para esta navidad? ¿Qué regalo vamos a ofrecer nosotros?
En Belén no hubo ni tiendas, ni escaparates, ni regalos cubiertos de papel brillante.
En Belén si hubo regalos: El regalo de Dios, su Hijo, y el regalo de María y José:
una sonrisa y todo su amor.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)