Solemnidad de la Natividad del Señor (24 de Diciembre)
MISA DE Medianoche
a.- Is. 9, 1-6: Un hijo se nos ha dado.
Las tinieblas son signo del caos y de la muerte, signo de la opresión e infidelidad
del pueblo, la luz en cambio, signo de vida, de nueva creación, apuntan a la
liberación y restauración (vv.1-2). El motivo de gozo sólo se compara, con el de la
cosecha abundante o la que provoca una victoria sobre el enemigo. La tierra, su
posesión y fecundidad, son tema recurrente de preocupación en el pueblo de Israel.
La liberación e iluminación son acciones de Dios: los israelitas en medio de la noche
con antorchas, haciendo sonar los cuernos, espantan a sus enemigos. La noche los
envuelve, mientras la luz de Dios y su palabra libera a Israel (vv.3-4; cfr. Jc.7, 16-
23). La atención se centra ahora en una persona, en la historia concreta, la
continuidad de la dinastía de David, pero el contenido y el ámbito de la profecía
superan el tiempo del profeta: nacerán un ni￱o, “un hijo se nos ha dado”. El profeta
define a este futuro niño en términos cortesanos: consejero, guerrero, padre y
príncipe, pero los calificativos que les acompañan a estos cargos hablan a las claras
de un ámbito y amplitud que va más allá de las realidades humanas y cortesanas:
"Maravilla de Consejero, Dios guerrero. Padre perpetuo, Príncipe de la paz" (v.5).
Luego encontramos una relectura de la profecía de Natán que donde se insiste en la
perpetuidad de la paz sobre el trono de David, que va más allá de las coordenadas
históricas, puesto que no tendrá fin (v.6; 2 Sam.7, 12-16). El fundamento es el
mismo Yahvé, su celo que se puede manifestar como castigo, pero que desde ahora
se manifestará en un entrañable amor por su pueblo en su Mesías
b.- Tit. 2,11-14: Apareció la gracia de Dios para todos los hombres.
El apóstol, exhorta a los miembros de la comunidad a los ancianos, mujeres
jóvenes y esclavos a vivir su fe en medio de la comunidad, pero además, les
aconseja respecto a sus deberes como ciudadanos, pero en medio de ambos textos
encontramos la motivación y el fundamento teológico, que ilumina todo el conjunto:
la aparición de la gracia de Dios, manifestada en Cristo Jesús (v.11; cfr. Tit. 2,1-
10; 3,1-7). La vida cristiana, su ética, encuentra su fuente en la aparición y la
salvación, que encontramos en Cristo Jesús. La forma de vida que tiene el cristiano,
es porque Jesús nos ha salvado. Es la gracia de Dios, que comienza a obrar entre
los hombres desde la aparición de Jesús entre nosotros. Se pasa de la impiedad, a
una vida de sensatez, justicia y piedad, hasta la manifestación definitiva de
Jesucristo, al final de los días. La primera venida, que hoy recordamos, prepara la
segunda, de ahí la necesidad de disponerse con una vida santa, acorde con la de
Jesús. Su primera venida es coronada con su misterio pascual, su pasión, muerte y
resurrección, que rescata a su pueblo, para que una vez purificado, está bien
dispuesto para las buenas obras nacidas de la fe. El apóstol Pablo, nos invita a
descubrir en Cristo Jesús, la gracia de Dios, que nace entre nosotros, y esperar con
una vida santa, su segunda manifestación, la definitiva de nuestro Dios y Salvador
en el día del Juicio.
c.- Lc. 2,1-14: Hoy os ha nacido un Salvador.
San Lucas, nos relata las circunstancias políticas y sociales, en que llegó el Hijo de
Dios a este mundo. El relato, nos enseña cómo el Verbo de Dios, se inserta de tal
modo en el mundo, que comienza su andar por esta vida en una gruta, porque no
había sitio en la posada, debido al censo ordenado por el emperador César Augusto.
Los detalles tienen ese fin pedagógico: Dios hecho hombre está entre nosotros, y
por lo mismo, sufre las circunstancias ordinarias que cualquier hijo de vecino, debe
padecer en su vida de cada día. Luego se destaca la obediencia de José y María con
las autoridades, de lo contrario, el Niño habría nacido en Nazaret, y no en Belén.
Nace en una gruta con el resguardo de unos animales, envuelto en blancos pañales
y en el pesebre la Madre lo recostó. Un ángel del Señor, da la noticia a unos
pastores de los alrededores (v. 14). Acuden a Belén, y descubren que lo anunciado
por el ángel era verdad: ahí está el Niño recostado en el pesebre, y contaron a sus
padres lo sucedido. El Señor se ha manifestado, habían dicho los pastores (v.15), y
por esto, glorificaban a Dios por los visto y oído (v. 20). El evangelista, deja un
espacio para hablarnos del estado de la joven María, ahora convertida en Madre del
Salvador. De todos su ser germina la Maternidad divina, y por ello, estas escenas
hay que leerlas en dos niveles: por una parte, lo propiamente humano preñado de
lo divino; Dios ha entrado en la historia del hombre, para hacerse uno de ellos, y
rescatarlo de su baja condición, a la que el pecado lo ha llevado. María, con razón
es llamada puerta del cielo, desde y por donde cruzó el Verbo el umbral santo de su
humanidad, para depositarse en su seno y asumir una nueva vida. Por otra, la
humillación del establo, es el gran marco, donde la Vida es depositada por Aquella,
que es la esclava del Señor. El mensaje del ángel, transmitido a los pastores, es la
confirmación, de cuanto se dijo de ÉL, en la visita de Gabriel en Nazaret. Todo esto
es motivo de meditación y contemplación del corazón de María. San José calla ante
el misterio, su silencio es fortaleza del hombre de Dios. No habla pero escucha,
admira y glorifica a Dios por las maravillas que realiza en su vida (v. 18). Esta
Noche Santa debemos, como los pastores, comunicar al mundo: Nos ha nacido un
Salvador, el Cristo, el Señor; un Hijo se nos ha dado (cfr. Is.9, 5). Como los
ángeles, con José y María nuestra plegaria se convierte en éxtasis de amor divino,
es decir, de adoración. El Belén es hoy el corazón de la Iglesia y de la humanidad,
porque desde hoy tiene latido humano y divino. Del portal de Belén, nos viene la
Luz y la Vida. Feliz Navidad.
San Juan de la Cruz, ahora nos deja frente al portal de Belén: “Ya que era llegado
el tiempo/ en que de nacer había, / así como desposado/ de su tálamo salía, /
abrazado con su esposa, / que en sus brazos la traía; / al cual la graciosa Madre/
en un pesebre ponía, / entre unos animales/ que a la saz￳n allí había” Romance
acerca del Nacimiento (vv. 290-295).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD