Solemnidad de la Natividad del Señor. Ciclo A.
Misa de Medianoche
Hoy ” nos ha nacido el Salvador. Este “ hoy ” quiere significar que lo que celebramos
en la Navidad no es un simple aniversario, sino un “sacramento’, o sea una
actualización sacramental del hecho salvífico del nacimiento humano del Hijo de
Dios.
La Navidad es la revitalizaci￳n en nuestro vida del “ ayer ” de Belén y del “ mañana
de la última venida del Se￱or en el “ hoy ” de la celebraci￳n de este a￱o, que es un
acontecimiento siempre nuevo, no sólo un recuerdo folclórico de hechos pasados.
Hoy ”, después del duro y cruel destierro, estamos viendo una Luz grande que nos
brilla y nos salva. “ Hoy ” hay gozo y alegría por esta victoria y liberaci￳n. “Hoy” de
la estirpe de David-Rey nos ha nacido un Niño, que es el Libertador, el Dios Fuerte,
Príncipe de la paz. “ Hoy ” ese Ni￱o instaura su Reino y nos trae su gracia divina, el
derecho, la justicia (primera lectura).
Este Dios que en Cristo nos trae “ hoy ” la salvaci￳n, lo hizo a través de su entrega.
Así nos rescat￳ de toda iniquidad y nos purific￳. Esto nos exige “ hoy ” llevar una
vida digna, sobria, justa y piadosa; renunciar a la impiedad y a los deseos
mundanos (segunda lectura). Sólo así podemos festejar su fiesta con Él.
Hoy ” María sigue buscando un lugar, un coraz￳n, donde poner a su Hijo Jesús.
Hoy ” José nos pide una ayuda para limpiar y dignificar nuestro pesebre interior.
Hoy ” María nos ofrece a su Hijo para nuestra adoraci￳n y admiraci￳n. “ Hoy ” cada
uno de nosotros podemos envolverle con los pañales de nuestro amor y cariño.
Hoy ” podemos cantarle como hicieron los ángeles en esa bendita noche con las
voces de nuestra fe y humildad. “ Hoy ” deberíamos ir corriendo a la gruta, como los
pastores, para ofrecerle lo mejor que tenemos y somos: “nuestro requesón,
manteca y vino” como dice el villancico.
Nuestro corazón ha sido hecho y educado, ni más ni menos, que para acoger a su
hacedor y a quien más le corresponde y conoce, a su pacificador, consolador y el
único que lo puede satisfacer por entero. El Señor ha venido para reconstruir, para
rehacer al hombre y al mundo, ha venido trayendo ante todo la paz, la dicha, la
alegría, la felicidad.
¡Feliz Navidad! Es la palabra que más escuchamos estos días. Nos la dicen los
mensajes comerciales, la gente de las calles, los discursos de los políticos, el abrazo
cari￱oso de la familia… y siempre irá acompa￱ado de un deseo de cosas buenas.
Pero, ¿realmente entendamos la profundidad de tales palabras?, ahondemos un
poco ahora esta expresión: felicidad, partiendo de la enseñanza de la exhortación
Evangelii Gaudium del Papa Francisco, que se￱ala que “el gran riesgo del mundo
actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza
individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de
placeres superficiales”.
Ante esta situaci￳n, el santo padre se dirige a los fieles cristianos “para invitarlos a
una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría”, porque “la alegría del
Evangelio llena el coraz￳n y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” y
“quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío
interior, del aislamiento”.
Aun así, el papa comprende a las personas que “tienden a la tristeza por sufrir
graves dificultades” y reconoce que “la alegría no se vive del mismo modo en todas
las etapas y circunstancias de la vida”, pero les pide que permitan que “la alegría
de la fe comience a despertarse, aun en medio de las peores angustias”.
“La tentaci￳n aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si
debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría”. Esto
suele suceder porque “la sociedad tecnol￳gica ha logrado multiplicar las ocasiones
de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría”.
Además, “cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay
espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios,
ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el
bien”. “Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente”. “Muchos
caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida”.
Por otra parte, el santo padre comparte que “los gozos más bellos y espontáneos
que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco
a qué aferrarse”. También recuerda “la genuina alegría de aquellos que, aun en
medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón
creyente, desprendido y sencillo”. De maneras variadas, “esas alegrías beben en la
fuente del amor siempre más grande de Dios que se nos manifest￳ en Jesucristo”.
Pero “hay cristianos cuya opci￳n parece ser la de una Cuaresma sin Pascua”, una
muerte sin resurrecci￳n. “Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es
el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del
coraz￳n de Cristo resucitado”.
En este sentido, el antídoto contra la tristeza es “vivir con alegría las peque￱as
cosas de la vida cotidiana”. “El Evangelio, donde deslumbra el humilde y glorioso
nacimiento del Ni￱o de Belén, invita insistentemente a la alegría”.
Para que esta alegría de la Navidad sea un don y una tarea, podemos
preguntarnos: ¿Tengo el corazón abierto y limpio para hospedar a este Niño Jesús
que viene humilde para traerme la salvaci￳n “ hoy ”? ¿Hay algo “ hoy ” que me impide
abrirle la puerta de mi posada? ¿Qué es? ¿Tendrá que pasar de largo María porque
encontró todo cerrado en mí?
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)