Ciclo A: Sagrada Familia de Jesús, María y José
Rosalino Dizon Reyes.
La luz brilla en las tinieblas (Jn 1, 5)
La Providencia nunca abandona a los creyentes en las noches de dudas y peligros.
Para los con fe, la oscuridad amenazante es una oportunidad para recibir la luz. Es
que la salvación requiere, en primer lugar, el retiro y la serenidad de la noche (cf Is
30, 15). Se nos exige asimismo, claro, que cooperemos y sigamos la instrucción
divina. Pero no la conoceremos sin el recogimiento y el sosiego necesarios para oír
a Dios.
Al justo José, acongojado por un divorcio inminente, se le apareció en sueños el
ángel del Señor. Ahora el ángel le advierte de nuevo en sueños de la trama
herodiana. Más adelante, la Sagrada Familia partirá de Egipto para Galilea y luego
se establecerá en Nazaret, de acuerdo con otras dos intervenciones angélicas en
sueños. Los Magos del Oriente recibieron también en sueños un oráculo, por eso
no volvieron a Herodes, a los sumos sacerdotes y los letrados.
Nos intruye Dios también a los aquejados de tantos males, tales como las
violaciones graves de los derechos humanos fundamentales, las guerras, la
desigualdad, la pobreza, la injusticia, el individualismo, el egocentrismo, el
consumismo (Papa Francisco, La Fraternidad, Fundamento y Camino para la Paz ).
Y ciertamente, el Papa es un mensajero de quien se sirve el Señor para llamarnos
de las tinieblas a su maravillosa luz. Sus exhortaciones valen mucho para una
reflexión orante—en el retiro y el silencio de Nazaret (Pablo VI)—orientada a una
vida de hacer el bien. Por medio del Papa Francisco, Dios revela al mundo actual la
salvación y la bendición significadas por el nombre del hijo de María.
La bendición salvífica no viene ni de los palacios, ni de la opulencia y el poder, ni de
la certeza de los peritos. Nada en común tiene con la indiferencia a los sufrimientos
de otros.
Los autocomplacientes y los indiferentes niegan que todos somos hijos de Dios.
Pero lo somos y tenemos responsabilidad de nuestros hermanos. Al respecto,
nuestro modelo es la Sagrada Familia, donde reina el amor que prohibe toda
dominación y se manifiesta en el respeto, la compasión, la bondad, la humildad, la
dulzura, la comprensión, la paciencia, el perdón, la paz, la gratitud.
Y estas virtudes de la familia quieren decir que, si nos hallamos ante una situación
de miseria como la enfrentada por san Vicente de Paúl en Chatillôn, haremos lo que
él. Es decir, seremos sacramentos de nuestro Padre compasivo e instrumentos
eficaces de alivio. Procuraremos además que lo sean también otras personas, de
modo que, con tantas ayudando, se podría hablar de una procesión (IX, 232),
siendo su fuente y su cumbre la eucaristía.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)