Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José, Ciclo A
Lecturas bíblicas
a.- Sir. 3, 3-7. 14 -17: El teme al Señor honra a sus padres.
La helenización de las ideas y costumbres, unos dos siglos antes de Cristo,
favorecido por las clases dirigentes, y después impuesta por Antíoco Epífanes, hizo
que Israel abandonara la sabiduría de sus padres (175-173). El autor de este libro
Ben-Sirá, expone la sabiduría tradicional de la nación, frente a estas novedades
extrajeras. El sabio israelita persigue educar a la juventud ante esta influencia
cultural, y apunta a la familia como baluarte de las tradiciones de un pueblo. La
familia, formada por el padre, la madre y los hijos, constituye una jerarquía, donde
se privilegia la estabilidad, la tradición y el orden. Mantener esta realidad en el
tiempo, herencia espiritual de Israel, el autor sagrado, exhorta a la práctica de las
virtudes, como son la obediencia, el respeto a los mayores, el amor solícito por los
padres cuando tengan alguna necesidad, dándoles a estas prácticas un valor
religioso (v.5). El Sirácida, hace una explícita referencia a los deberes de los
padres con los hijos (cfr. Sir. 30,1-13; 42, 9-14), ahora se refiere a las actitudes de
los hijos frente a los padres. Es el cuarto mandamiento, presentado como
importante en la vida religiosa hebrea (cfr. Prov. 19, 26; Rut. 1, 16; Tob. 4, 3-4).
El derecho paterno y materno, está apoyado por Dios (cfr. Ex. 20, 12; Tb. 4, 3-4).
La Escritura, nos presentan, varias formas de borrar de los pecados como: los
sacrificios del templo de Jerusalén, limosnas y perdonar los pecados, ayunar y
evitar el mal, pero especialmente, la piedad para con los padres, verdadero tesoro,
fuente de méritos y futura recompensa (cfr. Eclo. 3, 30; 28, 2; 34, 26; 35, 3; 1Tim.
6, 19). El gozar a los propios hijos, quien honra a su padre en momentos de
necesidad, Yahvé escucha su oración. Esta actitud asegura en cierta manera, que la
actitud de los hijos respecto a los padres, será la misma que recibirán ellos en un
futuro (cfr. Mc. 4, 24; 7,10-13). Todo esto redunda, para quien es piadoso con sus
padres, alcanzar una larga vida, precisamente por la veneración y amor que les ha
profesado. Para el cristiano, la verdadera familia, es la que nace de cumplir la
voluntad de Dios, manifestada en Cristo Jesús, que nace hoy en el cálido seno de
unos padres de familia que lo esperan ardientemente.
b.- Col. 3, 12-21: La vida de familia vivida en el Señor.
Pablo, exhorta a la familia cristiana, a vivir su realidad hecha de fortalezas y
debilidades a la luz del Señor, es decir, en su presencia buscando siempre lo que le
agrada a Dios. Las virtudes que nos propone practicar, son válidas para todo
cristiano: la misericordia, la bondad, la humildad, mansedumbre, paciencia.
Soportarse y perdonarse, como el Señor nos ha perdonado, no sin antes,
revestirse de su infinito amor, para vivir lo enunciado al comienzo. El sitio que le da
a la Palabra de Dios, es fundamental para que habite en cada cristiano con toda su
riqueza. La Palabra, está llamada a desplegarse en la realidad familiar para
enriquecerla como experiencia humana y cristiana. Sólo así se consiguen familias
comprometidas con su fe y con miras a ser heredada por sus hijos como un tesoro
para el futuro.
c.- Mt. 2, 13-15. 19-23: Toma al Niño y a su Madre y huye a Egipto.
El evangelio nos presenta la huida a Egipto de la familia de Jesús (vv.13-15), y su
regreso a Galilea (vv.19-23). Herodes el Grande, quiere matar al Niño Jesús; José
recibe la orden de Dios de huir a Egipto esa misma noche (vv.13-14). Tomó consigo
al Niño y a su madre, escena donde queda claro, que el Niño, es el centro del relato
y la madre, recibe la dignidad de su Hijo. La gloria de María, radica en su elección
como madre real y verdadera del Mesías. La ida a Egipto, recuerda la subida de
Jacob y sus hijos en busca de alimentos para salvarse de la muerte de hambre (cfr.
Gén.42s; Ap.12, 6). José, permanece en ese país, no sabemos por cuanto tiempo,
pero si que trabajando para mantener a su familia, con lo que vemos, la docilidad
de este padre de familia, a la voluntad de Dios. Permanece en Egipto, hasta la
muerte de Herodes, con lo se asegura la vida del Niño (v.15). El evangelista, ve el
cumplimiento de una profecía, porque se establece que Dios quería esta estancia en
Egipto, pasaje que se refería al éxodo de Israel de esa tierra para iniciar la
peregrinación (cfr. Os. 11, 1; Ex. 4, 22; Nm.23,22; 24,28). ¿Cuál es la razón para
aplicarle a Jesús estos textos? El evangelista está pensando en que se afirmaba que
los tiempos del Mesías era un revivir los tiempos de Moisés. Era el tiempo del
primer amor de Israel a Yahvé, sin sombra de ningún tipo de idolatría; ahora Dios
hace volver a su Hijo de Egipto a la tierra de sus padres. Se trata de volver a
esperar en Dios como entonces, para que Israel entre en esperanza, nueva
primavera, en que le volverá hablar al corazón (cfr. Os. 2, 14s; 12,10). En un
segundo momento, tenemos a José que regresa a Israel, por mandato del ángel,
escoge Galilea, por temor a Arquelao, que reinaba en Judea. Pareciera que Dios, de
alguna manera, obedeciera los designios de los hombres, pero en el fondo, es ÉL
quien dirige la historia. Jesús vuelve a Israel, a la tierra de las Doce tribus, elegida,
conquistada, que de nuevo es del Mesías, porque ya han muerto los que querían
acabar con su existencia, es Moisés que huye de Egipto a Madían, pero que luego
de un tiempo, le es mandado regresar (cfr. Ex.3,1-18; 4,19s). Era el faraón que
quería matar al joven Moisés, aquí es Herodes que quiere terminar con el Mesías,
allí la huida de Egipto y el regreso por mandato de Dios. Era el libertador elegido
que vuelve con su familia a Egipto, aquí es José con su hijo y mujer que regresan a
Israel. Disposiciones divinas que apuntan, según Mateo, a tener en cuenta respecto
al Mesías: la salida de Israel a Egipto, la servidumbre que padecieron y la el
regreso constituido en pueblo de Dios. Al escoger como destino Nazaret, se cumple
otra profecía: “Será llamado Nazoreo” (v. 23), es decir, nazareno (cfr. Jc. 13, 5. 7
Is. 11,1; 42,6; 49,8). Galilea era considerada tierra semi pagana, liberal, de ahí, la
sospecha de cuanto procediera de ella (cfr. Jn.1, 46). Jesús de Nazaret, provoca un
contrasentido, Jesús, es decir, Salvador, Dios con nosotros, de un lugar
despreciable, de mala fama, ignorado. Hay que entenderlo, como lo pequeño, no
conocido, lo débil, lo poco honroso, aquí tenemos el comienzo de su obrar, hasta
que llegue el tiempo de la consumación. Será llamado Nazareno (v.23). La
intención de Mateo es relacionar al hombre de Nazaret con el vástago o brote del
tronco de Jesé del profeta (cfr. Is.11,1; 53, 2). Todos estos son argumentos muy
serios para afirmar que Jesús, es el Mesías esperado de las Escrituras. Es en la
familia, donde Jesús, quiso vivir, el mejor espacio, para el crecimiento humano y
social, basado en un amor que se traduce en entrega, donación de la propia vida
por el otro, esposos e hijos. Necesitamos relaciones interpersonales basadas en el
amor exclusivo, único, fiel, proyectado para toda la vida. Los hijos son de Dios,
primero, luego de los padres, fruto precioso de un amor unitivo y abierto a la vida;
su tarea, educarlos para vivir su libertad con responsabilidad. Hay que estimularlos
a vivir los valores del Evangelio, primero, con el propio ejemplo, los padres,
abiertos a la proyección del amor en lo social y político. Es revivir la Iglesia
doméstica, verdadera levadura en la masa en el hogar cristiano, en la humanidad
(cfr. LG 31). Aquí está la misión de la familia en la Iglesia y la sociedad.
S. Teresa de Lisieux, carmelita, nos enseña que con Jesús, lo tenemos todo, en el
sentido, que es ÉL, quien da sentido a nuestro ser familia de Dios, si tenemos en
cuenta su Evangelio. “ᄀOh Reina de los mártires…Ya te ves obligada /a abandonar
el suelo de tu patria /por escapar, huyendo, /del furor sanguinario de un envidioso
rey./ Jesús duerme tranquilo/ bajo los suaves pliegues de tu velo/ cuando José te
advierte que hay que partir aprisa. /Y es pronta tu obediencia:/ tú partes sin
demora y sin razonamientos…/ ﾿Qué te importa el destierro? ﾿No es, acaso, Jesús
la patria de las patrias, la más bella? / Poseyéndole a él, tú posees el cielo” (P. 54
Por qué te amor, María).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD