Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José
Encontraron “a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre” (Lc 2, 16)
Se celebra hoy el domingo de la Sagrada Familia. Podemos seguir identificándonos
con los pastores de Belén que, en cuanto recibieron el anuncio del ángel, acudieron
a toda prisa, y encontraron “a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre” ( Lc
2, 16). Detengámonos también nosotros a contemplar esta escena, y reflexionemos
en su significado.
Los primeros testigos del nacimiento de Cristo, los pastores, no sólo encontraron al
Niño Jesús, sino también a una pequeña familia: madre, padre e hijo recién nacido.
Dios quiso revelarse naciendo en una familia humana y, por eso, la familia humana
se ha convertido en icono de Dios.
¿Cómo vivía la familia de Nazaret, la familia humana de Jesús? Unidos en la oración
y en la obediencia a Dios: “Levántate, toma al ni￱o y a su madre y huye a
Egipto…vuelve a la tierra de Israel” . Unidos en el amor mutuo: “se levant￳, tom￳ al
ni￱o y a su madre, se fue a Egipto” . Unidos en el trabajo, dolor y las pruebas:
“…porque Herodes va a buscar al ni￱o para matarlo ” (evangelio). Todo un programa
para las familias de hoy.
Ahora podemos preguntarnos: ¿Cómo viven algunas de nuestras familias hoy?
Unas, unidas en la oración, amor y dolor. Otras, no tanto, experimentando la
separación, el divorcio, viviendo como si Dios no existiera y dejándose llevar por el
silbido de las sirenas, dejando las ventanas de la afectividad de par en par a nuevos
aires de liberación, o abriendo la puerta del corazón a piratas intrusos que lo único
que pretenden es destrozar la barca matrimonial y familiar. Familias que viven por
motivos de interés o de mera convivencia civilizada, y no en la fe, en la oración, en
la certeza de saberse amados y bendecidos por Dios por un santo sacramento.
Ahora , preguntémonos cómo deberían vivir nuestras familias , siguiendo el ejemplo
de la Sagrada Familia de Nazaret. Dios en el centro. El amor como motivación y
corona. El dolor como prueba para ejercitar las virtudes teologales y mirar para
arriba. Los hijos, honrando a sus padres, no causándoles tristezas, obedeciéndoles
(segunda lectura) y cuidándoles en la vejez (primera lectura). Los padres
revestidos de respeto y amor entre ellos, y de bondad, humildad, mansedumbre,
paciencia, perdón, amor para con sus hijos; y piedad y gratitud con Dios (segunda
lectura).
Padres de familia , ¿se parecen a san José? Madres, ¿se parecen a María? Hijos, ¿se
parecen al Niño Jesús? ¿Repasan juntos el cuarto mandamiento de la ley de Dios:
Honra a tu padre y a tu madre, con amor, respeto y servicio?
La fiesta de la Sagrada Familia es la fiesta de todas las familias, pues toda familia
es sagrada, por ser templo donde Dios-Amor comunica la vida por amor a través
del amor de los padres, y donde en el amor enriquece la vida de los esposos y de
los hijos con dones de Dios para usar, gozar, agradecer y compartir con orden,
gratitud y honradez.
La familia está al servicio de la persona y de su misión en la vida, y no al revés. Los
hijos son un don de Dios y le pertenecen. Sólo Dios es el Padre verdadero y dueño
de los hijos. Los padres son sólo cauces de la vida de sus hijos. Por eso Jesús, a los
doce años, sin avisar a sus padres, se quedó en el templo por voluntad de su Padre.
Y también la Virgen María, a los trece, dijo su SÍ al Ángel, sin consultar a sus
padres ni a los sacerdotes.
Jesús, el Hijo de Dios, quiso nacer en una familia, pues la familia unida en el amor
es el ambiente privilegiado e insustituible para el desarrollo normal y el crecimiento
sano y feliz de los hijos. Para la persona no existe bien humanamente más grande
que un hogar donde el padre y la madre se aman, aman a sus hijos y son
correspondidos.
La droga, el alcoholismo, la esclavitud sexual, los embarazos precoces, la
delincuencia, los desequilibrios psíquicos, afectivos e inclusive enfermedades físicas,
tienen casi siempre su raíz en la falta de familia o de amor en el hogar. El
verdadero amor y la unión familiar son la mayor medicina preventiva contra toda
clase de enfermedades y desviaciones.
Todo el mundo habla de amor, pero son muy pocas las personas que descubren lo
que es el verdadero amor, el cual es a la vez comprensión, perdón, acogida, ayuda,
diálogo, compartir bienes, alegrías y sufrimientos. Sin amor auténtico la familia no
se sostiene o no cumple su misión a favor de la vida, de los hijos y de los padres.
En la Sagrada Familia hubo miedo, destierro, falta de trabajo y de pan. Hubo
sufrimiento frecuente e indecible. Pero el amor verdadero los sostuvo y los mantuvo
unidos a Dios Padre y entre sí. Ese fue el gran secreto de su profunda felicidad.
En la familia unida en Cristo, la relación de amor se hace relación salvífica, pues
cada cual coopera con Cristo en la salvación de los otros, con la oración, el ejemplo,
el sufrimiento asociado al del Salvador, y ofreciendo incuso la muerte cuando
acaezca, llegando así al amor máximo entre ellos: “Dar la vida por los que se ama”,
a imitación de Cristo.
Se podría parafrasear la pregunta de Jesús: “¿Qué le importa al hombre y a la
mujer haber tenido hijos e hijas, si al final los pierden para siempre?”. Por esto,
familia sé lo que eres: la Iglesia doméstica, la primera escuela de oración. En ti,
familia, los niños, desde la más temprana edad, han de aprender a percibir el
sentido de Dios, gracias a la enseñanza y el ejemplo de ustedes, sus padres: vivir
en un clima marcado por la presencia de Dios. Una educación auténticamente
cristiana no puede prescindir de la experiencia de la oración. Si no se aprende a
rezar en la familia, luego será difícil colmar ese vacío. Y, por lo tanto, quiero
dirigiros la invitación a redescubrir la belleza de rezar juntos como familia en la
escuela de la Sagrada Familia de Nazaret. Y así llegar a ser realmente un solo
corazón y una sola alma, una verdadera familia.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)