Ferias del Tiempo de Navidad
Antes de Epifanía
2 de Enero
Lecturas bíblicas
a.- 1Jn. 2, 22-28: Quien confiesa al Hijo, posee al Padre.
La primera lectura, exhortación de Juan evangelista, es a permanecer en la fe
verdadera que reconoce a Jesucristo, como Mesías. Las afirmaciones del apóstol,
tienen como trasfondo la mentalidad gnóstica, que consideraba que lo
trascendente, lo divino, era imposible que se hubiese abajado a lo humano, que el
Verbo de Dios, se hubiese hecho hombre en Jesús. La afirmación del apóstol, lo
humano de Jesús, es reflejo y expresión de lo divino, como lo es el Hijo del Padre
(cfr. Jn.14,9). No se trata de un habitar momentáneo del Verbo en la humanidad de
Jesús, lo divino vive en lo humano. Negar dicha unión de lo humano y divino en
Cristo Jesús, el apóstol, considera a quien sostenga esto un mentiroso, un
anticristo, porque niega al Padre y al Hijo, pues quien niega a éste, no posee al
Padre, en cambio, quien posee al Hijo, posee también al Padre. Es la Resurrección
de Cristo, quien dio abundante luz al misterio del origen de su persona y al
misterio de la vida cristiana. La exhortación del apóstol, es a permanecer en la fe
recibida de los testigos oculares, y del kerigma de la predicación, es decir, lo que
oyeron desde el principio: “En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el
principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído
desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre, y esta
es la promesa que él mismo os hizo: la vida eterna.” (vv. 24-25). La distancia
entre el acontecimiento Cristo, y estos nuevos creyentes, más la influencia de
filosofías que circulaban en el ambiente greco romano, exigían de la Iglesia,
nuevas formulaciones para describir el misterio cristiano. Se trata del proceso de
auto-comprensión, desde lo esencial de la Palabra de Dios, inmutabilidad, de
confesar la comunión, con el Padre y su Hijo. Permanecer en esta verdad, otorga
vida eterna, porque a través de Cristo nos ha llegado la misma vida de Dios. Dios
es la fuente de la vida y principio de la vida (cfr. Gén. 2,7; Sal. 36,10; 104,29). La
unción del Espíritu, recibida en el Bautismo, hace del cristiano, uno que profundiza
su fe, y por lo mismo, no sucumbe al engaño de falsa doctrinas (vv. 26-28). La
fuerza conductora de la comunidad eclesial, es el Espíritu Santo, quien nos guía al
verdadero conocimiento de Dios (cfr. Jn.16, 13-14). Permanecer en la fe recibida,
es esencial para el verdadero cristiano.
b.- Jn. 1, 19-28: El testimonio de Juan.
Este pasaje se puede dividir en dos momentos: ¿Quién es Juan Bautista? (vv.19-
23), y el sentido de su bautismo (vv. 24-28). Los principales temas del Prólogo (cfr.
Jn.1, 1-18): el testimonio de Juan y la identidad de Jesús, prosiguen en esta
lectura. Los judíos enviaron emisarios para averiguar la identidad del Bautista,
aunque Dios le había consignado una misión, como también a Jesús, pero los judíos
no lo sabían (cfr. Jn. 1, 6-8). Todo el texto gira sobre la pregunta: “Quién eres tú”
(v.19). Este tipo de inquietudes generará tensión entre el Precursor y sus
inquisidores, como también a Jesús a lo largo de todo el evangelio joánico (cfr.
Jn.1, 6-8.14-15.18). El interrogatorio a que es sometido Juan Bautista, por parte de
los sacerdotes y levitas, enviados por los fariseos, es como testigo principal del
Mesías (cfr. Jn. 9, 13-34). La pregunta: ¿Quién eres tú? Se refiere a la función y
legitimidad del mensaje profético del que es portador. Juan responde con una
confesión verdadera e intensa, no pretende ser el Mesías (cfr. Lc. 3,15s), tampoco
Elías, (Ml. 4,5; Eclo. 48,10-11); ni el profeta que marcaría el tiempo mesiánico (cfr.
Dt. 18,15.18; Jn. 6,14; 7, 40-52). Confesó y no negó, lo que indica que la correcta
confesión ayuda a comprender la identidad de Juan como la de Jesús. El hecho que
Juan negara con radicalidad su condición de Mesías, prepara que sólo Jesús puede
afirmar. “Yo soy” la luz del mundo (Jn. 8,12). Pero es necesario dar una respuesta
a los judíos de su misión, en clave profética (v.22; cfr. Is. 40,3). El evangelista,
quiere centrar la atención del Bautista como el testigo del Mesías, de un momento
futuro: la llegada del Señor (v.23). Juan parece interpretarse a sí mismo, fija su rol
dentro de la historia salvífica, y su actividad de preparar los caminos del Señor en
el desierto de Judea. La segunda parte, se centra en el tema del bautismo de Juan
y su legitimidad. Si no es el Mesías, ¿porque bautiza? Hay una invitación a los
judíos para no sacar conclusiones respecto al bautismo de Juan, no porque bautice
es el Mesías puesto que él sólo bautiza con agua, es parte de predicación
apocalíptica de la penitencia y del juicio. Juan reconoce que su bautismo es de
agua, y que ya está en medio de ellos, Aquel que no conocen, superior a él,
poderoso, singular, más fuerte que Juan Bautista y que los judíos no conocen
todavía, a quien ni siquiera es digno de desatarle la correa de su sandalia,
pertenece al futuro y está más allá de la expectativa mesiánica (vv. 23.26-27; cfr.
Jn.1, 6-8.15; Mc.1, 7-8; Mt. 3,11; Lc. 3,16). El texto termina señalando, que dónde
bautizaba Juan en Betania, al otro lado del Jordán punto final de Éxodo. Ha
comenzado la preparación de la llegada del futuro Mesías y Señor, con su bautismo
de penitencia, Juan prepara al pueblo de Dios a la Tierra prometida, su Maestro y
Pastor será Jesucristo.
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD