El robo, deporte nacional de los cristianos mexicanos.
El Bautismo del Señor Jesús Ciclo A
Los últimos años se ha abatido sobre nuestro querido México una oleada
incontenible que amenaza con inundar y manchar a todo este pueblo tan querido de
María de Guadalupe. No nos cabe en la cabeza que todo desaparezca en todos
lados, el robo hormiga en los grandes almacenes, los cubiertos y los saleros en los
restaurantes, el material quirúrgico en los hospitales, las alcantarillas en las
avenidas, el cable eléctrico que deja sin luz a las colonias, la señora que se lleva los
jitomates o la cebolla de la tienda de la cuadra, la bicicleta necesaria para ir al
trabajo, de los devotos en la iglesia que cierran sus ojos momentáneamente y
cuando los abren ya no está, los objetos de los vehículos en los estacionamientos,
las alcancías en las iglesias, la biblia puesta en el lugar principal de la iglesia para
que los fieles lean la Palabra de Dios, amén de los grandes robos a casas
habitación, o bancos y otras instituciones, y como si fuera un deporte nacional, y un
entrenamiento, los pequeños que roban los dulcecillos de la mesa de la viejita de la
esquina que quiere conseguir unos cuantos centavos para su sostenimiento. Todo
esto podría pasar como en cualquier otro lugar del mundo, pero todos estos robos
son realizados por gente que trae un escapulario colgado al cuello o un rosario,
además de la medalla de San Benito y la novena a San Judas Tadeo en el bolsillo, y
sobre todo, sabiendo que se trata de cristianos bautizados y bien bautizados que
conservan bien la foto del momento en que el padrecito “les echó la agüita”.
¿En qué momento dejó de funcionar el bautismo de los cristianos hasta hacerlo
prácticamente inútil e inoperante? Pero el día de hoy no se trata del bautismo de
los cristianos, sino del bautismo de Cristo Jesús el Salvador. Y de él diremos una
palabra. ¿Qué significó el bautismo en el Salvador?
Ya habían pasado los años del silencio, de la oración y del trabajo en la perdida
aldea del norte de Galilea, ya habían quedado atrás los consejos y la vida de
sencillez, de austeridad pero al mismo tiempo de una profunda alegría en compañía
de María y de José. Ahora había que salir a la luz pública y comenzar la misión a la
que el Padre, Buen Padre Dios lo había enviado al mundo: salvar a todos los
hombres. Tuvo que pasar por varios días de riguroso ayuno en pleno desierto y el
último toque que le faltaba para darse a conocer, fue someterse al bautismo de
Juan. Ya éste había oído hablar de Jesús, pues no era posible esconder la luz que
Cristo ya había comenzado a encender. Pero se sorprendió muchísimo de ver a
Cristo formado en la fila de los pecadores, de los que querían reconocer su miseria
y ser bautizados por él el Jordán. El corazón le latía fuertemente y más cuando
Cristo le pidió con humildad que lo bautizara. Juan, puesto de rodillas, le pedía a
Cristo que reconsiderara su petición, pues consideraba que él era el que tenía que
ser bautizado con el nuevo bautismo que Cristo anunciaba. Pero Cristo puesto de
rodillas, le pidió a Juan que se sometiera a lo había sido enviado: a darlo a conocer.
Los primeros cristianos se llegaron a preguntar muchas veces si Cristo
verdaderamente se habría bautizado y de qué le habría servido a él un bautismo si
verdaderamente no tenía pecados personales. Pero Cristo se sentía solidario con la
humanidad pecadora y quiso tomar sobre sí la carga de los pecados de todos los
hombres. Sin embargo, vemos que verdaderamente el bautismo de Juan no le trajo
ningún provecho y más bien Cristo Jesús enriqueció las aguas con las que él se
bautizaba. Lo verdaderamente importante ocurrió en seguida, cuando Cristo se
mete en profunda oración, entonces hay un estremecimiento, en el ambiente, unos
cielos que se abren, una voz que pudo oírse majestuosa: “Éste es mi Hijo muy
amado en quien tengo todas mis complacencias” y un Espíritu Santo de Dios que
viene a posarse sobre Cristo en forma de paloma. Estamos entonces entre un antes
y un después en la vida de Cristo, pues con la presentación no solo la suya propia
sino con la presentación misma de la Santísima Trinidad, Cristo puede comenzar
con el pie derecho su obra salvadora dando a conocer el gran amor del Padre por
todos los hombres y la fortaleza del Espíritu para todos los que lo acepten y lo
invoquen. El bautismo Cristo no fue entonces en vano, y por tanto, el bautismo de
los cristianos no puede ser un adorno más para el álbum familiar ni puede
convertirse en elemento folclórico, cultural, pero intrascendente. Será el momento
en que la gracia y la fortaleza de Cristo se haga presente en la propia vida para
hacernos hijos de Dios y por lo tanto verdaderos hermanos de todos los que vamos
por el camino de la vida. La consecuencia es clara en este día, y lo que hemos
definido como el deporte nacional, el robo, tiene que llegar a ser cosa del pasado.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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