Solemnidad. Epifanía del Señor
La Epifanía, es la manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra. Es la fiesta
de los Reyes, la Epifanía del Señor; la universalidad de la salvación es para todos
los hombres y naciones. Fiesta que pasó a la iglesia latina en el s. IV, desde la
iglesia de Oriente. Isaías, nos presenta su visión de apertura de la salvación más
allá de las fronteras de Israel. La gloria de Dios se manifiesta sobre Jerusalén, lugar
de reunión de todos los pueblos. Son los Reyes de Oriente, quienes hoy
representan a todos esas naciones paganas llamadas a la fe, guiados por una
estrella, vienen a adorar al Rey de los judíos. Se cumple en Cristo, la palabra de
Isaías, también los pueblos paganos, pueden recibir el cumplimiento de las
promesas hechas a Israel.
Lecturas bíblicas:
a.- Is. 60, 1-6: La gloria del Señor amanece sobre ti.
El profeta, nos presenta una visión de las naciones invitadas a subir a Jerusalén,
imagen de la Iglesia. La profecía, anuncia el regreso de los exiliados en Babilonia, la
ciudad, es como una madre que sufre por la dispersión de sus hijos, pero todo ello
cesará, cuando ellos regresen (vv.3-4). Vuelven a la ciudad con ofrendas,
dromedarios cargados de oro, incienso, riquezas del mar, que para nosotros
también, significan sus costumbres y cultura, bienes espirituales, invisibles, sus
tradiciones religiosas, que enriquecerán la experiencia de contemplar la gloria de
Yahvé, junto a toda esa muchedumbre. Muchos elementos culturales deberán ser
rechazados o purificados ya que la Iglesia reconoce la verdad y bondad en muchos
valores de los pueblos que traen estos valores culturales, signos de la presencia de
Dios, en medio de sus corazones e inteligencias, valores que no perecen, sino que
son purificados y elevados y consumados para gloria de Dios (cfr. AG 9). Esta
profecía se cumple plenamente en la Iglesia que acoge a todos las naciones de la
tierra para escuchar, y vivir la Nueva Alianza que Dios hace con cada pueblo en su
Jesucristo, el Señor.
b.- Ef. 3, 2-3. 5-6: También los gentiles son coherederos.
S. Pablo, el antiguo fariseo, reconoce que la gracia que le ha sido dada, es olvidar
su antigua condición farisaica, de tipo nacionalista, y sólo con su nuevo kerigma
dirigirse ahora a los gentiles (cfr. Flp. 3,5). Lo que fue considerado por los demás
judíos como una traición, incluso por los judeocristianos, que en sus cartas
aparecen como sus acérrimos adversarios. Ahora prisionero por Cristo y los
gentiles, le fue revelado el misterio escondido por siglos, para comunicarlo a los
paganos; ha sido constituido en ministro del misterio de Cristo Jesús (vv.3.7; Rm.1,
5; 15,15; 1Tm. 2,7; Gál. 2,9; Flp.1,7; Hch.9,15), que también, los gentiles están
llamados a la salvación. Esta gracia de Dios, revelada a Pablo consiste en anunciar
a los paganos, que se terminó el monopolio de Dios a favor de Israel, y que la
salvación, que ofrece en Cristo Jesús, es para todas las naciones. Los gentiles
también son: “coherederos, miembros del cuerpo y partícipes de la promesa en
Cristo por medio del Evangelio” (v.6; cfr. Gál. 3, 6). Es la gran noticia de Pablo al
mundo gentil, el Evangelio, es también, para los no judíos, ellos pueden ser
discípulos de Cristo, si lo aceptan en su vida. Esta revelación, ha sido gradual, el
misterio en el pasado no fue revelado como ahora a los apóstoles y profetas, por el
Espíritu (v.5). Pablo comparte la misión con otros apóstoles, lo que si quiere dejar
en claro, que la predicación de este misterio, esta misión le fue conferida por Cristo,
evangelizar a los incircuncisos, así como Pedro debía ir a los judíos (cfr. Gál. 2,7).
Este misterio escondido en Dios, es ahora revelado a los gentiles y la depositaria
única de este misterio de la sabiduría es la Iglesia. Cristo está vivo y sigue
convocando a su Iglesia a todos los hombres de la tierra. Escuchar el llamado de la
Iglesia, ha evangelizar para que creyente encuentre a Cristo Resucitado en la
palabra y la Eucaristía, la Comunidad eclesial, en el prójimo, en la oración.
c.- Mt. 2, 1-12: Venimos de Oriente para adorar al Rey.
Este relato, viene a ser una reacción ante el nacimiento de Cristo Jesús, pero
además, el cumplimiento de profecías del AT, que reúnen las promesas hechas a los
judíos del exilio y gentiles que en los tiempos mesiánicos, escatológicos, vendrían a
adorar y ofrecer dones a Yahvé en Jerusalén. La finalidad de Mateo y de la Iglesia
primitiva, es ofrecer un anuncio de la acogida de Jesús, por parte de los gentiles, y
el rechazo de Israel. Es el nacimiento del verdadero pueblo de Israel, que el
evangelista ofrece en su evangelio. Los Reyes Magos, eran hombres de ciencia,
sabios, que conocían los astros del cielo, y su importancia, en la vida de los
hombres y de la historia. Mago, significa, partícipes del Don, representado por
consejeros políticos, sacerdotes, hombres con altos cargos en general. Lo de Reyes,
les vino cuando se les aplicó ciertos textos bíblicos (cfr. Sal.72, 10; Is. 49,7;
60,10); lo más acertado, sería llamarlos astrólogos, y que eran tres, se inspira en
los tres dones que ofrecen al Niño Jesús. Son los gentiles, que buscan a Dios.
Llegan preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?” Pues
vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.» (v.2). Una estrella, se
atribuía al Mesías, la que debía anunciar el nacimiento de Cristo, según la
mentalidad de la época y vienen a adorarlo (v.2; cfr. Nm. 24,17). Estos hombres,
reconocen al Mesías, no siendo judíos, ni creyentes en Yahvé, y nos llama la
atención, su sincera humildad. Los sabios de Israel, doctores de la Ley,
especialistas en la Escritura, sin embargo, no lo reconocen como el Mesías
esperado. Herodes, y todo Jerusalén con él, se turbaron e inmediatamente, se
busca el lugar de su nacimiento, y el Sanedrín, responde que será en Belén de
Judea (v.6; cfr. Miq. 5,1). Los Reyes Magos, se dirigen a Belén, se ponen en
camino, si hasta ahora, la estrella les guiaba en forma imprecisa hacia Jerusalén,
ahora es la Escritura, quien la ilumina en plenitud y los lleva en forma exacta,
donde está Jesús Niño. Luego se cumplen los oráculos mesiánicos, que anunciaban
la estrella del Mesías, y la venida de los Reyes gentiles, con sus dones al Mesías
para compartir la salvación que trae a los judíos. Se alude al oráculo de Balaam
(cfr. Nm. 24,17), al gozo y a la adoración (cfr. Is. 49,23; 60,6; Salm.72, 12), y al
ofrecimiento de los dones oro, incienso, y mirra (cfr. Sal.72, 11-12; Is. 60, 6).
Finalmente, el evangelista señala la protección que Dios proporciona al Niño, contra
la astucia de Herodes, haciendo que los Reyes se vuelven a su tierra por otro
camino. Aquí encontramos el inicio de una veta constante en el evangelio de Mateo:
el rechazo por parte del pueblo de Dios, que padece Cristo Jesús, y la aceptación
de los gentiles. Lo que significa, que ante Dios, no hay acepción de personas, con lo
que se rompen las barreras de creer que sólo el pueblo judío, recibía la salvación
de Dios. Desde ahora, se afirma, el universalismo de la salvación a todos los
pueblos, a todos los hombres de la tierra. En Cristo Jesús, se cumplen todas las
esperanzas, no sólo las que se refieren a los judíos, sino la de todos los hombres.
Un rey universal, pero humilde y oculto, encontrarlo, es motivo de gozo y alegría,
que lo convierten en Rey y Señor de la vida, y se le rinde, el homenaje cuidado, y
exquisito del oro de nuestro amor, de la mirra del sacrificio, y el incienso de la
oración incesante ante su presencia.
Teresa de Jesús, ve en los Reyes aquellos que representan a toda la humanidad a
los pies del Niño Jesús. Nos enseña a estar muy cerca del Hijo de Dios y como los
Reyes ofrecerle la oración de una vida consagrada a ÉL, el incienso de nuestra
oración y contemplación y la mirra de nuestra pobreza y debilidad para que la
convierta en vida resucitada. “Pues la estrella/ es ya llegada, /vaya con los Reyes/
la mi manada./ Vamos todos juntos/ a ver el Mesías, /pues vemos cumplidas/ ya
las profecías. /Pues en nuestros días, /es ya llegada,/ vaya con los Reyes/ la mi
manada./ Llevémosle dones/ de grande valor,/ pues vienen los Reyes,/ con tan
gran hervor./ Alégrese hoy/ nuestra gran Zagala,/Vaya con los Reyes/ la mi
manada./ No cures, Llorente,/ de buscar razón,/ para ver que es Dios/ aqueste
Garzón./ Dale el corazón,/ y yo esté empeñada,/ Vaya con los Reyes/ la mi
manada.” (Poesía 17, En la fiesta de los Reyes)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD