Solemnidad. Epifanía del Señor.
La Epifanía es misterio de luz.
La Epifanía es misterio de luz.
La luz que brilló en Navidad durante la noche, iluminando la cueva de Belén, donde
permanecen en silenciosa adoración María, José y los pastores, hoy resplandece y
se manifiesta a todos. La Epifanía es misterio de luz, simbólicamente indicada por
la estrella que guío a los Magos en su viaje. Pero el verdadero manantial luminoso,
el “sol que nace de lo alto” ( Lc 1, 78), es Cristo.
“Los Magos, que llegan de Oriente a Jerusalén guiados por un astro celeste (cf. Mt
2, 1-2), representan las primicias de los pueblos atraídos por la luz de Cristo .
Reconocen en Jesús al Mesías y demuestran anticipadamente que se está
realizando el “misterio” del que habla san Pablo en la segunda lectura: “Que
también los gentiles son coherederos (…) y partícipes de la promesa de Jesucristo,
por el Evangelio” ( Ef 3, 6).
Pero ¿qué es esta luz? ¿Es sólo una metáfora sugestiva, o a la imagen corresponde
una realidad? El ap￳stol san Juan escribe en su primera carta: “Dios es luz, en él no
hay tiniebla alguna” ( 1 Jn 1, 5); y, más adelante, a￱ade: “Dios es amor”. Estas dos
afirmaciones, juntas, nos ayudan a comprender mejor: la luz que apareció en
Navidad y hoy se manifiesta a las naciones es el amor de Dios, revelado en la
Persona del Verbo encarnado. Atraídos por esta luz, llegan los Magos de Oriente.
Dios se da a conocer también al mundo pagano ( Epifanía significa justamente
manifestación). Dos cosas se necesitan para descubrir a Dios y encontrarse con Él:
el don divino de la fe , cuyo símbolo es esa Estrella, y también el esfuerzo del
hombre para salir de sí mismo , como hicieron estos Magos, vencer las dificultades
del camino y con fe caer de rodillas ante ese Niño que es Dios y Rey.
Ahora nos adentramos en el proceso interior -¿de fe inicial?- que tuvieron que hacer
los Magos hasta llegar a la Luz de Belén, siguiendo el resplandor de la Estrella.
Salen de su comodidad, movidos por una inspiración divina y anhelando ver el
Mesías del que ya se hablaba en varias culturas. Ven , con sus ojos honestos e
curiosos, la luz de una estrella misteriosa que les brilla, que a decir de santo Tomás
de Aquino, fue una estrella creada por Dios exclusivamente para guiar a estos
hombres. Vienen las dificultades del camino y esa estrella se esconde, justo en
Jerusalén, donde vivía Herodes, indigno de presenciar aquel prodigio del cielo.
Consultan a los sabios y entendidos. Se fían de ellos y se ponen de nuevo en
camino, y la estrella vuelve a brillar. Se alegran . Llegan . Entran y encuentran al
Niño con María, su Madre. Creyendo, caen de rodillas y ofrecen vasallaje al
verdadero Rey de cielos y tierra. Regresan a su tierra por otro camino –el de la fe
cristiana- y según san Juan Crisóstomo, trabajaron por la conversión de los pueblos
paganos y finalmente murieron mártires.
¿Qué regalos le ofrecieron a Jesús? Oro, incienso y mirra. San Gregorio Magno dice
que el oro simbolizaba la sabiduría; el incienso, el dulce afán por la sagrada
Palabra; y la mirra, la mortificación de la carne.
En Judea ha nacido el rey universal, en la plenitud de los tiempos. ¡Atención,
reflexión, acción! Hemos de estar atentos porque Dios va sembrando, día tras día,
no pocos signos de su presencia y de su amor eficaz, en la pequeña realidad de
nuestra vida y en los diversos acontecimientos de la historia local, nacional o
internacional. Hemos de reflexionar porque se trata de signos, no de evidencias, y
porque los signos por su misma naturaleza remiten a otra realidad más allá de ellos
mismos.
Una vez interpretado correctamente el signo, hemos de pasar, de la atención y de
la reflexión a la acción, para que el signo de Dios fructifique en la tierra de los
hechos concretos. Dios sigue hoy hablando al hombre con palabras y con acciones,
quizás lo que suceda es que los hombres no estamos preparados para descifrar su
lenguaje. Los mártires del siglo XX, ¿no son un signo de Dios?
Ahora nos preguntamos: ¿He salido de mi comodidad para encontrar a Jesús en
esta Navidad? Si lo he encontrado, ¿qué tengo yo para regalarle? No puedo ir a
Belén con las manos vacías. Ese Niño es también mi Señor, mi Dios y se merece un
regalo de mi parte; es más, se merece mi vida y vasallaje. Así hicieron los Magos
de Oriente. En otras palabras: ¿Qué ofrece, en cambio, el mundo al Salvador? ¿Qué
le ofrecemos nosotros, cada uno de nosotros? ¿Tiene el mundo un poco más de paz
que ofrecer a quien es llamado el “príncipe de la paz”? ¿Tiene el mundo algo más
de solidaridad para con los más necesitados, sean individuos o naciones, para
ofrecer a quien quiso hacerse en todo solidario con los hombres, menos en el
pecado? ¿Ofrece el mundo más pan a los que tienen hambre, más medicinas a los
que están enfermos, más ayuda para la educación a quienes no tienen
posibilidades, sabiendo que “cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos
más peque￱os conmigo lo hicisteis”? ¿Cuenta el mundo con más verdad, más
honestidad, con más justicia para quien es la Verdad, para quien es el Justo por
excelencia?
El mundo, cada nuevo año, puede ofrecer muchas cosas buenas a Dios. Cada uno
de nosotros es parte de ese mundo, y puede y debe contribuir para ofrecer “algo” a
Dios.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)