EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes 7 enero 2014
Martes de tiempo de Navidad después de la Epifanía del Señor
Epístola I de San Juan 3,22-24.4,1-6.
Y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y
hacemos lo que le agrada.
Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos
amemos los unos a los otros como él nos ordenó.
El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y
sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
Queridos míos, no crean a cualquiera que se considere inspirado: pongan a prueba
su inspiración, para ver si procede de Dios, porque han aparecido en el mundo
muchos falsos profetas.
En esto reconocerán al que está inspirado por Dios: todo el que confiesa a
Jesucristo manifestado en la carne, procede de Dios.
Y todo el que niega a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el
Anticristo, por el que ustedes oyeron decir que vendría y ya está en el mundo.
Hijos míos, ustedes son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque aquel
que está en ustedes es más grande que el que está en el mundo.
Ellos son del mundo, por eso hablan el lenguaje del mundo y el mundo los escucha.
Nosotros, en cambio, somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha, pero el que
no es de Dios no nos escucha. Y en esto distinguiremos la verdadera de la falsa
inspiración.
Salmo 2,7-8.10-11.
Voy a comunicar el decreto del Señor:
El me ha dicho:
«Tú eres hijo mío, yo te he engendrado hoy.
Pídeme y serán tu herencia las naciones,
tu propiedad, los confines de la tierra.»
Pues bien, reyes, entiendan,
recapaciten, jueces de la tierra.
Sirvan con temor al Señor,
besen, temblando, sus pies.
Evangelio según San Mateo 4,12-17.23-25
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines
de Zabulón y Neftalí,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las
oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el
Reino de los Cielos está cerca".
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena
Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos
por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos,
y él los curaba.
Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de
Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Comentario del Evangelio por
Papa Francisco
Encíclica “Lumen fidei / La Luz de la fe”, §35 (trad. © Libreria Editrice
Vaticana)
“El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz”
La luz de la fe en Jesús ilumina también el camino de todos los que buscan a
Dios, y constituye la aportación propia del cristianismo al diálogo con los seguidores
de las diversas religiones… Imagen de esta búsqueda son los Magos, guiados por la
estrella hasta Belén (cf. Mt 2,1-12). Para ellos, la luz de Dios se ha hecho camino,
como estrella que guía por una senda de descubrimientos. La estrella habla así de
la paciencia de Dios con nuestros ojos, que deben habituarse a su esplendor.
El hombre religioso está en camino y ha de estar dispuesto a dejarse guiar, a
salir de sí, para encontrar al Dios que sorprende siempre. Este respeto de Dios por
los ojos de los hombres nos muestra que, cuando el hombre se acerca a él, la luz
humana no se disuelve en la inmensidad luminosa de Dios, como una estrella que
desaparece al alba, sino que se hace más brillante cuanto más próxima está del
fuego originario, como espejo que refleja su esplendor.
La confesión cristiana de Jesús como único salvador, sostiene que toda la luz de
Dios se ha concentrado en él, en su “vida luminosa”, en la que se desvela el origen
y la consumación de la historia (Decl. Dominus Jesus). No hay ninguna experiencia
humana, ningún itinerario del hombre hacia Dios, que no pueda ser integrado,
iluminado y purificado por esta luz. Cuanto más se sumerge el cristiano en la
aureola de la luz de Cristo, tanto más es capaz de entender y acompañar el camino
de los hombres hacia Dios.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”
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