Encuentros con la Palabra
El Bautismo del Señor – Ciclo A (Mateo 3, 13-17)
Jesús fue de Galilea al río Jordán, donde estaba Juan (...)”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Después de haber pasado treinta años de su vida en el anonimato de Nazaret,
dedicado a los trabajos ordinarios y sencillos de una vida campesina, Jesús
decidió un día, dejar atrás sus pequeñas seguridades y ponerse en camino hacia
el sur, junto al río Jordán, donde Juan estaba bautizando. Se despidió de los
suyos y se lanzó a una aventura de la cual no regresaría más. Tomó una decisión
que resultó ser trascendental para su vida y para la nuestra. Por eso, vale la pena
preguntarse ¿Qué fue lo que llevó a Jesús a tomar esta decisión? ¿Qué esperaba
encontrar con el bautismo de Juan? ¿Cuáles fueron los sentimientos que lo
acompañaron durante este recorrido de más de cien kilómetros desde Nazaret
hasta el lugar donde recibió su bautismo? ¿Fue un viaje solitario o lo hizo en
compañía de algunos amigos y amigas que también buscaban lo mismo?
Seguramente a Nazaret llegaron las noticias de lo que Juan el Bautista estaba
haciendo en un recodo del río Jordán, cerca de Betabara: Invitaba a los pecadores
a cambiar de vida, a preparar los caminos del Señor. La llegada del Mesías era
algo que todos los israelitas habían esperado con impaciencia durante muchos
años. Todos esperaban al Ungido de Dios que liberaría a Israel de la dominación
romana y les devolvería la libertad. Haría de ellos una gran nación. Los guiaría en
la construcción de una sociedad que fuera sólo de Dios. Muchos de los estudiosos
de la Biblia se preguntan si Jesús tenía en este momento de su vida una
conciencia plena de su misión, o si la fue descubriendo poco a poco, a través de
los mismos acontecimientos históricos que siguieron, a partir de esta decisión.
Todos nosotros, en un momento u otro de nuestra vida, sentimos la llamada a
reorientar nuestro camino. Tuvimos que tomar la decisión de dejar atrás los
espacios y las personas conocidas que formaban nuestro entorno vital. Dirigimos
nuestros pasos hacia rumbos desconocidos, sobre los cuales no estábamos
totalmente seguros. Nos aventuramos a establecer nuevas relaciones, nuevas
prácticas, nuevas formas de comunicación con nuestro entorno, nuevas formas de
pensar la misma realidad. Caminamos hacia lo desconocido confiados en la
promesa y en la fidelidad de Dios. Por Él y en Él, nos fuimos a descubrir nuevos
horizontes. De la mano de Dios también salió Jesús de Nazaret y fue a bautizarse
junto con todos los pecadores y pecadoras de su tiempo, que acudían a recibir el
baño regenerador del bautismo de Juan.
Ver a Jesús dirigirse hacia lo desconocido, confiado solamente en la cercanía de
su Padre Dios, nos anima a emprender también un camino nuevo cada día, con la
confianza de que Dios nos acompañará y repetirá de nuevo lo que el mismo Jesús
escuchó en el Jordán: “Este es mi hijo amado, a quien he elegido”.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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