Ciclo A: Fiesta. Bautismo del Señor.
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Con la celebración del Bautismo del Señor culmina el tiempo de reflexión en torno
al nacimiento del Hijo de Dios. Aquel Niño que se encarnó en María por obra del
Espíritu Santo; que vivió durante años en la escuela oculta de sacrificio,
abnegación, oración y trabajo en Nazaret y que se manifestó a los hombres como
Dios universal, ya en la edad adulta, en los momentos previos a su misión, se
decide a recibir el bautismo de agua y espíritu para cumplir la voluntad de Dios y
dedicarse a la instauración del Reino de Dios.
Jesús es presentado como Mesías y a partir de este momento Dios hablará por
medio de Él. El bautismo de Jesús es la prueba que asume para amar a la
humanidad sin límites y el compromiso de dar la vida para la salvación de todos. En
realidad el bautismo del Señor es un acto de fe y de compromiso. Vivirá en estado
permanente de encuentro con Dios y ya su voluntad no será la suya sino la del
quien le ha enviado (Jn. 4,34). Jesús recibe un bautismo de agua por inmersión
pero será el Espíritu de Dios quien verdaderamente le impulsa y lo dinamiza para
realizar la misión de anunciar la Buena Nueva a todos los hombres. La Trinidad se
hace presente en este momento esencial en la vida del Señor: el Padre presentando
al Hijo, “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”; el Hijo, protagonista de la acción,
viviendo con intensidad ese momento de exigencia que supone la aceptación de ser
el Mesías y el Espíritu el que lo unge para enviarlo al mundo y así anunciar el
evangelio de la liberación del pecado y de todas sus consecuencias. El compromiso
del Señor durará hasta la muerte. Un ejemplo de fidelidad y de perseverancia,
ejemplo de exigencia ante tantas corrientes sociológicas que cuestionan la
necesidad y sentido de un compromiso de vida asumido por amor.
¿Qué nos aporta a nosotros el bautismo del Señor?. En primer lugar comprender
que también nosotros hemos recibido este primer sacramento de la iniciación
cristiana y, aunque recibido normalmente a una edad muy temprana, crecemos
sellados por la marca del Espíritu. Bueno es renovar con nuestra vida la fidelidad y
la entrega a la causa del Evangelio. Entender que, a partir de este sacramento, no
somos solamente receptores de una fe heredada sino agentes activos de vivencia
continua de la luz del Espíritu en nuestra experiencia de fe para que, impulsados
por el crecimiento interior, el afán de perfección y aspiración a la santidad, seamos
agentes de evangelización en el mundo en que vivimos. La renovación permanente
de las promesas bautismales nos impulsa a vencer nuestra fe marcada por la
rutina, la costumbre, la comodidad y trasformar esas actitudes en creatividad,
fidelidad y compromiso con nuestro sentido de seguimiento a Cristo y de
pertenencia a La Iglesia. ¿Cómo puedo hacer en mi experiencia diaria un
compromiso real de vida y de fe en respuesta al Señor?. ¿Aprovecho la oportunidad
que me brinda la parroquia, la vida diaria en mi trabajo u otras formas de lugar
ambiental para manifestar mi fe?. En el Año de la Fe, en un mundo de cierta
indiferencia y hasta incomprensión de los valores de Jesucristo, la fiesta bautismal
puede ser una buena oportunidad para renovar nuestra vida desde el seguimiento
del Señor y desde el anuncio de su presencia en el mundo.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)