Luz y vida
El ser humano se pregunta sobre el sentido de la vida. Y condicionamos la marcha en
esta caminada tan difícil, a una respuesta que clarifique nuestra existencia. Para J. P.
Sartre, el hombre se inventa a sí mismo, concibe su propia “esencia”. Me gusta más la
afirmación de Viktor Frankl: “Nosotros no inventamos el sentido de la vida, nosotros lo
descubrimos”. Ese sentido lo define un algo o un Alguien. Es opción, es búsqueda.
La liturgia hoy, nos presenta esta alternativa en términos simples: O luz o tinieblas. O
vida o muerte. El Eclesiástico lo resume en una sola palabra: Sabiduría que es la luz del
corazón o alumbrar la propia vida desde el corazón que es lo mismo. Es en el corazón
en donde nos jugamos la existencia. Es el centro de la personalidad y allí se define el
horizonte de nuestras proyecciones y expectativas.
Pablo quiere que su comunidad parroquial de Éfeso tenga claridad en su vocación
cristiana. Es pueblo de Dios, su pueblo santo. Pueblo que camina en la luz de Cristo.
Luz que se derrama en los ojos proyectando el sentido de la vida y contagiando con su
ardor el contorno de su hábitat. La aceptación de Cristo en nuestras vidas no sólo nos da
sentido, sino también valor y razones de esperanza contagiosa en la travesía humana.
El evangelio abre ante nuestro asombro y perplejidad la presencia misteriosa de un Dios
que lo arriesga todo por caminar a nuestro lado. Es luz y las tinieblas no lo recibieron.
Es vida y la entregó hasta la muerte. Es amigo y le cerramos el corazón. Es Palabra y
nos negamos a escucharla…entonces, pasa inadvertido, dejando que su huella se grabe
como impronta en el dolor deshumanizante de nuestra existencia para dignificarnos.
Cochabamba 05.01.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com