I Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Lecturas bíblicas:
a.- 1Sam. 9,1-4.17-19; 10,1: Ese es el hombre; Saúl regirá a su pueblo.
b.- Mc. 2, 13-17: No he venido a llamar justos sino pecadores.
Este relato evangélico deja en claro la actitud básica de Jesús respecto de los
pecadores: ha sido enviado precisamente a los pecadores, sobre los cuales el
Padre quien volcar su misericordia. Hay que destacar también que esta actitud
Jesús la lleva adelante independientemente de la opinión de los hombres, en este
caso concreto, de los escribas y fariseos (v.16). Es precisamente en casa de Leví,
un pecador público, un recaudador, también llamado Mateo (cfr. Mt. 9, 9). Todos
estos tenían fama de ladrones e impuros pues debían tratar con paganos (cfr. Lc.
19, 1-10; Lc. 19,8), el pueblo los odiaba. Jesús pasa por sobre todas esas opiniones
y llama a Leví a su seguimiento y éste renunciando a todo va tras sus huellas. Es la
confianza divina que llama a los pecadores. El banquete se celebra en casa del
propio Leví, Jesús se sienta con publicanos y pecadores, gesto contrario a la ley,
pues se contamina al tener contacto con ellos, sostenían los doctores y fariseos.
Jesús que los oye hablar así les enseña: “No necesita médico los sanos, sino los
enfermos; no he venido a llamar a justos son a pecadores” (v.17). Deja entrever
claramente el cometido de su venida: llamar a los pecadores y no a los justos. Todo
esto nos lleva al misterio de la voluntad divina respecto a los pecadores: Jesús está
muy unido a Dios, conoce el querer divino, pero también conoce la fragilidad
humana frente al pecado, por eso come con ellos. Es precisamente en un festín, en
esa comunión alegre, donde manifiesta su voluntad y razón de su venida y estadía
entre ellos. En ese banquete, Jesús, no sólo expresa su voluntad, sino que también
es manifestación de su humanidad. Comparte la alegría, la comida y la bebida,
habla con todos; no busca un encuentro exclusivo, no hace separación entre justos
y pecadores. También los pecadores dejan espacio para acoger la llamada de Dios,
precisamente porque conocido el desconsuelo y tristeza lejos de Dios, están mejor
capacitados para un mayor amor a Dios que lo que se consideran puros porque
observa perfectamente la ley de Moisés. Jesús ama a los pecadores con amor
humano y divino, no condena a los justos, porque no necesitan de ÉL como los
enfermos y pobres, lo que la sociedad considera pecadores. Sin embargo, Jesús
viene por todos como también exige a todos la conversión (cfr. Mc. 1, 15). Sólo
quien asume una condición pecadora y se humilla ante Dios Padre, conocerá el
amor salvador y misericordioso en su vida. Esos comensales del banquete, en
especial, los publicanos y pecadores, representan a todos los que siguen a Jesús y
que en la Eucaristía se sientan a su mesa para escuchar su palabra y compartir el
pan de la vida cada domingo.
Santa Teresa de Jesús ora por los pecadores, porque de ellos salió, guiada por la
misericordia de Jesús salvador. “¡Oh, qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío,
que queráis a quien no os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a
quien gusta de estar enfermo y anda procurando la enfermedad! Vos decís, Señor
mío, que venís a buscar los pecadores; éstos, Señor, son los verdaderos pecadores.
No miréis nuestra ceguedad, mi Dios, sino a la mucha sangre que derramó vuestro
Hijo por nosotros. Resplandezca vuestra misericordia en tan crecida maldad; mirad,
Señor, que somos hechura vuestra. Válganos vuestra bondad y misericordia.” (Excl.
8,3).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD